En estos días, en los que los profesores se dieron a la tardea de evaluar las actividades desarrolladas con sus alumnos durante el primer trimestre del ciclo escolar 2020-2021 para registrar una valoración o calificación en las boletas – según el grado y nivel que corresponda –, se han develado varias cuestiones que, desde mi perspectiva, son importantes recuperar con la intención de que podamos reflexionar, sobre las diversas circunstancias que giran alrededor de los aprendizajes y evaluaciones de los miles de alumnos que se encuentran inscritos en el Sistema Educativo Nacional (SEN). Y es que, si bien es cierto que la pandemia por el Covid-19 vino a modificar la forma en que se trabajan los contenidos contemplados en los planes de estudio de los diferentes niveles educativos, también es cierto que esta nueva dinámica de trabajo, ha exigido un enorme esfuerzo de los diferentes actores involucrados en el proceso de enseñanza y aprendizaje; me refiero pues, a los maestros, alumnos y padres de familia. Una triada que, sin lugar a dudas, es fundamental para el desarrollo de los educandos.
Obviamente, el rol que ha jugado el docente en este proceso, ha sido una pieza importante en este engranaje educativo durante el aislamiento; por esta razón, cobra singular importancia el conocimiento que éste tiene en cuanto al abordaje de los contenidos puesto que, con ello, puede detonar el cúmulo de habilidades de sus alumnos para que realicen las actividades en casa. Y bueno, de este quehacer docente ya he dado cuenta en diversas publicaciones a través de este espacio, y otros, que tan amablemente me abren las puertas cada semana; por lo tanto, no profundizaré al respecto.
Ahora bien, de las actividades que plantea el profesor a sus alumnos, ¿se desprende la evaluación propiamente dicha? Desde luego. Como sabemos, de éstas se desprenden las tareas y productos que “demuestran” el logro alcanzado por éstos. En este sentido no está por demás mencionar que, para que el chico conozca qué es lo que se quiere lograr con estas actividades, es indispensable que el maestro de a conocer, en primera instancia, la serie de indicadores de logro que habrán de tomarse en cuenta para su realización, mismos que le servirán de base al profesor, en un segundo momento, para elaborar un instrumento de evaluación con criterios que, desde luego, se desprenden de los indicadores de logro dados a conocer desde el principio. Indudablemente, este es un ejercicio que, de cierta forma, brinda claridad a ambos actores en cuanto el desarrollo y evaluación de las actividades.
¿Cuál es el papel de los padres de familia en este proceso?, ¿sería suficiente que el padre de familia conociera las actividades que le ha encomendado el profesor a su hijo? NO. Desde mi perspectiva, es necesario que el padre o madre del chico, también se entere de los indicadores de logro y criterios de evaluación que he referido. Esto con el propósito, de orientar y supervisar que su hijo vaya trabajando conforme ha sido especificado en éstos y por el profesor a cargo del grupo. ¿Puede el docente inventarse esos indicadores y criterios? NO porque éstos se ajustan, o deben ajustarse, a los contenidos establecidos en el plan de estudios.
Ahora bien, ¿el seguir puntualmente estos indicadores y criterios en el desarrollo de las actividades asegura que el alumno adquiera un aprendizaje? Esto depende de varios factores, pero en sentido estricto, podría decirse que asegura que el proceso como tal, cumpla con los requerimientos para que se logre y adquiera ese aprendizaje. Luego entonces es sumamente importante, que una vez que el alumno haya entregado o enviado sus evidencias de aprendizaje, el profesor las revise, retroalimente y las realimente, hecho que desde luego daría continuidad al proceso formativo de sus estudiantes.
¿Qué pasa si un padre de familia no ha estado al tanto de las actividades, no ha orientado a su hijo cuando realiza éstas o, de plano, no se ha interesado en este proceso desde que inicio el confinamiento? Digo, es necesario ubicarnos en una realidad que, valga la redundancia, es tan real como parece. Y es que, durante este periodo de tiempo, hemos visto a: a) padres que han estado en todo este proceso con sus hijos y que les han brindado todo su apoyo para realizar el trabajo en casa; b) padres que intermitentemente se han involucrado en este este proceso porque sus actividades, principalmente, laborales y económicas, les impiden estar de tiempo completo con ellos; c) padres que no han estado en todo este proceso porque no tienen las condiciones económicas y/o educativas para esto; d) padres que no han estado en este proceso, aunque tienen todos los medios para ello. En cualesquiera de los casos, resulta preocupante lo que en los dos últimos incisos señalo, porque indiscutiblemente, tales situaciones repercuten en el aprendizaje que deben adquirir los chicos.
