Que los libros detengan las balas en Culiacán

Si algún lado tendría o tendríamos que mirar en estos momentos, es precisamente a lo que sucede en el ámbito educativo en Culiacán...
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El título que da entrada a esta serie de reflexiones, se desprende de una línea de una extraordinaria canción que hace algunos ayeres le escuché cantar a la gran Chavela Vargas, interprete mexicana de origen costarricense, que más de uno habrá oído en un algún momento de su vida. Su título no podría ser mejor que el contenido: “Noche de bodas”; una exquisita pieza musical que da cuenta de un sentimiento y gusto por la vida que todos, absolutamente todos los seres humanos deberíamos sentir: Que el maquillaje no apague tu sonrisa/ que el equipaje no lastre tus alas/ que el calendario no venga con prisas/ que el diccionario detenga las balas.

Sirva entonces este breviario cultural, así como la línea que obviamente modifiqué de la letra original, para plantear dos cuestiones que, hoy por hoy, desde mi perspectiva son fundamentales visibilizar: el clima de inseguridad que prevalece en México, así como el impacto que está teniendo en el ámbito educativo. Culiacán, en el estado de Sinaloa, es el más claro ejemplo, y por ello escribo un poco sobre esto.

Es bastante lógico pensar que los gobernantes, a pesar de que los hechos sean tan evidentes y a todas luces conocidos por la sociedad o sus pobladores, tiendan a minimizar esas realidades porque, si los aceptaran ipso facto sería como aceptar un desgobierno, ¿y cómo un gobernador o secretario de educación podría aceptar que no haya gobierno en su territorio o comunidad educativa? Tómese como ejemplo lo acontecido con la ex Secretaria de Educación del estado de Sinaloa, Catalina Esparza Navarrete, cuando hace unas semanas, donde la inseguridad y violencia en esa entidad estaba desatada, tuvo la brillante idea de visitar una escuela para transmitir en vivo tal acción a través de sus redes sociales. De hecho, en alguna parte de esa transmisión se escuchaba decir a esta flamante “funcionaria”: “son las 7:20 de la mañana, la escuela luce desierta, es una escuela secundaria de la maestra N, no atendieron la indicación que se les dio anoche a los supervisores, solamente para que no digan que no se vino, que sí están trabajando, les informo estoy yo aquí, no pasa nada, vengo del Tamarindo, La Conquista y de algunas otras secundarias, ando sola, no traigo chofer, no traigo guaruras, porque luego dicen que es peligroso moverse, y yo no veo por ningún lado el peligro, solamente para pasar el reporte, es la secundaria técnica…”.

Palabras dichas por esta ex Secretaria de Sinaloa que, aunque más tarde haya dicho que se “sacaron de contexto”, la verdad de las cosas es que refleja la realidad a la que aludía al inicio del párrafo anterior: los gobernantes y el mundo de fantasía en que viven.

Nada importó que fueran exhibidos en esa transmisión el supervisor y el director de la escuela; tampoco fue relevante exhibir a las maestras y maestros que, pensando en el bienestar de sus alumnos, de su familia y del suyo propio hayan decidido no presentarse debido a la falta de condiciones para hacerlo; y mucho menos pareció importante el posible pánico o terror por el que pudieran estar pasando las madres y padres de familia por la ola de violencia que estaba desatada (y aún lo está) por el enfrentamiento entre grupos delincuenciales conocidos como los “Chapitos” y los “Zambada”.

Es obvio que este tipo de funcionarios no tienen ni la menor idea de lo que significa quedarse en medio de un enfrentamiento entre grupos de narcotraficantes. Con seguridad las detonaciones, explosiones, gritos de terror o el andar de las “trocas” a una gran velocidad, solo les son conocidas en las películas de acción de Hollywood más no en su entorno inmediato o en su seno familiar porque, como ella bien afirma, ese día no llevaba “guaruras” o “chofer”. ¿Acaso se habrá preguntado el impacto psicológico que pueda tener en los niños el escuchar continua y permanentemente las detonaciones de arma de fuego en su contexto?, ¿acaso se habrá preguntado el impacto que puede tener en los estudiantes el constante ensayo de los protocolos que intentan salvaguardar su vida ante hechos violentos dentro o fuera del plantel?, ¿acaso se habrá preguntado la ansiedad y estrés que pueden estar sintiendo las madres y padres de familia cuando dejan a su hijo o hija en un espacio que hasta hace algunos años era considerado como seguro? Vaya, antes de conectarse a sus redes sociales para hacer esa transmisión, ¿acaso habrá pensado?

Hasta donde tengo conocimiento, porque las cifras derivadas de estos enfrentamientos son, digamos, inciertas, de septiembre (fecha en la que inició el choque entre los grupos arriba señalados) a noviembre, más de 500 muertes ha habido en esa entidad. Es decir que, en tres meses de violencia, la cantidad de ejecutados ya supera el medio millar.

Y bueno, en este tenor es insensible que nuestros gobernantes y políticos mantengan el viejo discurso “aquí no pasa nada”, “es un enfrentamiento entre delincuentes”; peor aún, que los militares aseguren que “la violencia solo se detendrá cuando los grupos criminales acaben con las confrontaciones”. Esto es irrisorio, por no decir, estúpido. En fin.

Si algún lado tendría o tendríamos que mirar en estos momentos, es precisamente a lo que sucede en el ámbito educativo en Culiacán porque, mientras las autoridades gubernamentales y educativas dicen que todo está bien, las maestras y maestros están haciendo maravillas para asegurar un proceso formativo que propicie la generación de aprendizajes en sus alumnos, pero también, desplegando fuerzas y conocimientos de no sé dónde para ser psicólogos, enfermeros, paramédicos, médicos, trabajadores sociales, en fin, para ser todo a la vez, mientras continúan enseñando en medio de un clima donde la inseguridad ha ganado terreno.

Ya van tres meses de violencia en esta entidad y en el municipio; es curioso como el gobernador, hombre sensible y a quien por cierto conocí en la presentación de un libro en las instalaciones del Senado de la República antes de que fuera gobernador, permita que funcionarios como la ex Secretaria de Educación actúe con tan insensibilidad ante hechos que son tan evidentes como los que se están viviendo en su estado.

Solo espero que se actué en consecuencia y en realidad se brinde el apoyo que requieren las maestras y maestros, pero, principalmente las niñas y los niños.

Es obvio que posar para las fotos no es suficiente; se requiere de acciones concretas que garanticen la seguridad de todas y todos.

Señor gobernador, no olvide que, si alguien o algo puede detener las balas, son los libros. 

Al tiempo.

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