Las 7 “D” para repensar la dirección escolar

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En un sistema tan plural como el educativo, la diplomacia no es debilidad, sino una forma sofisticada de liderazgo…


SEP, supervisores y maestros.

Durante dos intensas semanas del verano de 2018, un grupo de 50 directivos de Escuelas Normales Públicas de 23 entidades federativas emprendimos un viaje académico hacia el corazón de la formación docente en Francia. El destino fue Poitiers, cuna de pensadores como Michel Foucault y sede de la Escuela Superior del Profesorado y la Educación (ESPÉ), donde se llevó a cabo una capacitación estratégica en el marco del programa Becas de Capacitación en Francia, impulsado por la Subsecretaría de Educación Superior de la Secretaría de Educación Pública y la Coordinación Nacional de Becas de Educación Superior.

Más allá de los aprendizajes técnicos y organizativos que caracterizaron la estancia, lo que resonó con fuerza en quienes participamos fue una fórmula sencilla pero profundamente potente para el ejercicio del liderazgo educativo: la Regla de las 7 “D”. Propuesta por Jean-Claude Chapu, Director Adjunto de la ESPÉ, esta regla sintetiza los elementos indispensables que deben cultivar los directivos de los centros formadores de docentes para responder a los desafíos del presente.

La primera “D” —dirigir— recuerda que los liderazgos en las Escuelas Normales no son meramente administrativos. Implican guiar, representar y dar rumbo a las decisiones institucionales. Dirigir significa conducir a la comunidad normalista con visión, ética y compromiso con la formación de futuros docentes.

Decidir es el segundo verbo rector. Chapu planteó que dirigir sin decidir es abdicar. Pero decidir sin criterio es poner en riesgo el rumbo. Por ello, la toma de decisiones debe estar guiada por un análisis responsable que favorezca el aprendizaje, impulse la formación continua del personal docente y propicie la mejora institucional continua.

El liderazgo pedagógico exige saber dialogar. La palabra, lejos de ser adorno, es herramienta de cohesión. Dialogar con estudiantes, docentes, autoridades y padres de familia permite construir comunidad, abrir cauces a la participación y resolver conflictos con sentido educativo. Esta “D” subraya que gobernar una institución sin conversación es como intentar sembrar sin tierra.

Ningún directivo puede ni debe hacerlo todo. La cuarta “D” nos invita a delegar, es decir, a confiar, encomendar y facultar. Esta práctica permite el desarrollo de liderazgos intermedios, fortalece la corresponsabilidad y mejora el clima institucional. Delegar no es desentenderse, sino habilitar a otros para cumplir con solvencia sus funciones.

La disponibilidad es una actitud. Implica estar presente, abrirse al diálogo, estar dispuesto a cambiar y aprender de los demás. En el contexto de las Escuelas Normales, donde conviven saberes diversos y necesidades múltiples, la disponibilidad es la clave de un liderazgo cercano y genuinamente pedagógico.

La sexta “D” nos llama a ejercer la diplomacia, entendida como la capacidad para comunicar sin herir, conducir sin imponer, señalar sin descalificar. En un sistema tan plural como el educativo, la diplomacia no es debilidad, sino una forma sofisticada de liderazgo que sabe cuándo hablar, cómo decir y a quién dirigirse.

Finalmente, el discernimiento completa la regla. Es la facultad de ver con claridad, de analizar con sensatez y actuar con prudencia. Frente a decisiones difíciles, conflictos o incertidumbre, el discernimiento permite ponderar riesgos y beneficios, y actuar con responsabilidad institucional.

Este encuentro internacional no sólo fortaleció habilidades directivas, también nos permitió establecer un análisis comparativo de los modelos de formación entre Francia y México. Descubrimos la centralidad de la investigación, el trabajo colaborativo, la política de recursos didácticos y la necesidad de comunidades profesionales de aprendizaje como pilares de la formación docente en Francia.

Inspirados por los modelos franceses y por las palabras de Chapu, los participantes coincidimos en la urgencia de impulsar una reingeniería educativa en nuestras Escuelas Normales: transformaciones institucionales profundas, sostenidas en nuevas formas de pensar, planear, evaluar y liderar.

Aquel julio de 2018 no sólo representó una movilidad académica; fue, para muchos, una transformación intelectual y profesional. Estar en la tierra de pensadores como Rousseau, Descartes, Beauvoir o Derrida, fue también una invitación a pensar, cuestionar e imaginar nuevas formas de educar.

La regla de las 7 “D” no es una receta, sino un principio orientador. Un llamado a ejercer el liderazgo directivo con responsabilidad, apertura y humanismo. A siete años de esta experiencia, sus enseñanzas siguen vigentes: para transformar la educación, necesitamos líderes que dirijan con visión, decidan con sabiduría, dialoguen con respeto, deleguen con confianza, estén disponibles, actúen con diplomacia y disciernan con madurez. Porque sólo con directivos comprometidos, reflexivos y estratégicos, las Escuelas Normales seguirán siendo el corazón de la transformación educativa en México.