Reconocer

Mañana es 15 de mayo, y más que celebrar a maestras y maestros, toca reconocer. Reconocerles el temple y la resiliencia, pues en esta situación tan ...
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Mañana es 15 de mayo, y más que celebrar a maestras y maestros, toca reconocer. Reconocerles el temple y la resiliencia, pues en esta situación tan compleja, así como han sido inéditos los problemas, han sido inéditas muchas de las soluciones que han hallado.

Hablando con las y los que de verdad están frente a grupo, todos los temas de política educativa cobran otro sentido. He tenido oportunidad de saber lo que piensan algunos en Tamaulipas y Chiapas, en Jalisco y el Estado de México, en las sierras de Guerrero o Puebla, en los puertos del Pacífico y el Golfo. Desde hace semanas me compartieron una perspectiva luminosa, por sencilla y poderosa, que ya llegó a la propuesta de la SEP y de la Conferencia de Autoridades Educativas, que reúne a las y los secretarios de Educación del país: si el titular de grupo es quien mejor conoce el ritmo y estilo de aprendizaje de cada estudiante, y si –siendo realistas– vamos a tener pocas o nulas posibilidades de una reapertura de aulas en forma, ¿por qué no establecer como estrategia nacional, reconociendo justificadas excepciones, que los actuales titulares en preescolar y primaria sigan con su mismo grupo al siguiente grado escolar? Así el reforzamiento de lo que quedó apuntado por las actividades en la etapa de resguardo (del libro de texto, de la Televisión educativa, de las tareas e investigaciones que ellas y ellos como docentes les mandaron), la recuperación de habilidades nuevas que se lograron en, a pesar de y como respuesta al aislamiento en casa, y la nivelación (con respecto de los aprendizajes programados, pero sobre todo la nivelación al interior del grupo, pues niñas y niños están experimentando distintas intensidades y consistencia en el apoyo de los adultos en casa) de conocimientos, habilidades y actitudes nos pueden legar un ciclo escolar 2020-2021 que retome el paso, una digna salida a la luz del día después de un largo túnel de cuarentena que al parecer se hará ochentena.

Festejar sí, pero sobre todo reconocer. Se aprende todavía poco y disperso de la televisión que no sabe detenerse y contestar una pregunta. Se aprende todavía poco y superficial de sistemas de plataforma digital, “inteligentes”, reactivos, etcétera, que son algoritmos programados; si les queda lo humano y de veras son más que cuestionarios y repositorios de documentos es porque hubo un verdadero educador profesional a la hora de imaginar las actividades, preguntas y pautas de navegación. Se aprende por autodidactismo, o en pares, en la calle, el súper y el estadio, en la carretera, observando la milpa, haciendo juegos de palabras mientras hablamos solos en voz alta. Pero no como se aprende con la conducción de un maestro, de una maestra de verdad. Se aprende con los familiares, y ahora lo estamos experimentando, pero nadie puede decir que no es mejor con ambos, con la familia pero animada, orientada, consolada y tranquilizada por la maestra o maestro que se las ingenia para seguir presente en la vida de sus alumnos.

Hoy no se anuncia nada sólido para su función, en el momento presente, ni con la formación acelerada que van a necesitar para la etapa, nunca mejor dicho, de recuperación en la reapertura de planteles. Está muy bien abrir millones de cuentas de correo electrónico –aunque es inquietante pensar en el manejo de datos personales– pero lo que necesitan maestras y maestros son espacios para discutir con el colectivo docente suyo, el real, el contextualizado, el concreto y no digital, qué van a hacer con el ciclo escolar presente y próximo.

Otro misterio: la evaluación. Han sido familias y docentes quienes han cuestionado que la carpeta de experiencias, reuniendo las respuestas a las preguntas de la programación televisiva, o incluyendo los “otros aprendizajes, lo que quieran”, se use como tal para calificar. Para evaluar sí, para valorar y llevar un registro, para la meta-cognición y armar el relato de lo vivido, pero no para poner seices y ochos y dieces. Es claro que lo justo es la acreditación universal, no poner tropiezo para la promoción al siguiente grado escolar, máximo si representa un cambio de nivel, como pasar de tercero de preescolar a primaria, o de sexto de primaria a primero de secundaria, y más todavía de tercero de secundaria a media superior. Tras la interrupción de los servicios educativos, nada tiene el devastador potencial de cristalizar el rezago y de propiciar el abandono escolar como la “reprobación”, ejecución en efigie, fusilamiento en ausencia de quienes no supimos, no pudimos, no alcanzamos a acompañar: los alumnos, los titulares del derecho que el Estado debía garantizar. Pero lo que sí necesitamos es que cada docente cuente con dispositivos, herramientas, formatos, técnicas de evaluación diagnóstica básica, al alcance inmediato de cada responsable de grupo, para saber cómo están y diseñar de inmediato la intervención intensiva. Es la revisión de paramédico, no una tomografía de check up para ejecutivo. Ahora no necesitamos de inmediato un PLANEA costoso, largo de aplicar y más tardado de procesar, central, de arriba abajo. No, necesitamos una cajita de revisión, el equivalente a termómetro, baumanómetro y paleta de madera para revisar rápido a los raspados que salen de un coche chocado. ¿Cómo están, qué urge atender, cómo les restablecemos un mínimo de bienestar y trayectoria? ¿Cómo saber si a alguien necesita atención más especializada? Ése es el tipo de evaluación que necesita desarrollarse en estas semanas y socializar-formar-practicar con las y los maestros. ¿Quién se está ocupando de ello?

Reconocimiento a los que están frente a grupo, a quienes hacen acompañamiento de asesoría técnico pedagógica o llevan el peso de las Unidades que asisten a la “educación regular”, a quienes desde los Centros de Atención Múltiple lidian con recursos mínimos y retos mayúsculos para la inclusión, a los especialistas de arte, inglés, educación física; a las biólogas, ingenieros, literatos e historiadores que se la rifan en los salones de secundaria, a los Líderes Educativos de CONAFE y a las visitadoras de Educación Inicial, a los que hacen el servicio en el Instituto para la Educación de Adultos pero en realidad tratan con adolescentes desplazados por la violencia o internos en instalaciones penitenciarias. Merecen nuestra gratitud, pero más nuestro reconocimiento. Reconocer que saben, que pueden, que nos guiarán cuando esto acabe.

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