Jesús Murillo Karam, Procurador General de la República durante el Gobierno de Enrique Peña Nieto, estuvo al frente de las investigaciones sobre la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, Gro.
Como se recordará, estos trágicos hechos ocurrieron la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre de 2014, cuando un grupo de alumnos se trasladaron a Iguala a tomar autobuses para que pudieran participar en la marcha del 2 de octubre en la Ciudad de México; evento al que año con año se asiste porque se recuerda la represión del gobierno hacia los estudiantes en 1968; y bueno, en esa noche y en ese lugar, presuntos policías municipales de esa localidad accionaron sus armas contra los normalistas resultando heridos y/o asesinados algunos de ellos, pero 43 estudiantes más, hasta el momento en que cierro estás líneas, siguen desaparecidos.
Días después el ex procurador Murillo Karam dio a conocer los resultados de las investigaciones pronunciando unas palabras que marcaron su paso por dicha procuraduría: “esta es la verdad histórica de los hechos”. Semanas más tarde (a finales de 2014), ante la presión de varios sectores de la sociedad y de prácticamente todos los medios de comunicación expresó otra frase que solo evidenció la insensibilidad, soberbia y arrogancia de este ex servidor público: “ya me cansé”. Dicha frase causó una indignación de enormes proporciones en la sociedad y, aunque Karam intentó componer sus dichos estos ya habían calado muy hondo, sobre todo, en los padres de familia de los jóvenes estudiantes quienes, a manera de recordatorio, siguen esperando la aparición con vida de sus hijos.
Casi 11 años después de tal incidente sucedió algo que no hubiéramos imaginado, porque, en plena conferencia de prensa el pasado 28 de julio, la gobernadora de Veracruz, Rocío Nahle, expresó dos frases que, al igual que Murillo Karam, causaron indignación en la sociedad: “esa fue la realidad les guste o no, o si hacen escándalo”, refiriéndose a los hechos donde la profesora Irma Hernández Cruz perdió la vida en manos de un grupo del crimen organizado, debido a que presuntamente se negó a pagar derecho de piso.
Como se recordará, la docente jubilada y taxista fue secuestrada el pasado 18 de julio en Álamo, Temapache, Ver., por un grupo armado. Un día después se dio a conocer un video donde aparecía hincada expresando algunas palabras frente a una cámara y rodeada de varios encapuchados que portaban armas largas. Desafortunadamente el 24 de julio fue encontrado su cuerpo sin vida en una zona aislada en la región norte de esa misma entidad federativa.
En primera instancia, ante los cuestionamientos de los medios de comunicación, la gobernadora morenista no atinó a expresar con claridad sus ideas y, en un dejo inexplicable de barbaridad, se atrevió a señalar que la maestra no había sido asesinada, sino que fue violentada y que por esta razón le había dado un infarto. Tales dichos parecieron no reconocer la gravedad de la situación que, efectivamente acontece en todo el país, pero minimizar el actuar de los grupos criminales parecería una barbaridad; algo, repito, inexplicable.
Ante la presión de los medios de comunicación y de varios sectores de la sociedad, en la conferencia del 28 de julio expresó que era de miserables hacerle esto a una familia enlutada llevándolo a niveles de escándalo; de hecho, en esa misma rueda de prensa, presentó al doctor que había hecho la necropsia (hoy se sabe que no cuenta con la especialidad en medicina forense), misma que confirmaba que la docente había sido violentada y, posterior a ello, había fallecido. Y remató: “esta fue la realidad les guste o no”. ¿Algo así como una verdad histórica?
Dos eventos trágicos como lo son, con dos servidores públicos con un dejo de soberbia e insensibilidad verdaderamente impresionante. ¿Es lo que nuestro país y la sociedad merece y nos merecemos como mexicanos? Lo mínimo que podría pedírseles es un poquito de cordura y sensatez, vaya, porque ambos personajes han dejado y dejan mucho que desear en cuanto al cumplimiento de su responsabilidad al frente del servicio público que dijeron o dicen ejercer.
Curiosamente, les guste o no les guste, muchos funcionarios de la actual administración a nivel federal o en los estados, son igualitos o peores a los que tanto criticaban en el pasado. Ahí tenemos a varios “prestigiados morenistas” dándose la gran vida en países del viejo continente que cientos, miles o millones de mexicanos en su vida podrán conocer. Ahí tenemos a un Secretario de Educación que disfruta de las mieles de Portugal mientras hay cientos de maestros padeciendo los estragos de la falta de presupuesto para el pago de cheques, estímulos, retroactivos, etc. ¿En qué son diferentes? Insisto, les guste o no les guste, son igualitos a los de antes.
¿No acaso desde la llegada de López Obrador a la presidencia de la República se ha defendido a capa y espada a la USICAMM, copia mal hecha de la CNSPD, en cuanto a los procesos de ingreso, promoción y reconocimiento?, ¿no acaso el actual gobierno sigue defendiendo a capa y espada el sistema de pensiones impuesto por el calderonismo que privilegia a los dueños de las afores y no a los trabajadores de la educación?, ¿no acaso el actual gobierno y, particularmente la SEP, ha establecido alianzas que parecieran ser inquebrantables con el charro mayor que dirige al SNTE, con el propósito de beneficiarse mutuamente pero no al magisterio en su conjunto?, ¿no acaso se ha burocratizado hasta el hartazgo los CTE como en los mejores tiempos de Peña Nieto y Aurelio Nuño afectando los procesos de diálogo y trabajo colaborativo en los centros escolares? En fin. La lista podría ser larga, no hay duda de eso; por ello es que pregunto ingenuamente, ¿acaso no son iguales?
Les guste o no les guste, yo creo que sí, pero como alguien puede argumentar que no se trata de creer sino de comprobar, les dejo dos hechos irrefutables: la USICAMM y la ley del ISSSTE de 2007; ambas cuestiones surgidas en periodos neoliberales que tanto siguen criticando en Morena y que hoy siguen operando como si nada hubiera cambiado en el país.
En fin.