Hace unos días, escuché con atención las comparecencias de la Secretaria de Educación, Delfina Gómez, tanto en el Cámara de Senadores como en la de Diputados – ejercicio que se desarrolla como parte de la glosa del 3er. Informe de gobierno del presidente López Obrador – y, pareciera ser que nuestro país vive uno de los mejores momentos en materia educativa, y no es cierto. Las cifras alegres, los datos pomposos o las falacias discursivas que se construyen desde las oficinas en República de Argentina, son uno de esos tantos sueños guajiros que los funcionarios públicos están acostumbrados a vivir desde que pisan sus respectivas oficinas para desempeñar los encargos que les fueron conferidos. Un asunto que no es nuevo pero que, a la luz de los diversos acontecimientos y formas de difundir la información, gozan de escasa credibilidad, dada la disonancia que produce en el cerebro la escucha de las palabras con lo que realmente ocurre en las escuelas y en las aulas.
No, hasta el momento no hay Nueva Escuela Mexicana. Los tiempos rebasaron lo que fue llamado el proceso de construcción colectiva del nuevo plan de estudios porque, si bien es cierto que en diversas disposiciones normativas y hasta un curso se brindó al magisterio sobre este asunto, también es cierto que, en los hechos, el profesorado mexicano sigue trabajando con los planes de estudio 2011, emanado de la Reforma Integral de la Educación Básica, y el 2018, que conocimos con el nombre Aprendizajes Clave para la Educación Integral del Nuevo Modelo Educativo. Esta es una realidad sencillamente irrefutable.
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Curioso fue pues, el no escuchar en ambas comparecencias, un solo dejo de autocrítica sobre este fallo de la Dependencia que hoy encabeza la profesora Delfina. Como fue conocido, la maestra se limitó a mencionar que, para el siguiente año o ciclo escolar, se pondrá en marcha el tan anunciado plan de estudios de la Nueva Escuela Mexicana. Entonces, ¿todo está bien como en el discurso se puede apreciar? La verdad de las cosas es que, como sabemos, los docentes hacen hasta lo imposible por generar aprendizajes en sus alumnos con uno u otro plan de estudios. La política, esa mala política, es política y punto. En las aulas se viven procesos alejados de dicha política pero que, indiscutiblemente, afectan su desarrollo. En consecuencia: ¿qué estudios o investigaciones habrá hecho la Secretaría de Educación Pública (SEP) para medir o valorar el impacto que está teniendo, en los aprendizajes de los estudiantes, la aplicación o desarrollo de esos planes de estudio cuyas concepciones corresponden a ciertos momentos y corrientes pedagógicas?, ¿cuál será el enfoque que apreciaremos en el nuevo plan si las disposiciones normativas son solo eso, disposiciones que en el aula se viven de manera diferente?, ¿de qué manera se capacitará al profesorado mexicano si, para acabar pronto, la supuesta capacitación recibida sobre temas de educación socioemocional, vida saludable y otros, no han profundizado lo suficiente para una implementación adecuada y aceptable en cada una de las escuelas? En fin.
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No, hasta el momento no hay una revalorización del magisterio. La promesa lanzada por el ex candidato a la presidencia, y hoy presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, se ha quedado en un mero intento porque, si bien es cierto que producto de la reforma a la mal llamada reforma educativa del 2013 el tema de la evaluación punitiva fue eliminado, también es cierto que hasta nuestros días no ha habido mejoras en el salario de los trabajadores de la educación, tampoco esquemas de capacitación, actualización y profesionalización docente y, mucho menos, un mejoramiento en las condiciones laborales y profesionales para el desarrollo de su quehacer educativo. Muestra de ello, es el desastre que ha sido la Unidad del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros (USICAMM); un órgano desconcentrado que sigue impulsando una de las políticas más neoliberales que, con el peñanietismo, se concretó al clasificar como idóneos o no idóneos a los profesores mexicanos. Hoy, esta unidad se caracteriza por el incumplimiento de las diversas disposiciones normativas y administrativas que tiene a su cargo; ya sea en los procesos de promoción vertical, horizontal o de ingreso, se hace evidente el calvario que tienen que transitar quienes desean incorporarse al Sistema Educativo Nacional (SEN) o, de alguna forma, mejorar su salario a través de un esquema de promoción opaco y plagado de irregularidades que, indiscutiblemente, vulnera los derechos profesionales y laborales adquiridos por los concursantes. ¿Y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación?
