Al menos en dos ocasiones, durante la administración federal que está llegando a su fin, se rumoró que México saldría del programa PISA. Estos antecedentes son una invitación para reflexionar sobre el futuro de PISA en México; reconozco que esta es una tarea compleja que no puede simplificarse a un solo texto de opinión, por ello en el presente escrito enfatizo en algunos puntos que me parecen fundamentales, asimismo invito a continuar con esta conversación en otros espacios.
Primeramente, las discusiones dominantes en torno a PISA en nuestro país se pueden clasificar en dos bandos: quienes defienden a PISA por ser un barómetro educativo global, y quienes critican a PISA por ser un látigo educativo global. Mi primera observación es que debemos superar este encuadre antagónico a fin de generar las condiciones para llegar a discusiones más extensas, profundas y complejas sobre las diferentes funciones y dimensiones de PISA.
Segundo, debemos reconocer que PISA como modelo de mejora no ha cumplido cabalmente con su promesa de guiarnos hacia la mejora de los niveles de aprendizaje y por consiguiente desarrollo económico. A pesar de que a lo largo de los últimos 24 años México ha participado en todas las rondas de PISA, se ha adherido a prescripciones de políticas educativas de la OCDE, se modificaron planes de estudio de educación básica en respuesta a PISA, la mejora de aprendizaje a gran escala simplemente no ha llegado.
Ante este escenario es imperante generar espacios para discutir el futuro de PISA en México, y una de las preguntas básicas para comenzar es, ¿quedarse o irse?, si la decisión es quedarse entonces habría que plantearse ¿qué se hará diferente a los últimos 24 años?, porque es claro que algo no funciona con el modelo como se ha venido manejando. Inclusive el INEE llegó a publicar libretos de apoyo a la docencia basados en las encuestas PISA, sin embargo, estos materiales no fueron empleados por las y los docentes. Si la respuesta es irse, entonces ¿cuál será el modelo de mejora que sustituya a PISA?, porque una postura que ha caracterizado a la actual administración federal es cerrar o recortar programas sin reemplazarlos con algo mejor; no obstante, en este caso necesitamos forzosamente un modelo de mejorar que oriente el caminar del sector educativo.
Algunos defensores de PISA pensarán que lo que menciono en esta nota excede el alcance del programa, y que la finalidad de este se limita a generar datos; sin embargo, yo haría una invitación para que estas personas hicieran una lectura con un lente político y crítico de los textos de la OCDE (gestora, incubadora y tutora de PISA), quien ha sido transparente desde su inicio con respecto a que el fin superior de PISA es la mejora de los niveles de aprendizaje como motor para el desarrollo económico de las naciones.
La reflexión que planteo cobra especial relevancia en el marco de la designación de Mario Delgado como próximo secretario de educación, particularmente por su participación en la presentación en una de las iniciativas de reforma al Artículo 3° en materia de calidad educativa y evaluación educativa en el 2012 (liga adjunta); en ese entonces el futuro secretario se declaró promotor del sistema nacional de evaluación.