Durante la primera semana de clases presenciales, continuaron los cuestionamientos sobre el sentido de un regreso tan precipitado, en un momento en el que la tercera ola de la pandemia arrojaba un número de contagios superior a los que se contabilizaron en la segunda, ocurrida hace un año, llevando a detener el inicio de las clases, ¡por la mitad de los contagios respecto a los datos actuales!
El gobierno federal, incluyendo las distintas instancias educativas y de salud, al parecer se ha dado a la tarea de minimizar las cifras de contagios, la saturación hospitalaria y el fallecimiento de jóvenes e infantes.
Atrás quedó el objeto de intervención de la estrategia gubernamental para mitigar los contagios: la circulación de la gente, la movilidad de la población en el trayecto de la casa a la escuela y viceversa. Mágicamente dejó de ser considerada el factor principal de contagio, lo que nos lleva a pensar que la gestión gubernamental de la pandemia es, por decir lo menos, irresponsable.
La circulación de millones de personas inicia desde que las familias salen de su hogar con destino a las escuelas; son varios los medios de transporte que requieren abordar, en horas pico van saturados, la sana distancia es una quimera, los espacios abiertos simplemente no existen. Por si fuera poco, nunca faltan pasajeros que se resisten a usar cubrebocas para evitar la transmisión del virus.
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Frente a este panorama, una semana de clases bastó para dejar en claro que las nueve medidas sanitarias anunciadas, que por cierto son exactamente las mismas que se habían anunciado desde hace un año, son a todas luces insuficientes, los contagios difícilmente se evitarán con ellas porque el riesgo comienza con la movilidad, ¡con la circulación que se da ANTES de llegar a la escuela!
No obstante, la parte gubernamental mantiene el regreso a clases presenciales por encima de la salud y vida de la población. ¡Llueve, truene o relampaguee!, prácticamente se está obligando a la población a asumir el riesgo entre morir y vivir porque ¡los caminos de la vida no son como yo pensaba!, expresión del jefe máximo de las fuerzas armadas del país a propósito del tema, en la conferencia mañanera, espacio gubernamental utilizado para fijar la agenda nacional, confrontar a los críticos e incluso ridiculizar a miembros de su propio gabinete.
¿Cuál es la urgencia?, ¿para qué regresar? Nos detendremos un tanto para destacar algunos de los elementos que consideramos motivan esta urgencia en regresar a clases presenciales, una urgencia colocada por delante y por encima de la mitigación de los contagios, sin importar sus implicaciones en la salud y la vida no solo de las comunidades escolares del territorio educativo sino, también, de los sectores de la población que se encuentran a su alrededor, con los que comparten el espacio cotidianamente.
Los discursos presidenciales sobre la importancia del regreso a clases presenciales para las niñas y jóvenes caerán por su propio peso, la realidad se encargará de evidenciar las falacias detrás de los discursos carentes de argumentos científicos, cuyo único sustento parecieran ser las creencias presidenciales.
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Una de ellas es la necesidad de socialización de los niños y jóvenes porque con tanto tiempo de encierro cada vez tienen más problemas socioemocionales. Para no extender mucho la argumentación sobre este tema de la socialización, vale la pena prestar atención a lo que significa acudir a clases presenciales en las actuales circunstancias. Las nueve medidas para un“regreso seguro” a clases, demandan limitar al máximo la cercanía, el contacto y la comunicación entre niñas, niños y jóvenes, aspectos todos ellos determinantes para favorecer y potenciar la socialización de las poblaciones estudiantiles.
Cada vez resulta más evidente que desde la perspectiva gubernamental, el regreso a la presencialidad obedece al interés de realizar evaluaciones diagnósticas para determinar cómo dar continuidad a los mismos planes, programas y contenidos neoliberales de la reforma 2013. Sí, los mismos definidos desde el sexenio de Peña Nieto que con la pandemia, no han dejado más que socavones pedagógicos en niñas y jóvenes de diferentes grados y niveles educativo. Si algo bueno ha ocurrido para ellos en este tiempo, no es gracias a estos planes y programas orientados por el enfoque de competencias para garantizar el máximo logro de aprendizajes, sinónimo de calidad educativa para la racionalidad neoliberal imperante. Reducir las grandes desigualdades sociales y educativas prevalecientes no es ni será la prioridad de un proyecto formativo que exalta el rendimiento producto del esfuerzo individual.
Como hemos señalado en reiteradas ocasiones, la pandemia vino a evidenciar y a profundizar las desigualdades provocadas por un sistema educativo que pregona la equidad, pero en su estructura y funcionamiento es profundamente desigual. Prueba de ello es la desatendida infraestructura escolar que no ha hecho sino ampliar las brechas en el acceso a la educación; los sectores de la población más empobrecidos son los que acuden a las escuelas más deterioradas, carentes de servicios básicos como agua.