Sobre este asunto, llamó la atención la participación de una Diputada morenista que, palabras más palabras menos, aseguró que la consolidación de la USICAMM ha dignificado la profesión docente, su vocación y su trabajo. Al respecto, ¿conocerá esta Diputada el origen del sistema de estímulos salariales implementado en nuestro país hace unos años?, ¿sabrá esta Diputada que, bajo el mismo esquema, pero con otro nombre, operó el programa de estímulos salariales con el peñanietismo a través de la Coordinación del Servicio Profesional Docente (CNSPD)?, ¿conocerá esta Diputada que, bajo la CNSPD, Aurelio Nuño no se cansó de denostar a las maestras y maestros de México?, ¿sabrá esta Diputada que, la USICAMM, es una copia mal hecha de aquella CNSPD? Supongo, unas clases de historia no le caerían nada mal.
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No, el regreso a clases presenciales no es un logro del actual régimen. Éste se ha desarrollado gracias a los esfuerzos emprendidos por miles de alumnos, padres de familia, maestros y directivos de las miles de escuelas que conforman el intricado SEN porque, si bien es cierto que las escuelas abrieron sus puertas, la coordinación, pero sobre todo, los insumos materiales e inmateriales que se requirieron para este propósito, corrió a cargo de cada plantel educativo. De hecho, si usted llegara a preguntar a quien ha tenido la posibilidad de enviar a sus hijos a los centros educativos desde que inicio este ciclo escolar, o bien, a quienes laboran en cada uno de éstos, la respuesta irá en el mismo sentido: hasta el momento, para reabrir los planteles, la SEP solo hizo llegar unos cuantos litros de cloro, gel, trapeadores, cubetas y nada más. ¿Es motivo de celebración la reapertura de los centros escolares sin las condiciones, mínimas y necesarias, para que asistan miles de alumnos y profesores?, ¿no es obligación del estado, a través de la SEP, asegurar las mejores condiciones para que esto ocurra de la mejor manera? Pienso que, tal vez, hay otros datos que, por obvias razones, omitió mencionar esta funcionaria pública pues, como se sabe, la estrategia Aprende en Casa implementada durante el aislamiento educativo no tuvo el impacto esperado, las escuelas siguen teniendo serios problemas en cuanto a infraestructura, agua potable, luz eléctrica, internet, entre otras. Ojo: no todas las escuelas forman parte del limitado programa la Escuela es Nuestra, y eso las autoridades educativas y los profesores lo saben muy bien.
Sí, hay quienes viven y perviven en una burbuja o un sueño guajiro. Tal vez, con ello, se piense que con falacias narrativas se asegure en el futuro un lugar en un escaño o gubernatura, pero la verdad de las cosas es que ni el SEN vive sus mejores momentos ni éste se ha transformado como se alude en el discurso.
Ahí tiene usted, a los cientos de profesores del Programa Nacional de Inglés (PRONI) que a diario padecen los estragos de una política educativa mal implementada y, quienes, tal parece, mendigan por su salario dada la prestación del servicio educativo por el que fueron contratados.
Sí, esas son los otros hechos, aunado a los que se “desconocen” derivados del impacto que ha tenido la pandemia en los estudiantes que tuvieron que abandonar sus estudios porque el alimento es primero.
¿Saldrá de esta burbuja la Secretaria para hacer su trabajo?
Al tiempo.