Ciertamente, así como la planteó la Secretaría de Educación Pública (SEP), para la evaluación de los aprendizajes esperados de los alumnos durante este primer semestre, en el momento en que el maestro o maestra no cuente con información suficiente sobre la participación de un estudiante desde que inició el ciclo escolar, tendría que anotarse en la boleta de evaluación la leyenda: “información insuficiente” (cuando la participación del estudiante haya sido intermitente” o “sin información” (cuando no se haya tenido comunicación con el educando) (SEP, 2020). Esto, desde mi punto de vista, tiene dos aristas a considerar: 1. Que colocar esa leyenda no significa que el chico haya reprobado porque el documento de “Orientaciones pedagógicas para la evaluación del aprendizaje para la educación preescolar, primaria y secundaria en el periodo de contingencia sanitaria” en ningún momento lo señala; 2. Que esta situación, propicie que los padres de familia que tienen todos los medios para apoyar a sus hijos en su proceso formativo pero que obviamente no lo han hecho, sigan de la misma manera durante el siguiente trimestre; al fin de cuentas, éstos podrían pensar que en su momento el profesor y/o la escuela, tendrían que buscar la forma de “regularizar” a estos alumnos y, por lo tanto, de evaluarlos. ¿Menuda situación no cree?
Pienso que esto último, es un gran error, porque si bien es cierto que muchos padres de familia no cuentan con los recursos (materiales o intelectuales) para apoyar a sus hijos, también es cierto que hay quienes sí los tienen, pero no hacen lo necesario para participar con ellos. ¿Qué tendría que hacer la SEP al respecto? En primera instancia, emitir un protocolo con la intención de que los docentes y directivos, puedan dar un puntual seguimiento a cada uno de los casos que sean registrados con la leyenda “información suficiente” o “sin información”. En artículos anteriores, ya he señalado la diversidad de circunstancias por las que podría estar pasando el alumno y sus padres de familia y, en razón de ello, deben de valorarse y registrase cada uno de esos casos, pero siguiendo un protocolo. En un segundo momento asignarles a los directivos, la responsabilidad de comunicarse (vía telefónica y por escrito) con los padres de familia para que, mediante una entrevista, puedan conocer las razones de su falta de participación en las actividades con sus profesores, pero también, para invitarles a que participen con sus hijos. Claro, habrá quién por el momento no pueda hacerlo por algunas de las razones que ya he expuesto, pero seguro estoy, que habrá otros que no han participado porque no han querido. Finalmente, pienso que la Secretaría, a través de los canales y programas de radio en los que se trasmite la estrategia “Aprende en Casa II”, puede difundir cápsulas informativas con la intención de concientizar a dichos padres de familia.
¿Maestro le pudo mandar las evidencias de aprendizaje de todo el trimestre de mi hijo?, ¿qué tareas le falta por mandar a mi hija?, ¿qué puedo hacer para que mi hijo no repruebe?, ¿por qué va a reprobar mi hijo si yo le he mandado algunos productos de las actividades que ha hecho mi hija?, ¿con los trabajos que le he enviado de mi hijo, éste no alcanza un 6 de calificación? Son algunos de los cuestionamientos que, en los últimos días, varios docentes han escuchado de algunos padres de familia. Un asunto hasta cierto punto “normal” por la situación que estamos viviendo, pero, ¿no sería mejor que cada actor, en la medida de sus posibilidades, hiciera la parte que le corresponde para beneficiar a los miles de alumnos que cursan el preescolar, primaria y secundaria? Sé que este cuestionamiento contiene un planteamiento un tanto utópico, pero, ¿no acaso tenemos una responsabilidad con nuestros hijos?
Referencias:
Sep. (2020). Circular DGCD/DGAIR/001/2020. Orientaciones pedagógicas para la evaluación del aprendizaje para la educación preescolar, primaria y secundaria en el periodo de contingencia sanitaria generada por el virus SARS-CoV2 (Covid-19) para el ciclo escolar 2020-2021.