El tiempo y el espacio de la dialéctica en la Nueva Escuela Mexicana. Reflexiones críticas desde el aula de la Educación Primaria (primera parte)

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La educación puede entenderse como un proceso dialéctico, donde los modelos pedagógicos y las prácticas institucionales evolucionan a partir de tensiones internas y externas.


  1. Introducción

La dialéctica, desde sus orígenes en la antigua Grecia hasta su desarrollo en la filosofía moderna y contemporánea, ha sido un instrumento esencial para analizar y transformar la realidad. Más que un método de reconciliación, la dialéctica permite explorar las tensiones y contradicciones subyacentes en sistemas e ideas. En el ámbito educativo, esta herramienta adquiere relevancia al enfrentarse a las complejidades de un sistema que refleja y reproduce las desigualdades sociales.

En la Nueva Escuela Mexicana (NEM), la dialéctica se posiciona como un enfoque que integra saberes locales y perspectivas críticas, mientras busca superar las limitaciones de modelos educativos tradicionales. Este artículo analiza cómo los principios dialécticos contribuyen a la transformación educativa, utilizando ejemplos específicos del currículo de la NEM, y ofrece una visión prospectiva sobre el papel de la dialéctica en la educación del futuro.

  1. Dialéctica en la educación

 El hombre que se baña todos los días en el mismo río no se encuentra ni con la misma agua, ni es el mismo hombre. Esta expresión, atribuida a Heráclito, nos introduce al concepto del cambio constante y del movimiento, elementos fundamentales para comprender la dialéctica. Así, podemos identificar a la dialéctica como un concepto filosófico en continua evolución, desde la antigüedad hasta nuestros días. Este concepto, profundamente arraigado en la tradición filosófica, es una herramienta que trasciende el tiempo y las disciplinas, evolucionando en su interpretación y aplicación.

La etimología de “dialéctica” proviene del griego antiguo διαλεκτική (dialektikḗ), que literalmente significa “técnica de la conversación”. Este término, al desglosarse, revela dos componentes esenciales:

  • διάλεκτος (diálektos): Que significa “conversación”, “discurso” o “diálogo”.
  • τέχνη (tékhnē): Que se traduce como “arte” o “técnica”.

En la antigua Grecia, la dialéctica era comprendida como el arte de la conversación, una herramienta para alcanzar la verdad a través del diálogo y la discusión racional. Platón, por ejemplo, veía en la dialéctica el método supremo para alcanzar el conocimiento, como lo expresa en su obra La República: “El método dialéctico es el único que emprende destruir las hipótesis, avanzar hasta el principio mismo para confirmar lo que resulta” (Platón, 2016, p. 271). Aristóteles, por su parte, consideraba la dialéctica como una técnica para examinar opiniones comunes y confrontarlas mediante el razonamiento lógico (Tópicos, 100a-b).

En este contexto, la dialéctica permitía analizar conceptos, identificar contradicciones y alcanzar un entendimiento más profundo de las cosas. Esta visión se ha mantenido relevante, incluso en épocas modernas, donde filósofos como Hegel redefinieron la dialéctica como un proceso de síntesis entre tesis y antítesis. Marx, posteriormente, adaptó esta noción al materialismo histórico, enfatizando el movimiento y cambio como motores de transformación social. Según Marx, “…la dialéctica no es más que la ciencia de las leyes generales del movimiento y desarrollo de la naturaleza, la sociedad humana y el pensamiento” (Marx, 1978, p. 27).

Desde la perspectiva decolonial, los pueblos precolombinos no se ajustan a los parámetros tradicionales de la dialéctica occidental. En la antigüedad de Mesoamérica, las cosmovisiones indígenas entendían el mundo como un entramado de relaciones interdependientes, donde los opuestos no se negaban, sino que se complementaban.

Así, la dialéctica precolombina puede caracterizarse como una dualidad complementaria, en la que conceptos como día y noche, masculino y femenino, arriba y abajo, vida y muerte, eran vistos como fuerzas opuestas pero interconectadas, en una búsqueda constante por mantener el equilibrio del cosmos.

