La forma en que hablas provoca, escarnece; ese estilo que tienes agrede solo por hacerte notar. Esa guerra que anuncias te hace sentir invencible, visible y aplaudible. Encajado en tu traje costoso regateas las limosnas; así de petulante con aires triunfalista, suenas más arrogante…típico capitalista.
Te muestras maquillado e indolente impecable, muchos aires ufanos colisionan con los reflectores; así puedes construir castillos en el aire y derrumbas murallas que solo tú crees innecesarias, ese mismo pensar cercena tu juicio. A cabalidad tienes el cerebro cubierto de inoperancias, el mismo que no ve más allá de las apariencias.
Niño que lloras y haces berrinches, porque todo el mundo es tuyo; tiras y arrebatas todo a tu paso guiñándole el ojo a las cámaras, nada detiene tus impulsos, correteas buscando complacencia sin descaro señalas las incidencias, olvidando que tu obstinación es más causa que consecuencia.
Inmortalizado en fotografías que te dibujan para la posteridad, inmaculado de grandeza explicas tu postura; no hay más simpleza ni asomo de cordura, que azotar la mesa imponiendo tu mano dura.
Niño consentido del virreinato, emperador, meretriz, hipócrita mojigato; lamentable tu ceguera administrativa, que viendo el país incendiado no ves más razón que la que papi te ha dado; así escudas tu incapacidad recetando remedios impopulares, mercenario del magisterio, miembro de la pandilla de rateros viles y vulgares.
Jefe y subordinado con aspiraciones presidenciales, terco muñeco de diseñador que empleas un argumento remendado, copiado y crucificado; señalando que con azotes remedias los males, encarcelando voces inconvenientes. La cúspide no será permanente por más que se estire tu presidente.
No hay más que arrogancia en tu expresión que, aunque con algo de razón empañas la enmarañada la legislación por tu enceguecida obsesión; con mucha vanidad y expreso refinamiento demuestras que no te despeina ni el viento, en tus manos con furor retuerces la ley prospecto de virrey, sicario del emperador.