El presupuesto aprobado para educación básica en 2020 no sólo es insuficiente (10% menos con respecto al de 2019), es inadecuado para concretar lo planteado en la reforma al artículo 3º constitucional: una educación equitativa, inclusiva, integral, intercultural y de excelencia, que garantice a todas y todos oportunidades pertinentes y relevantes de aprendizaje y participación desde el primer día de vida.
Transitar del papel a la realidad, aterrizar las aspiraciones planteadas en la Constitución requiere avanzar con intencionalidad, armar, paso a paso lo necesario para impulsar una transformación desde cada comunidad escolar. Y una cosa nos debe quedar clara: la transformación no viene desde arriba. No es algo que una persona, o un grupo de personas, puedan declarar o mandatar. Viene desde abajo, desde las escuelas, las supervisiones y las oficinas de las autoridades educativas estatales.
Si las y los estudiantes, maestros, directivos, supervisores, asesores, familias, y funcionarios intermedios no quieren o no pueden impulsar cambios en ellos mismos así como en las personas, relaciones, prácticas, políticas y culturas a su alrededor, nunca veremos tal transformación educativa.
Lo que sí se debe hacer desde arriba es armar el sistema de apoyo para fortalecer el compromiso y las capacidades de estas personas y facilitar el trabajo desde lo local. Parte fundamental de esa “armada” son los recursos económicos. El gasto es un instrumento poderoso de política pública justo porque impacta en los dos lados de la moneda; por una parte, “capacita”, abre la posibilidad de actuación, y por otra, “compromete”, manda señales de confianza, es una inversión en estas personas transformadoras.
El presupuesto recién aprobado por las y los diputados, aunque contempla becas para promover la presencia en las escuelas, no apoya a las personas para que se conviertan en agentes transformadores una vez que llegan ahí.
¿Cómo entender el reconocimiento de la centralidad de las y los docentes al proyecto educativo planteado en el artículo 3º con los recortes que ha sufrido la formación docente continua en los últimos dos años? Al programa que promocionará el béisbol, la caminata y el boxeo se darán 440 millones de pesos en 2020; a la formación de las y los docentes en servicio, los “agentes fundamentales” del sistema educativo y los principales responsables de la implementación de la “Nueva Escuela Mexicana”, menos de la mitad, 171 millones, lo equivalente a 159 pesos por maestro. Cifra que no deja de ser indignante.
¿Cómo entender la priorización del interés superior de las niñas, niños, adolescentes y jóvenes a la luz de un recorte de 52% al Programa de Escuelas de Tiempo Completo?, casi el único programa que ha demostrado mejorar su aprendizaje, además de que ha permitido la participación laboral de sus mamás para mejorar la situación económica familiar.
El presupuesto ya quedó aprobado, no lo podemos cambiar, pero debemos aprender para los pasos siguientes. Los cambios contemplados en el tercero constitucional no se lograrán con discursos ni promesas, pero sí apoyando a las personas que día a día viven y construyen nuestro proyecto educativo.