En abril de año pasado, publiqué un texto que llevaba por título “Por un 30 de abril con muchas sonrisas de felicidad” y, en enero de este año, otro que decidí nombrar “Docentes tiktoker”. En el primero, reflexionaba sobre el significado de una fecha tan importante en nuestro país y en las escuelas de educación básica como lo es el Día del Niño, pero también, sobre los grandes retos que siguen latentes en cuanto al acoso, maltrato y abuso sexual infantil. En el segundo artículo aludía al fenómeno de las redes sociales que han ido en aumento en el medio educativo, específicamente, de los “creadores de contenido” que se han “posicionado” en ciertas redes sociales y que, en sus producciones, emplean las escuelas, salones y hasta sus estudiantes como parte de dichos “contenidos”. Dos temas de singular valía, a los que regresaré en un momento.
En días recientes me enteré por un familiar y por esas redes sociales de dos situaciones que deseo compartirles.
La primera, se trató de una reforma a la Ley General de Educación (LGE), en la que se adicionó un artículo a la misma, el 73 Bis, para quedar como sigue: Ninguna institución educativa, pública o privada, podrá utilizar o difundir la imagen, voz o datos personales de niñas, niños y adolescentes sin el consentimiento previo, expreso y por escrito vía documento firmado de sus madres, padres o personas tutoras. El consentimiento podrá revocarse en cualquier momento, sin que ello implique afectación alguna a los derechos o a la situación escolar de quien se trate. Lo anterior de conformidad con lo previsto en la Ley General de Protección de Datos Personales en Posesión de Sujetos Obligados y la Ley Federal de Protección de Datos Personales en Posesión de los Particulares.
La segunda, una noticia que me dejó impactado, la denuncia de colectivos y madres de familia de un grupo creado en Facebook denominado “La princesa de papá” en el que los participantes, en su mayoría masculinos, compartían contenido sobre menores de edad (fotografías y pornografía infantil). Dicho grupo, actualmente se encuentra “en pausa” en esa red social, pero al momento de su cierre, según las investigaciones de las autoridades competentes, contaba con más de 20,500 miembros de diversos países, incluyendo el nuestro.
Algunos tiktoker señalan que, en este grupo, los mismos padres de familia de las y los menores eran quienes compartían esas imágenes o videos, además de que con el apoyo de la IA podían transformar las imágenes de las y los infantes con el mismo propósito: el compartirlo. Las indagatorias, repito, a partir de las denuncias realizadas en diversas plataformas, y de manera presencial por diversos colectivos, evidencian un tema de pederastia. Las pesquisas, hasta el momento en que cierro estas líneas, siguen su curso.
El acoso, maltrato y abuso sexual infantil no es un tema nuevo y del cual se deba estar hablando por primera vez en nuestro país y en el mundo entero. De hecho, se supondría que hay leyes que se han creado con la finalidad de salvaguardar la integridad de niñas, niños y adolescentes (NNA). Para el caso específico de México, comenzaríamos con la Constitución Política, la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, La Ley Nacional del Sistema Integral de Justicia Penal para Adolescentes o las leyes estatales que se han constituido para tal fin, además de otras en las que se ha pretendido proteger a NNA, como la LGE, Ley General de Protección de Datos Personales en Posesión de Sujetos Obligados, la Ley Federal de Protección de Datos Personales en Posesión de los Particulares, entre otras. De hecho, para seguir cuidando de las infancias, se han propuesto otras reformas como las arriba señaladas, por ejemplo, la del artículo 73 Bis en la LGE que recientemente acaba de proponer la senadora Cynthia López Castro.
A ver, el problema no es que en el territorio mexicano no tengamos leyes que salvaguarden la integridad de las y los menores de edad en todo lo que cabe; no, el problema no es ese, porque como hemos visto, hay leyes e instituciones que se han creado para tal efecto; el problema radica en la procuración de la justicia en un país donde la corrupción ha reinado en silencio por mucho tiempo, pero también, en el grado de descomposición social que estamos padeciendo; para pocos es desconocido que las normas, valores, instituciones, y hasta la cohesión social se han desdibujado considerablemente.
¿A cuánto ascienden las penas por delito de abuso sexual infantil en México si estas varían considerablemente dado que se rigen por el código penal federal y por los códigos penales de cada entidad?, ¿de qué manera el sistema penal procesa las denuncias presentadas por madres de familia contra sus hijas por abusos cometidos por el padre o padrastro de la menor cuando el mismo agresor goza de algo que se llama presunción de inocencia y de un sistema tan corrupto que lo libera aun cuando haya evidencia de su culpabilidad?, ¿qué sanciones tienen aquellos juzgadores que liberan a pederastas comprobados?, pero, peor aún, ¿cuál es número de pederastas que han sido liberados por la “justicia” cuando en nuestro país no existe ese dato pero sí el número de denuncias presentadas por sus víctimas? En fin.
Desde mi perspectiva, estamos ante un escenario social complejo; los medios de comunicación, específicamente las redes sociales, han incidido en buena parte en el actuar de las sociedades. Hecho que se traslada, como al inicio decía, al ámbito educativo; sin duda alguna.
El creciente número de tiktoker con “contenido educativo” donde se expone sin la menor conciencia o ética la imagen o persona de sus estudiantes, me parece gravísimo, sobre todo, porque, como bien sabemos, las fotografías o los videos pueden ser modificados con la IA. Pienso, que tendríamos que repensar un poco sobre el código de conducta de una profesión a la que nos quisimos dedicar, en su mayoría, de por vida. No, no se malentienda, no estoy en contra de dichos creadores de contenido, en un mundo digitalizado hay posibilidades para ello, pero no hacer las cosas bien, como el hecho de pedir su consentimiento a los padres de familia, y servirse de otros, en este caso los NNA con la intención de tener más “followers” y “monetizar” en esas redes sociales, me parece gravísimo y poco ético.
Pienso también, que como padres tendríamos que repensar la forma o manera en que estamos educando a nuestras hijas e hijos. Hay edades para que las niñas de 6 o 7 años usen uñas postizas (press on nails) o maquillaje y labial en el rostro, solo por citar un ejemplo. También hay edades para que los niños puedan establecer relaciones de noviazgo o sexuales solo porque si no lo hacen no pueden ser catalogados como hombres, solo por citar otro ejemplo.
Tendríamos pues, que regresar a lo básico, a la comunicación que, hoy por hoy, es fundamental con nuestros seres queridos.
Vivimos en un mundo globalizado y altamente digitalizado, pero ¿no habría que recuperar la esencia de nuestra sociedad como lo es la familia que dialoga y ama?, ¿no tendría que ser la escuela otro espacio fundamental para despertar conciencias en lugar de querer ganar más seguidores?
Espero y todas y todos trabajemos para que ya no haya más clubes o grupos donde las y los menores sean expuestos. Espero y trabajemos para que no normalicemos diversas formas de acoso, maltrato o abuso sexual infantil que a cada instante se presentan.
Tenemos que recuperar y salvaguardar nuestras infancias, por favor, el tiempo y las circunstancias lo exigen.
Al tiempo.
