En una conversación reciente, en redes sociales digitales, se decía que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es un líder “natural” y que Claudia Sheinbaum Pardo (CSP), no. De inmediato, manifesté mi desacuerdo en la mesa virtual, no tanto por identificar qué etiqueta le toca a cada líder político, sino sobre las categorías o conceptos utilizados para realizar el análisis. En lo que sigue, expongo los argumentos.
Un primer comentario breve y de bote pronto que expresé en esa conversación fue el siguiente: “No hay líderes “naturales”, todas y todos son sociales. No son biológicos ni de herencias genéticas, sino generados en contextos socioculturales y de aprendizaje”.
Ante el uso de términos como liderazgo “natural” (nato o heredado biológicamente) y social (aprendido) formulé la siguiente pregunta: ¿Existe el liderazgo “natural” para referirse a líderes políticos?
Términos como liderazgo natural, “nato” o liderazgo poseedor de “dotes” para caracterizar el liderazgo en distintos escenarios sociales como en la escuela (educación formal) y en la política, han sido duramente criticados en la literatura especializada.
Acerca del discutible concepto de “dotes”, que trata de dar explicación y sentido a la existencia del liderazgo “natural” en contextos políticos y educativos, encontré las siguientes críticas u objeciones en un fragmento de un documento más amplio, consultado a través de motores de búsqueda y opiniones de inteligencia artificial (I.A.):
1) Determinismo biológico vs. construcción social. La noción tradicional de “dotes” implica un determinismo biológico, lo que sugiere que el éxito o el fracaso están predeterminados por la genética. La crítica argumenta que esto invisibiliza el papel fundamental del entorno social, las condiciones materiales y el acceso a recursos en el desarrollo de habilidades individuales construidas, socioculturalmente, a favor del liderazgo político y educativo.
2) Reproducción de desigualdades: Teóricos como Pierre Bourdieu señalaron cómo el sistema educativo, al valorar ciertas “dotes” (que en realidad son capital cultural heredado), puede legitimar y reproducir las desigualdades sociales existentes. Se asume como “natural” lo que es el resultado de privilegios y oportunidades.
3) Influencia del entorno y la educación: El desarrollo de cualquier capacidad, como el liderazgo y la gestión en política o en educación, requiere de un proceso de aprendizaje, práctica, evaluación y seguimiento. La crítica enfatiza que incluso un potencial biológico debe ser cultivado a través de la educación y la experiencia individual y social para manifestarse.
4) Estereotipos y limitaciones: Etiquetar a las personas como “superdotadas” o “sin dotes” puede generar estereotipos que limitan las expectativas sobre el desarrollo de los individuos en cualquier área de la gestión y el liderazgo, lo cual puede afectar su motivación, intrínseca y extrínseca, y sus oportunidades de crecimiento o evolución en contextos sociales, humanos.
5) Concepción integral del talento: En lugar de una visión estrecha de la inteligencia o el talento como algo fijo o rígido, la crítica aboga por una concepción más integradora y flexible que valore una diversidad de habilidades y reconozca la plasticidad del desarrollo humano.
En conclusión, la crítica desafía la idea de que las “dotes” o los “dones”, en política o en educación, sean procesos naturales e inmutables, y se propone, por el contrario, que éstas sean habilidades que se cultivan y dependen crucialmente del contexto social, cultural y educativo.
Sin embargo, en el mundo actual del siglo XXI, el liderazgo social, político o educativo se construye más rápido y con menos filtros que nunca, pero también es más frágil.
Hay autores (principalmente académicos, ensayistas y filósofos) que han sido particularmente duros o muy escépticos con la idea del “liderazgo natural” (es decir, la noción de que ciertas personas nacen con cualidades innatas de líder, carisma innato, grandeza predestinada, etc.), tanto en política como en educación. Sus críticas suelen girar en torno a que esa idea es ideológica, elitista, pseudocientífica o funcional al poder establecido. Algunos nombres de estos críticos y críticas son:
Herbert Spencer: Ya en el siglo XIX atacó la “great man theory” de Carlyle y defendió que los líderes son producto de las circunstancias sociales, no al revés.
Pierre Bourdieu: Critica duramente el carisma como construcción social y como forma de dominación simbólica (especialmente en El sentido práctico y en sus textos sobre el poder simbólico).
Michel Foucault: Desmonta toda noción de “sujeto soberano” o líder carismático natural; el poder es una red, no una cualidad personal.
Hannah Arendt: En Las origines del totalitarismo y en ensayos sobre autoridad, cuestiona el culto al líder carismático (aunque distingue autoridad de poder coercitivo).
Noam Chomsky: Sistemáticamente ridiculiza la idea de líderes “naturales” o “visionarios” y la ve como propaganda para justificar jerarquías.Por otra parte, y para finalizar este breve comentario, investigaciones publicadas durante los últimos 20 años afirman que el liderazgo en animales no humanos (el llamado liderazgo “natural”, biológico) se entiende como la capacidad de uno o varios individuos de determinadas especies para influir de manera consistente en los movimientos, decisiones o comportamientos del grupo, generalmente en contextos de desplazamiento, acceso a recursos, resolución de conflictos o toma de decisiones colectivas. Pero ello no implica necesariamente dominancia jerárquica ni coerción; en muchas especies es un proceso consensuado o distribuido.
Si bien no podría explicarse aquel fenómeno (la construcción social del liderazgo) a partir de una idea “biologicista”, cabe preguntarse al respecto: ¿El modelo de liderazgo distribuido en humanos, tan multicitado en diferentes países del mundo y aplicado tanto en la política como en la educación se ha generado, ha recibido alguna influencia o se ha definido a partir de los estudios que se han llevado a cabo con animales?
@jcma23
