¿Quién abandonó la escuela?

Abandonamos la escuela cuando la autoridad no atendió a las voces críticas...
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En la sesión del Sistema Nacional de Protección de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (SIPINNA) de la semana pasada, se tomó el acuerdo de establecer una comisión interinstitucional para apoyar el regreso a las aulas. El SIPINNA es un cuerpo muy peculiar en la estructura política del país: lo estableció la Ley General de Derechos para ese grupo de población, y reúne como miembros de pleno derecho a los 32 gobernadores, ocho secretarios de Estado y ocho representantes de sociedad civil, y lo preside el titular del Poder Ejecutivo federal, el presidente de la República mismo, además de incorporar a la Comisión Nacional de Derechos Humanos y otros organismos públicos, e invitados como UNICEF. Tiene el mandato de reunirse dos veces por año, y la facultad de establecer comisiones de trabajo para abordar la defensa y restitución de derechos de la niñez y la adolescencia.

Abordando la emergencia que vivimos y los retos para la generación joven, la subsecretaria de Educación Básica, Martha Velda Hernández, planteó la urgencia de abordar coordinadamente la situación de las y los estudiantes; reconoció con una honestidad que mucho se agradece y mucho urgía, y cito literal que “el prolongado cierre de las escuelas ha producido efectos difíciles de reparar”. Destacó que los dos desafíos fundamentales que el sistema escolar tiene por delante son la pérdida de aprendizajes y el abandono de las niñas, niños y jóvenes.

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Ayer, el Presidente insistió en que debe prepararse el regreso a las escuelas a lo largo de estas semanas, que la fecha clave de 30 de agosto sigue en pie, y que “no debemos acostumbrarnos”. Hay que tomarle la palabra. Las y los estudiantes están en grave riesgo de abandonar la escuela, pero la escuela ha sido previamente abandonada por los adultos.

Abandonamos la escuela cuando la autoridad no atendió a las voces críticas, dejando que se pensara que la facilidad de transmisión televisiva de Aprende en Casa podía ser una alternativa sólida a las aulas cerradas. La encuesta de Inegi, el estudio ‘Equidad y Regreso’ de Mexicanos Primero, y ahora la evaluación de Coneval, muestran que se sobredimensionó el alcance potencial -sí llega muy lejos como ‘cobertura’ posible- con su efecto real, el aprendizaje, que en contraste se quedó terriblemente corto.

Abandonamos la escuela cuando, salvo honrosas excepciones como Jalisco, los Centros de Aprendizaje Comunitario, las escuelitas que se sostuvieron por su comunidad unida y solidaria -incluso algunas en el centro de Tuxtla Gutiérrez, en la zona en que la sección 7 de la Coordinadora hace de las suyas y sus líderes proclaman que no dejarán que los agremiados vuelvan a clase hasta que todos los niños estén vacunados- dejamos que los planteles no estuvieran abiertos para al menos usar los patios para juego, los pasillos para asesorías individuales, el internet pagado con fondos públicos para que se aprovechara como recurso que aliviara los costos de conectividad a las familias.

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Abandonamos la escuela cuando la decisión fue echarle candado y dejar las instalaciones sin mantenimiento; ese descuido las tiene ahora llenas de peligrosos metales oxidados, los pastos crecidos que atraen animales, los desagües azolvados, las azoteas anegadas, los techos goteando, los vidrios rotos. Peor aún, cuando casi 10 mil planteles han sido vandalizados o robados, un profundo desafecto y desprecio por ese espacio público, de donde se destruyó o sustrajo mesabancos, cable eléctrico, tuberías, puertas, hasta muebles de baño.

Abandonamos la escuela cuando hoy mismo permitimos que en lugar de estarse alistando, de servir para activación física -cuando por sus espacios abiertos y con distancia son más seguras que los mercados, las plazas comerciales y hasta los hogares de los chicos- mantengan sus puertas cerradas. Impulsemos que se forme la comisión, que se aplique y potencie los esfuerzos. No dejemos que se abandone y no abandonemos la escuela; aportemos recursos, participemos en tequios, exijamos protocolos para que sean espacio seguro de crecimiento. Todos esperamos mucho -a veces demasiado- de ella, para que corrija males sociales. Pero no la cuidamos todos. Que la escuela abra es imperativo, pues es casi el único lugar que queda en esta sociedad donde el esfuerzo y la esperanza se conectan… no la podemos perder.

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