Las intenciones de la evaluación magisterial

Desde luego que en todo proceso de creación, construcción, desarrollo y acción siempre es y será necesaria la evaluación como el proceso permanente ...
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Desde luego que en todo proceso de creación, construcción, desarrollo y acción siempre es y será necesaria la evaluación como el proceso permanente durante el cual se perfeccionan los resultados planteados en los objetivos.

Sin embargo existe mucha diferencia en la manera apropiada de utilizar esta herramienta que no es otra cosa que parte ineludible del mismo procedimiento y, la forma inquisitorial que la SEP pretende aplicar a la situación educativa del país.

La evaluación magisterial está llena de suspicacias, de dudas, de desconfianza creciente debida en buena manera a varios factores que la han convertido en la figura antagónica que atenta contra la permanencia de muchísimos docentes frente a grupo.

Es precisamente esa actitud corrosiva que la autoridad educativa tiene la que hace desconfiar de los mecanismos evaluativos; pues se sobre entiende que las maestras y los maestras de México han dejado de ser agentes educativos (entiéndase alfabetizadores e instructores multidisciplinarios) reales y humanos para ser convertidos en matriculas desechables sujetas al vaivén de funcionarios públicos autoritarios y dictatoriales.

El proceso de evaluación magisterial no puede reducirse a una prueba llena de inexactitudes, sospechosa e incompleta que parcializa y reduce al mínimo los factores participantes en una tarea que es responsabilidad de más tres.

Para el anuncio y la propaganda popular sigue siendo una educación tripartita mientras que en la práctica cotidiana sea solo el docente quien deba ser responsable por acciones u omisiones en una profesión cada día más amenazada.

Las pruebas escritas se han convertido en una ruleta rusa, donde los destinos del evaluado solo quedan a merced del destino. Precisamente uno de los desatinos de los gobernantes (tricolores y blanquiazules) desde siempre y hasta ahora ha sido considerar que el mexicano es el mismo en cada uno de los Estados, cuando la realidad nos muestra que del norte al sur la diferencia que existe es abismal en todos los aspectos (sociales, culturales, geográficos, económicos, etc.).

Por eso mismo es lógico entender que el plan de estudios, los libros de textos, la infraestructura, los recursos económicos, los usos y costumbres, etc., y en suma el modelo educativo no es el apropiado.

Universalizar los resultados solo rezaga y excluye. Generalizar genera inequidad e injusticias de parte del Estado que solo pretende eludir sus responsabilidades.

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