El racismo, intrínsecamente en la mentalidad de la mayor parte de las personas

En México prevalece la discriminación multifactorial, cultural, lingüística, por el color de piel, la apariencia y hasta por la forma de vestir, entre ...
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En México prevalece la discriminación multifactorial, cultural, lingüística, por el color de piel, la apariencia y hasta por la forma de vestir, entre otras expresiones racistas entre las cuales sobrevive un odio creciente, señaló la doctora Norma Angélica Castillo Palma, profesora-investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

La académica del Departamento de Filosofía de la Unidad Iztapalapa consideró que el racismo está “intrínsecamente en la mentalidad de la mayor parte de las personas”, se nota en expresiones cotidianas como “güerito”, que denota que ser blanco vale, y en los insultos, al calificar a alguien de indio.

El camino para erradicar actitudes racistas, clasistas y otras formas de expresión discriminatoria exigiría un largo proceso educativo y político, así como “reconocer que somos una sociedad multiétnica, separatista y desigual para aspirar a ser una colectividad más justa”.

También sería necesario cambiar los mensajes de los medios de difusión, en particular de la publicidad televisiva que fomenta todo tipo y formas de divergencia.

La doctora en nuevo régimen en historia y civilizaciones por la École des Hautes Études en Sciences Sociales, de Paris, Francia, dijo que la sociedad niega ser racista o clasista por un valor aprendido, surgido con Vasconcelos en su idea de raza cósmica, mestiza, en la que “como todos somos mestizos no hay otros actores sociales”.

Hay una negación del otro, pues se parte de la construcción de la identidad del México mestizo, negando al índigena que aún existe con su lengua, cultura y color, así como todas las formas de discriminación por una construcción cultural e histórica.

En el Seminario Divisional de Ciencias Sociales y Humanidades. La Desigualdad Social en México: Desafíos y acciones transformadoras, realizado en la Unidad Iztapalapa de la UAM, Castillo Palma dijo que el origen de las connotaciones raciales y discriminatorias parte del proceso de conquista y de colonización, al convertir a los indios en vasallos libres del rey, sometidos al monarca y a las autoridades españolas.

Las primeras formas de discriminación impuestas por los españoles se basaron en valores medievales como el honor, la pureza, la legitimidad y la religión, sostuvo en la conferencia ¿Cómo la desigualdad por estatus desembocó en discriminación por el color y la apariencia?

La conversión de una sociedad de honor en valores ligados a la discriminación por el aspecto, la capacidad, el color y la cultura surge en siglo XVIII, al considerar que los descendientes de esclavos y la gente “colorida” era objeto de sospecha por su ascendencia y los indios fueron considerados incapaces de razonar en la lógica del castellano y los valores europeos.

Los elementos para valorar la calidad de las personas se determinaban por el honor, la pureza –en relación con la limpieza de sangre y legitimidad– y en linaje –ascendencia sin infamia y mancha– cualidades que posibilitan acceder a las órdenes y a los cargos públicos en los cabildos.

Los elementos que calificaban negativamente la calidad de las personas se referían a la Infamia, su origen regional, cultural y lengua, así como el oficio vil –si realizaba labores manuales– y la ilegitimidad.

La calidad de los sujetos se racializa durante los siglo XVIII y XIX, la intensificación del mestizaje generó individuos inclasificables al ser resultado de relaciones informales como los concubinatos o barraganías y otras formas de encuentros casuales.

La mayor parte de los ilegítimos fue registrada bajo la categoría de mestizos por la cédula real que “por piedad de los abandonados” y desconocimiento de su linaje consideró que no debían ser calificados por su aspecto, por lo que hubo un momento en que mestizo e ilegítimo se hicieron equivalentes.

Así tanto mestizos como españoles productos de la hibridación con indios y africanos o sus descendientes se consideraron de linaje sospechoso, sobre todo para el efecto de ser identificados para cumplir con las obligaciones fiscales.

Otra forma en que se racializaron las relaciones entre personas en el siglo XVIII fue la emisión de la pragmática sanción sobre matrimonios desiguales de 1776, según la cual las familias debían impedir, por su propio interés y el del Estado, uniones disímiles de sus hijos con gente de origen de castas reprobadas.

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