“La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo.”
Eduardo Galeano
El devastador paso del huracán Otis por Guerrero ha dejado una estela de desolación, particularmente en Acapulco y sus alrededores. Las cifras trascienden los dígitos de un informe; relatan historias de vidas jóvenes interrumpidas, de educación en pausa, de futuros inciertos. Casi 300,000 niños, niñas y adolescentes han sido afectados directamente, y el cierre de escuelas ha impactado la educación básica de casi 178,000 estudiantes. Este impacto al sistema educativo resalta una verdad ineludible en todo México: la urgencia de prepararnos mejor frente a desastres naturales y de unirnos en la adversidad para construir una comunidad más robusta y cohesionada.
Las lecciones de otros huracanes como María y Katrina nos enseñan que las afectaciones psicosociales y educativas en los niños son profundas. La educación no es solo una transferencia de conocimiento; es un pilar de seguridad, un retorno a la normalidad, y una fuente de esperanza en tiempos de crisis. Las escuelas se convierten en santuarios en medio del caos, ofreciendo no solo aprendizaje académico, sino también apoyo emocional y social, elementos vitales para el bienestar infantil y juvenil.
Guerrero nos muestra que cada escuela debería tener un plan de emergencia que incluya evacuación, primeros auxilios y apoyo psicológico. La infraestructura debe ser revisada y fortalecida, y los gobiernos deben incorporar mecanismos para introducir la gestión de riesgos y la resiliencia como aspecto clave. Además, la formación de docentes en educación emocional, primeros auxilios psicológicos y la detección de signos de trauma en estudiantes son esenciales para cuando existan situaciones de emergencia en los centros educativos y las comunidades para una mejor recuperación luego de eventos catastróficos como éste.
La generosidad y solidaridad que surge tras un desastre natural son fundamentales. La movilización de la niñez y juventud para la recolección de víveres y apoyos solidarios en estos momentos son fundamentales. Esta solidaridad no solo alivia el sufrimiento a corto plazo sino que también contribuye a la formación de una mejor personalidad en nuestras niñas, niños y jóvenes.
La solidaridad vista en Acapulco y las acciones conjuntas para la recuperación tienen el poder de transformar. Al involucrar a niños y adolescentes en esfuerzos de ayuda y reconstrucción, estamos fomentando en ellos la empatía y la responsabilidad social. Estos jóvenes no solo aprenden a sobrevivir; se capacitan en el cuidado de los demás, en la construcción de comunidades resilientes y en liderar en medio de la adversidad.
Así, el huracán nos deja valiosas lecciones. La necesidad de estar preparados, la fuerza de la sociedad civil, la importancia de la educación como un eje de recuperación, y la fuerza de la solidaridad son claras. Debemos tomar estas enseñanzas y aplicarlas, no solamente en Guerrero sino en cada entidad de la República, para estar mejor preparados para el futuro. Porque si algo es seguro, es que no será el último evento catastrófico natural que tengamos, por lo que debemos estar más preparados. Porque la historia nos ha enseñado que este no será el último desafío natural que enfrentaremos. Porque la educación es el camino…