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Ni siquiera la pandemia llevó a plantear el rezago de la infraestructura escolar como una prioridad gubernamental; dadas las circunstancias, ameritaba recursos públicos extraordinarios para paliar la situación de deterioro, agravada por el saqueo del que fueron objeto. Lo mismo ocurre con el rezago tecnológico, no es una prioridad disminuirlo, pese a que la pandemia agravó la brecha preexistente. Lo mismo puede decirse de la mal llamada revalorización magisterial; un bono de 720 pesos, un incremento salarial ridículo y la constante amenaza velada detrás de la reiterada frase “nunca se dejó de pagar al magisterio”, revelan el desprecio al trabajo diario que durante más de un año realizaron no sin contratiempos, para sostener la educación fuera de las escuelas, desde los hogares, junto con los padres.
De este modo, vemos que el regreso a clases se relaciona al menos, con tres intenciones entrelazadas: una: apresurar a la población para reactivar la cadena de consumo y endeudamiento que sostiene al sistema; otra: continuar y profundizar la formación de las nuevas generaciones bajo una racionalidad instrumental que se vio interrumpida por la pandemia. Otra más: reinsertar a niñas, niños, jóvenes y a sus familias, en una normalidad escolar que oculte lo más rápidamente posible los socavones de salud, educación, alimentación y bienestar en general que abrió la pandemia. Urge regresar no para entender de dónde vino este tsunami provocado por un virus que lo alteró todo, sino para ocultar el desastre que desnudó desde hace más de año y medio.
En un ejercicio de desmenuzamiento de la problemática que encierra la descripción anterior, observamos lo siguiente:
- La urgencia por el regreso a clases presenciales no busca atender los socavones de la desigualdad educativa sino obligar a las familias a llevar a sus hijos a la escuela; la pretendida socialización basada en el aislamiento, sin contacto físico, intercambio y comunicación responde a una perspectiva neoliberal. Cada uno debe hacer lo necesario para sobresalir y si se carece de los recursos necesarios, endeudarse para sobrevivir a la vorágine económica, social y cultural que fomenta al extremo la competitividad y el individualismo recalcitrante.
- Para el gobierno de la cuarta transformación, la socialización que importa es ésta. Ya de por sí durante la pandemia, las clases virtuales lograron que las y los estudiantes se familiarizaran con el trabajo en línea, lo que significa permanecer periodos largos sin despegarse de la pantalla, con escasos tiempos de descanso entre las actividades escolares. Ahora se añade la capacidad de ejecutar órdenes con la menor comunicación y contacto posible.
- El punto relevante de todo esto es que estas “formas” no son inocuas, modelan comportamientos, es decir, producen aprendizajes que no tienen que ver con los contenidos en sí mismos, sino con la forma, las condiciones de transmisión, el uso del tiempo y el espacio, el modo en que se hacen llegar los contenidos en esta escuela pandémica: niñas, niños y jóvenes sentados en bancas distantes unos de otros, recibiendo y acatando indicaciones para realizar ejercicios, terminar tareas que les serán calificadas como evidencia cotidiana de que estuvieron en clase, comportamientos muy similares a los que se demandan en el mundo laboral.
- Por su parte, continuando con la precarización ya instalada, las maestras verán sobresaturado su trabajo docente día con día, además de atender a los alumnos directamente en el aula, tienen que hacerse cargo de los filtros sanitarios, estar atentas a los protocolos establecidos, cuidar que el alumnado no establezca ningún tipo de contacto físico entre sí. Y por si eso no fuera suficiente, la SEP ha decidido que también se hagan cargo de atender sus problemas socioemocionales. Se les hace responsables de la supervisión en los filtros sanitarios, de revisar que las niñas y niños no presenten síntomas, temperatura o alguna señal que indique posibilidad de contagio. Porque si eso llega a ocurrir, serán responsables y la SEP les hará responder por su “descuido”, igual si toman la iniciativa de cerrar la escuela debido a la presencia de contagios confirmados, como ya sucedió en la primera semana de clases
- Las indicaciones de la SEP no han sido claras, la ambigüedad es el mejor estado cuando de adjudicar responsabilidades se trata. Aunque se ha hablado de que el regreso es voluntario para los padres, los maestros han recibido órdenes de no impartir clases en línea para obligar a los padres a llevar a sus hijos a la escuela. Si quieren clases sin asistir a la escuela, deberán tomarlas en línea; por tanto, los maestros deberán atender a los presentes y ausentes, dentro de su horario. Pero resulta que en las escuelas no hay internet, las madres y maestros han comenzado a cubrir el gasto correspondiente.