El pensamiento mesoamericano no planteaba la contradicción como conflicto, sino como una interacción armónica que aseguraba la estabilidad universal. Según León-Portilla (1980), “…en la concepción náhuatl, la dualidad no es mera yuxtaposición de contrarios; es integración dinámica, correlación de opuestos que juntos constituyen la totalidad” (p. 49). Este enfoque se manifiesta en los principios filosóficos de culturas como la maya, donde el equilibrio entre los opuestos era esencial para el orden cósmico y la supervivencia colectiva.

De manera fundamental, esta dialéctica precolombina subrayaba la interconexión entre lo humano y lo natural. Los pueblos indígenas americanos se percibían como una parte integral de la naturaleza, no como entidades separadas de ella. Este pensamiento se reflejaba en mitos, rituales y prácticas agrícolas, como el sistema milpa, que no solo aseguraba la subsistencia, sino que también representaba una relación simbiótica con la tierra. En palabras de Alfredo López Austin (1998), “…los indígenas no concebían a la naturaleza como algo que se poseyera o explotara; era, más bien, una compañera vital, parte del tejido sagrado del universo” (p. 132).

Por ejemplo, la dualidad de los dioses Quetzalcóatl y Tezcatlipoca en la mitología náhuatl ilustra esta idea. Quetzalcóatl, símbolo de creación y vida, y Tezcatlipoca, asociado con el caos y la destrucción, no eran rivales irreconciliables, sino complementos necesarios en el ciclo de regeneración del universo. Esta visión dual y holística ofrecía un modelo en el que la vida humana, la naturaleza y el cosmos formaban un todo indivisible.

  1. Orígenes de la dialéctica en la filosofía antigua

 En la Grecia antigua, la dialéctica se concebía como un método de dialogo y argumentación, esto lo traemos a colación pues en la propuesta de la Nueva Escuela Mexicana (NEM) se plantea un modelo dialectico de la educación; por lo que, al ser así, se ha de reconocer el origen de ésta. En este sentido, en el dialogo de la República, Sócrates sostenía que: “La dialéctica es el único procedimiento que, haciendo uso de la razón, alcanza el principio mismo para establecer su verdad” (Platón, 1997, p. 532). Mientras que Aristóteles la definió como método para explorar probables opiniones, distinguiéndola del razonamiento científico al afirmar lo siguiente: “El propósito de la dialéctica es examinar cualquier problema que pueda surgir mediante argumentaciones probables” (Aristóteles, 2014, p. 16).

En el derrotero de la historia, al asomarse la época medieval, la dialéctica formó parte del trívium junto con la gramática y la retórica, siendo instrumento clave en la escolástica. Así, Tomas de Aquino la empleó para conciliar la razón y la fe.

En la modernidad, Immanuel Kant redefinió la dialéctica en términos críticos, identificándola como una lógica ilusoria que surge cuando la razón intenta ir más allá de la experiencia, así en su obra “Critica a la razón pura” escribe que; “La dialéctica trascendental no es otra cosa que una crítica de la razón misma” (Kant, 2007, p. 349).

  1. Hegel y la dialéctica en el idealismo alemán

 Desde la visión de Georg Wihelm, Friedrich Hegel transformó la dialéctica en un proceso dinámico de desarrollo histórico y lógico, basado en la contradicción y la superación (Aufhebung). Hegel sostiene que: “La dialéctica es el alma motriz de todo progreso en la ciencia y en el mundo real” (Hegel, 2010, p. 121). En otras palabras, esto significa que, en lugar de ver la dialéctica como un simple juego de ideas o argumentos, éstas son concebidas por Friedrich como un proceso dinámico y universal que rige el desarrollo histórico como el pensamiento lógico.

En este sentido, la contradicción sostenida por Hegel, es la referencia a la contradicción inherente a toda la realidad. Es considerada la fuerza motriz del cambio y el desarrollo. Así, la contradicción surge cuando dos fuerzas opuestas se enfrentan, generando tensión y la necesidad de resolución. Por ejemplo, en el caso educativo, esta contradicción puede observarse entre las demandas de un sistema tradicional basado en la memorización y la repetición, y la propuesta de una educación crítica que fomente la reflexión, la autonomía y el diálogo, situación que es evidente en la Nueva Escuela Mexicana y que se hace presente en la dependencia del magisterio a los modelos educativos tradicionales.

