Hace unas semanas en un curso de profesionalización, un tallerista habló de malas prácticas de crianza y empleó el ejemplo de una madre que le da el celular a su hijo pequeño para que juegue mientras ella trabaja, lo cual despertó incomodidad entre algunas de las participantes, quienes con toda razón se sintieron señaladas. Hay un gran estigma en torno al uso de pantallas y la crianza, especialmente para las madres. Lo que da pie a que a menudo se sientan juzgadas y presionadas en relación al tiempo que sus hijas e hijos pasan frente a dispositivos electrónicos. Esto puede generar sentimientos de culpa, ansiedad y confusión en las madres, quienes buscan equilibrar el uso de la tecnología con otras actividades para su familia.
Es cierto que el uso de tecnologías interactivas y la exposición a contenidos audiovisuales tiene efectos positivos y negativos. Por ello, es esencial comprender cómo hacer un balance entre el acceso a las tecnologías y otras formas de aprendizaje. Por ejemplo, resulta imprescindible propiciar el juego offline, pues desempeña un papel fundamental en el desarrollo del lenguaje y proporciona un entorno enriquecedor y estimulante para el crecimiento.
Las investigaciones de psicólogas del desarrollo como Kathy Hirsh-Pasek y Roberta Golinkoff han resaltado la importancia del juego, las conversaciones y el papel de las personas adultas en el desarrollo cognitivo y lingüístico de las niñas y los niños. El juego es crucial para fomentar habilidades clave del siglo XXI, ya que promueve la resolución de problemas, la colaboración, la creatividad, el bienestar y la toma de riesgos. Priorizar el tiempo sin pantallas, el juego, la conexión familiar, el ejercicio y las actividades al aire libre ayuda a reducir el uso excesivo de la tecnología, además evita que las niñas y los niños se obsesionen con ella. Al crear experiencias y rutinas en las que las pantallas no sean el centro, se puede lograr un equilibrio que garantice que niñas y niños estén físicamente activos, se conecten con otras personas fuera del ámbito digital y participen en actividades esenciales para su desarrollo cognitivo y emocional.
Difundir estos hallazgos es particularmente importante cuando pensamos en que está comprobado que el tiempo que destinan las infancias a jugar con pantallas tiene también un componente socioeconómico. Las niñas y los niños de hogares con ingresos más bajos muestran una mayor frecuencia y una duración más larga de uso de teléfonos inteligentes y tabletas en comparación con hogares de ingresos altos.
Más allá del origen social de las personas, cada vez resulta más desafiante restringir el tiempo dedicado a las pantallas, pues el uso de tecnologías está integrado en nuestra vida diaria, así como en la de los hijos y las hijas; desde realizar videollamadas con familiares que viven lejos hasta buscar información, muchas de nuestras actividades cotidianas implican interactuar con una pantalla. Esto no quiere decir que debamos ignorar la importancia de establecer límites para un uso saludable de la tecnología. El Dr. Michael Rich defiende la importancia de centrarse en la planificación del uso más que en el tiempo sin pantallas. Recomienda establecer rutinas como: salir a caminar, participar en actividades al aire libre o disfrutar de momentos de calidad en familia que no involucren el uso de tecnología, en lugar de simplemente limitar o prohibir el tiempo de uso de pantallas.
El uso de la tecnología por niñas y niños debe ser considerado en función del contenido y contexto, ya que puede ser beneficioso en ciertas circunstancias pero perjudicial en otras. Por ejemplo, quizás es buena idea tomar una foto para la abuela, pero sería peligroso enviar esa misma imagen a un desconocido. La influencia de la tecnología en el desarrollo del lenguaje infantil ha sido objeto de investigación, se ha determinado que su uso adecuado, en algunos casos, puede tener un impacto positivo en el desarrollo cognitivo y lingüístico de niñas y niños. Sin embargo, en otros casos, puede volverse un obstáculo para la comunicación y el desarrollo del lenguaje.
Es esencial, entonces, supervisar de cerca el uso de la tecnología, ya que las niñas y los niños no tienen el mismo control de impulsos y comprensión de los efectos a largo plazo que puede tener una persona adulta, cuyo cerebro está completamente desarrollado. Algunas recomendaciones incluyen modelar un uso consciente de la tecnología, aprender sobre nuevos juegos y aplicaciones juntos, monitorear el uso de internet y utilizar la tecnología como una herramienta efectiva. Además, se destaca la importancia de crear recuerdos significativos fuera del ámbito digital.
Es fundamental no estigmatizar el uso de la tecnología en la crianza, sino comprender cómo utilizarla de manera consciente. Esto implica limitar el propio uso de los dispositivos, acompañar a niñas y niños en su interacción con las pantallas y proporcionarles otros espacios de juego y tiempo de calidad lejos de ellas. El objetivo es fomentar un equilibrio saludable entre el uso de la tecnología y otras actividades que promuevan el desarrollo integral de las infancias.
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Referencias
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Hirsh-Pasek, K., Winthrop, R., Rich, M. et al. (2024). “Screens and children’s well-being: The latest evidence of technology’s impact on mental health and education”. Recuperado de https://www.brookings.edu/events/screens-and-childrens-wellbeing-the-latest-evidence-of-technologys-impact-on-mental-health-and-education/
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Rich, M. & Barker, T. (2024). The Mediatrician’s Guide: A Joyful Approach to Raising Healthy, Smart, Kind Kids in a Screen-saturated World. HarperCollins Focus.