- Este tipo de determinaciones están ocasionando el desmoronamiento del tejido social en la comunidad escolar, entre docentes y madres por decisiones impuestas desde arriba, que confrontan, dividen y fracturan lo que más se requiere en este momento: hacer comunidad para cuidar la vida y la salud (Gran crispación en las escuelas tras regreso a las aulas)
- En la actualidad, es responsabilidad y obligación de las familias cubrir las carencias y deficiencias de infraestructura, a través de los Comités Escolares de Administración Participativa (CEAP), que es la instancia que recibe directamente recursos federales para el mantenimiento de las escuelas. Los comités deben encargarse desde realizar los diagnósticos correspondientes, hasta comprobar los gastos, etiquetados para ser ocupados en rubros precisos. Por supuesto, el recurso nunca será suficiente para cubrir las múltiples necesidades de las escuelas, así que reunir recursos adicionales es también parte de las responsabilidades de las instancias que representan a los padres y madres de familia, aunque eso ya no forme parte del programa (Manual del comité escolar de administración participativa.
- Todo esto es posible gracias a la corresponsabilidad, el eufemismo gubernamental utilizado para endosar a las familias los gastos de la infraestructura escolar que son bastante fuertes, más aún cuando debido a la pandemia, se requiere de reparaciones considerables, sobre todo en escuelas saqueadas. La formula por excelencia de la racionalidad neoliberal para potenciar las desigualdades sociales o escolares consiste en dar un recurso o estimulo que no sirve de mucho, para que las escuelas o la población se hagan cargo de cubrir todo lo que demás. De este modo, la corresponsabilidad se cubre de una autonomía de gestión meramente administrativa.
- Por si fuera poco, el jefe de la guardia nacional dice que no odia, pero no olvida. Recientemente se ha dado a la tarea de despreciar, humillar y desvalorizar a los docentes que demandan atención gubernamental. Dice tener autoridad moral para decir y no atender lo que es su obligación. “Ni frena ni la CNTE detienen al presidente” , eso lo aprendió en la lucha, así se lo hizo a los docentes que protestaban frente a la base militar de Chiapas donde realizaría su conferencia mañanera, pero también lo ha repetido en otras ocasiones, la más reciente fue en la mañanera del 2 de septiembre, tal vez para seguir abonando a la confrontación al interior de la CNTE y entre docentes y madres de familia en las escuelas (Hemos tratado a los maestros como se merecen). La protesta de la sección 7 de la CNTE le cayó como anillo al dedo, como si la estuviera esperando para ratificar su decisión de imponer el regreso a clases presenciales, y de paso disciplinar a las maestras mostrándoles que la única lucha valida es la que él algún día llevó a cabo. Como todo populista que ejerce el poder, las promesas incumplidas, las mentiras y argumentos contradictorios son utilizados como instrumentos de gobierno. En estos momentos aplicados claramente con las maestras de Chiapas, pero que no se olvide, ahí en la protesta, había también estudiantes de la normal rural de Mactumatzá exigiendo la liberación de sus compañeros golpeados y detenidos las fuerzas armadas federales y estatales. Su delito fue, y hay que recordarlo: pedir la aplicación de un examen de admisión presencial porque los aspirantes carecen de los recursos tecnológicos para presentarlo en línea.
Para hacer frente a los dobles discursos, las promesas incumplidas y los engaños de la 4T, así como determinar las acciones y estrategias necesarias para sortear la compleja situación que enfrentan las comunidades escolares, pensamos que estas son algunas de las cuestiones a analizar:
- Los socavones de la desigualdad educativa en todas sus dimensiones.
- Este tipo de socialización con racionalidad neoliberal aprovechando la pandemia.
- La sobresaturación, sobreexplotación y precariedad docente al regresar al trabajo presencial en la escuela y salón de clases.
- Al desmoramiento y ruptura del tejido social, entre docentes y madres, por la determinación institucional desde la cúpula de la SEP. Es una decisión de la escuela sino una determinación desde arriba para confrontar, dividir y fracturar lo que requiere en estos días: el cuidado de comunidad escolar por parte de la propia comunidad.
- A la profundización de la autonomía de gestión que desde la reforma educativa 2013 se ha planteado y se retoma en el programa la escuela es nuestra de la reforma educativa 2018.
- Al desprecio, humillación y desvalorización del magisterio por una supuesta autoridad moral gubernamental.
Publicado en Insurgencia Magisterial