 Mientras el sistema tradicional busca mantener el control y estandarización del conocimiento, la educación crítica promueve la emancipación y el pensamiento transformador, punto medular de la reforma educativa 2022 (NEM). Esta tensión genera un espacio de conflicto donde los actores educativos (docentes, estudiantes y directivos) deben enfrentar la contradicción, lo que puede derivar en un proceso dialéctico: identificar las limitaciones del sistema tradicional (tesis), confrontarlas con los principios de la educación crítica (antítesis) y construir nuevas prácticas pedagógicas que integren lo mejor de ambas perspectivas (síntesis).

Este proceso no solo refleja el dinamismo del cambio educativo, sino también cómo las contradicciones son esenciales para el progreso, alineándose con el concepto de dialéctica como motor de desarrollo social y cultural. De hecho, los procesos de negación, afirmación y complementación forman parte esencial de los principios dialectos aplicados a los sistemas y su funcionamiento sinérgico.

En el caso del Aufhebung, concepto de “superación” clave en la filosofía hegeliana, que implica la negación de algo como su preservación y elevación a un nivel superior, cuando una contradicción se resuelve, lo antiguo no desaparece por completo, sino que se incorpora a una nueva síntesis, superando así la posición inicial. Esto, en el tema educativo, podría ser explicado de la siguiente manera:

En el proceso de la transición de un modelo educativo tradicional a uno crítico y transformador, no se trata de eliminar completamente las metodologías tradicionales, sino de preservarlas en su aspecto valioso mientras se transforman y reconfiguran para responder a las nuevas necesidades. Por ejemplo, las prácticas de memorización y repetición, que son características del modelo tradicional, no se descartan totalmente; en cambio, pueden integrarse en un enfoque crítico donde se utilicen como herramientas iniciales para estructurar conocimientos básicos que luego se cuestionan, analizan y aplican críticamente en contextos significativos.

De esta forma, la superación (Aufhebung) en el ámbito educativo no destruye los fundamentos del sistema anterior, sino que los eleva y los adapta en una nueva síntesis pedagógica, promoviendo un aprendizaje más integral que equilibra lo memorístico con lo crítico, lo individual con lo colectivo y lo teórico con lo práctico. Este proceso refleja cómo la dialéctica hegeliana puede aplicarse a la evolución de paradigmas educativos, preservando lo esencial mientras se trascienden las limitaciones.

Hegel veía la historia como un proceso dialéctico, lo cual manifiesta en los conceptos de Desarrollo Histórico y Lógico, donde las ideas y las instituciones evolucionan a través de la contradicción y la superación. De igual manera, el pensamiento lógico progresa mediante la resolución de contradicciones y la generación de conceptos más complejos.

  1. Conclusiones

La educación puede entenderse como un proceso dialéctico, donde los modelos pedagógicos y las prácticas institucionales evolucionan a partir de tensiones internas y externas. Lo cual es actualmente observable en la implementación del modelo de la Nueva Escuela Mexicana (NEM), ya que convive con la contradicción evidente entre un enfoque educativo tradicional, centrado en la autoridad del docente y la estandarización, y una perspectiva renovada que busca la formación integral, el pensamiento crítico y la inclusión. Y es ahí donde radica la esencia de la contradicción dialéctica; ahí se expresan las tensiones, pero también se configura la posibilidad de una síntesis propositiva que fortalezca la práctica docente.

Así, las tensiones obligan a revisar las prácticas actuales, generar debates y construir propuestas que integren lo valioso de ambas posturas. Y si esto se da así, el sistema educativo progresa hacia formas más complejas y adecuadas a las necesidades contemporáneas; incorporando elementos de los paradigmas anteriores, pero superándolos mediante nuevos enfoques que consideran la diversidad cultural, los derechos humanos y la participación activa de los estudiantes en su aprendizaje.

De este modo, el desarrollo histórico y lógico en la educación refleja la visión hegeliana, en la cual se destaca que las contradicciones no son obstáculos, sino motores esenciales para el cambio y la mejora continua.

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