No soy Turquesa porque la sola idea de no saber qué es eso me enerva los sentidos; no porque ignore sino porque conozco. No lo soy para nada, pues es una causa indescifrable, ajena, populachera y jactanciosa de simpatía.
No soy lo que no puedo ser porque mata aquello que el gato consideró curiosidad. Eso es Turquesa…solo una ocurrencia de escritorio. Y eso no puedo ser. Jamás aquello en lo que no participé, en lo que no opiné. Aquello que exhibe mi corrientez es peso de mi testarudez, y aún sin tener una cartera sindical no recurro tanto a lo soez.
No soy de un color más confuso que del tricolor ensangrentado, no del azul amnésico y bélico que a mi patria tanto ha herido, no de un amarillo con los dientes podridos, jamás pues de un verde con más parecido a un dólar que a naturaleza. No soy turquesa, “a huevo” que no.
No soy pues de Nueva Alianza porque no me siento representado por ellos; ellos no sé quiénes son, son ricos, son plenipotenciarios. Vivo y trabajo en clima natural, soy de la clase trabajadora que devenga un salario honesto y decente, mi escuela se derrumba y mis alumnos arañan hilachos de esperanzas. No voy a zonas vips ni tomo café bajo el aire acondicionado como todo un burócrata en horarios de labor. Me gano la aceptación de la gente demostrándoles lo que soy luchando a diario frente a los retos de mi profesión: ser maestro, ese es mi orgullo. Y eso no es ser Turquesa, eso no tiene color.
¿El partido de los maestros? ¿Cuál?