Evaluar para mejorar, es la máxima expresada desde la Junta de Gobierno del INEE.
Las altas expectativas que se generan en torno a la reforma educativa se sostienen principalmente en el falaz razonamiento de que evaluando a los maestros se logrará, cual Harry Potter y su varita mágica, mejorar la calidad de la educación del País.
Lamentablemente en base a ese razonamiento se ha generado el encono social contra los maestros, culpables inmerecidos del fracaso educativo que tiene a México sumido en la cola de los “honorables” Países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)
El linchamiento mediático contra los maestros no bajados de holgazanes, flojos, vándalos, parásitos crónicos, así como una que otra mentada de madre, no da tregua para por lo menos detenerse y reflexionar si es merecido desplumar ésta figura que, aunque personajes de la talla de Emilio Chuayffet lo expresen solo para llenar el discurso de ocasión; verdaderamente merecen gratitud y homenaje, pues no es fácil ejercer el magisterio en un País como el nuestro, cuyo sistema político los necesita no por lo que representan, sino porque son; uno de los más exquisitos botines
Sin embargo, con la “oleada” de evaluaciones en marcha vale la pena reflexionar en torno al pasado, el presente y el futuro.
Y es que la historia es cruda. El sistema de formación continua de los maestros fue, sin temor a equivocarme, un monumental fracaso que marginó al magisterio del desarrollo profesional.
Lo saben muchos maestros, pues la oferta de formación siempre fue limitada porque funcionó (es un decir) en base a cursos sin peso específico en las necesidades individualizadas de los docentes, impartidos en condiciones francamente deplorables, sin los materiales necesarios, sin bibliografías básicas y con personal, que aunque hacían trabajo honorario, no eran especialistas, sino maestros que aceptaba el reto de capacitar a sus propios compañeros.
Ahí queda además el dato del informe 2015 del INEE “Los Docentes de México”, que destaca (reprueba y exhorta) que en México se invierte (otro decir) la flamante cantidad de…¡363.91 pesos anuales! por docente para acciones relacionadas con la capacitación.
Con funesto pasado, lo que han hecho los maestros es una proeza. ¡Que ingratos sus verdugos!
Hoy con la reforma educativa la evaluación es obligatoria. Y como todo ejercicio obligatorio, las sanciones no pueden faltar.
El problema es que las sanciones desparraman contra los maestros, que pueden ser separados del servicio docente si se niegan o resiste a evaluarse, sin embargo nadie apunta con el dedo a la autoridad educativa si falla en su obligada responsabilidad de en serio capacitar a sus maestros, con verdadero profesionalismo, sin simulaciones.
He ahí el dilema. A mi me parece que no hay garantías humanas ni instituconales que cumplan a cabalidad esta obligatoriedad de la SEP.
Me temo que en el futuro, si aún continúa sentado el Señor Licenciado Emilio Chuayffet en la silla que una vez ocupara el gran José Vasconcelos, estará presumiendo frías estadísticas, números, estimaciones y proyecciones, pero la capacitación magisterial; brillará por su ausencia.