La coyuntura educativa del presente está integrada por varias piezas: por una reforma educativa que se niega a dar claridad y sentido hacia delante de sus intenciones reales, la reforma a los estatutos junto con la definición de las nuevas reglas para elegir a las dirigencias nacional y seccionales del SNTE, el reconocimiento al trabajo y la labor profesional de las maestras y los maestros de pasar de la calidad a la excelencia y el cumplimiento de las metas anunciadas al inicio del actual sexenio.
Es por lo anterior, que se puede afirmar que la actual reforma educativa se caracteriza por la fragmentación en sus propuestas y la falta de claridad en lo que concierne a los asuntos ligados con los fines de la política pública en educación.
En lo relacionado al magisterio nacional aquí se mueven tres piezas de un mismo rompecabezas:
1. Por un lado la ley de la carrera de las maestras y los maestros, si bien incluye asuntos de equidad y de justicia de género, ya cuando se haba de los esquemas de promoción vertical y horizontal se convierte en un verdadero galimatías muy parecido al viejo esquema de promoción que se llamó carrera magisterial el cual fue producto del Acuerdo Nacional de 1992. Tanto en la formación inicial como en la formación permanente y en la definición de las condiciones para iniciar y seguir en la carrera académica en educación básica (preescolar, primaria, secundaria, especial e indígena), los esquemas de incorporación al sistema y de promisión se han tornado sobradamente burocratizados, La carrera docente sigue siendo una carrera de obstáculos.
2. En la parte de la organización gremial y sindical de las y los trabajadores de la educación, ella se ha traducido en una serie de ambigüedades, a partir de la promesa original de que en el SNTE se instalaría por fin la democracia sindical “quien tenga la mayoría, tendrá la dirección del sindicato” decía con energía el presidente al inicio del sexenio y hoy a tres años de distancia las cosas siguen igual o peor. Parece que la democracia tiene que negociarse con los distintos grupos de poder y la negociación implica ponerse de acuerdo para aclarar acerca de las reglas no para elegir a los mejores o a las mayorías sino más bien para legitimar las formas veladas que le den continuidad al charrísimo sindical.
3. Y en el tercer punto, el que se refiere a la profesionalización ese es aún más delicado. No podemos presumir que hoy en día tenemos mejores maestras y maestros, por el contrario existe una especie de refuncionalización de los vicios en la carrera docente.
Todo lo anterior ha sido aderezado por un contexto de pandemia, que afectó todo, precarizó las condiciones de trabajo y vulnerabilizó (aún más) a los sujetos educativos.
La coyuntura educativa es fragmentada porque no tiene claridad de la direccionalidad de hacia dónde queremos arribar y también porque los pronunciamientos en torno a ella, son solo retórica y las acciones verdaderas se negocian y operan por debajo de la mesa.
Las maestras y los maestros siguen siendo las y los responsables del sostenimiento del sistema, siguen esperando las acciones puntuales que dignifiquen su trabajo y los mecanismos de cambio y transformación que garanticen que su organización sindical sea democrática. Requerimos dar un gran salto en esta coyuntura y hacer aparecer las verdaderas propuestas democráticas aquellas que vienen desde abajo del sistema, y que se tejen de manera plural y cooperativa por todas las personas de hacer la educación no solo de hablar de ella.