El CNIE 2025 del COMIE. De lo histórico a lo trágico

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Con certeza, no recuerdo en qué momento y en qué congreso fue en el que decidí pasar de ser un simple espectador (asistente) a un protagonista (ponente)…


Tal vez el título que da entrada a estas líneas podría parecer exagerado o ridículo; sin embargo, de regreso a casa, después de una larga travesía en avión y carretera, las ideas fueron brotando en la mente y el ímpetu por escribirlas fue incontenible. Advierto que lo expresado no es una crítica mal intencionada, sino más bien un ejercicio reflexivo y tal vez analítico de lo vivido durante el Congreso Nacional de Investigación Educativa 2025 que, del 10 al 14 de noviembre, se realizó en la ciudad de Monterrey, Nuevo León. Veamos.

Desde que me inserté al magisterio hace poco más de 27 años, entendí que la investigación es un elemento fundamental en, sobre y para el ejercicio docente; tal vez mi formación universitaria colaboró en ello, tal vez el intentar comprender los fenómenos educativos que en las escuelas y aulas acontecen propició esto que estoy comentando, tal vez mi deseo por aprender y/o conocer más sobre las nuevas corrientes pedagógicas o didácticas que las y los investigadores abordaban en sus conferencias, talleres, conversatorios, etcétera, me llevaron a considerar a dicha actividad como un ejercicio harto necesario para la toma de decisiones dentro de lo que a diario realizaba (y sigo realizando) en los salones de clase con las y los chicos.

Esta inquietud, con el paso de los años fue creciendo y acentuándose un poco más, por ejemplo, con la realización de algunos estudios de posgrado, porque, sin lugar a dudas, los fenómenos educativos como objetos de estudio siempre me han parecido interesantes y dignos de ser explorados, de ahí que la asistencia a diversos congresos en todos estos años haya sido una constante.

Con certeza, no recuerdo en qué momento y en qué congreso fue en el que decidí pasar de ser un simple espectador (asistente) a un protagonista (ponente); lo que sí recuerdo fue que este tránsito representó un enorme reto y desafío que viví con intensidad y, por qué no decirlo, con nerviosismo, pero bueno, esa es otra historia.

Escuchar en estos congresos las ideas de muchas y muchos de los investigadores que, como maestro frente a grupo había leído cuando planeaba mis clases o cuando trabajaba con mis estudiantes, era formidable. Por ejemplo, de leer “Los estudiantes en la escuela secundaria” de Etelvina Sandoval Flores a escucharla en alguna conferencia o charla sí marcaba una diferencia importante; es obvio, conocer su perspectiva o que ella misma ampliara sobre este tema, que por esos años era indispensable en mi docencia, resultaba muy pero muy enriquecedor.

Siempre que llegaba a su fin un congreso, regresaba a la escuela cargado de nuevas ideas, nuevos proyectos, nuevos mundos (objetos de estudio) por descubrir o nuevos territorios por explorar. Y en efecto, muchas cosas que había escuchado o conversado con alguno que otro y otra colega con el que llegaba a compartir el momento de la ingesta de alimentos, podía aplicarlas, analizarlas o reflexionarlas en mis espacios escolares, porque, repito, la escuela es un mundo donde las oportunidades y objetos de estudio brotan a cada instante.

No tengo el número exacto de a cuántos congresos he asistido; realmente el número es lo de menos, porque pienso que lo verdaderamente enriquecedor es el cúmulo de aprendizajes adquiridos. Entiendo que para muchas y muchos de los asistentes y ponentes que ahí participan, el adquirir una constancia que los acredita como “asistente o ponente” puede reflejarles algún beneficio en sus respectivas trayectorias profesionales y laborales, hecho que es muy respetable. Personalmente, esos documentos no me han servido mucho que digamos, porque las condiciones por las que he atravesado en mis centros escolares no han favorecido el que pueda hacerlas efectivas en algunos procesos de promoción, ascenso o reconocimiento en estos 27 años de servicio.

Como todo en la vida, he visto nacer, crecer y morir algunos colectivos, organizaciones o instituciones, y con ellos los congresos que organizaban (muchos de los cuales dejaban mucho qué desear); sin embargo, otros tantos más han surgido o se han consolidado en el área que les ocupa, hecho que se agradece porque, como ya he comentado, considero importante actualizarse en varios temas o simplemente reflexionar sobre esos temas para actuar en consecuencia.

Hoy por hoy, el Congreso Nacional de Investigación Educativa (CNIE) que promueve el Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), se ha consolidado como uno de los mejores del país en el rubro de la investigación propiamente dicha. No en vano ha sido el trabajo, dedicación y esfuerzo que han emprendido sus fundadores y demás miembros desde el año de 1993 a la fecha.

En muchas de sus ediciones he estado presente, sin embargo, las últimas cinco han tenido un poco de todo, porque, hay que decirlo, en estos congresos ha permeado lo que ocurre en nuestro entorno, me refiero a los diversos temas de carácter político, social, económico y hasta cultural que giran a nuestro alrededor, por ejemplo, en Chihuahua la reforma educativa de 2013 estuvo presente, en San Luis Potosí un poco la efervescencia por las elecciones de 2018, en Guerrero los resultados post electorales y lo que se vislumbraba como parte de una agenda relacionada con la investigación en México, en Puebla todas las conversaciones y trabajos estuvieron marcados por la contingencia sanitaria por la pandemia por Covid en el mundo entero y, en Tabasco, se seguía hablando de los estragos de la pandemia y temas varios donde la diversidad, inclusión y empleo de la tecnología comenzaba a pegar con fuerza. Obviamente que las líneas temáticas, los trabajos, los talleres, las conversaciones y las conferencias, en cada una de estas ediciones siguieron su curso, pero, insisto, permeados por estas cuestiones que refiero. Es obvio, un fenómeno se corresponde a otro, y viceversa.

De todas las ediciones que he referido, por lo que respecta a la logística, la realizada en Tabasco dejó mucho que desear, porque, independientemente de que se sabe que no hay eventos perfectos, la organización no fue lo mejor y, en su momento, di cuenta de ello en un texto. La lejanía entre las sedes o la escasa asistencia a las conferencias, conversaciones, ponencias, etcétera, fue más evidente y el sello que marcó dicho congreso.

El recién concluido en Monterrey, Nuevo León, desde mi perspectiva, retomó lo que como asistente recurrente venía conociendo desde hace tiempo, es decir, hubo una mejor organización, la información fluyó sin contratiempos, la sede, la atención y trato de las personas que fungieron como voluntarios o apoyo fueron inmejorables, los espacios físicos o instalaciones cumplieron con el propósito requerido, en fin, repito, considero que se retomaron algunos de los principios que desde hace años venía manejando este consejo. ¡Enhorabuena por eso!

Por lo que respecta a la exposición de ponencias y materiales videograbados o talleres, que son actividades a las que muchos de los asistentes (ponentes) acuden, pienso que podrían trabajarse un poco más. Me consta que, en algunos de estos espacios, solo estaban presenten los expositores o el expositor, el moderador y quien fungía como apoyo técnico, pero nadie más. Habría que pensar y/o valorar la forma en que puedan acercarse a otros asistentes a estos espacios donde, puedo asegurarlo, las conversaciones son en extremo enriquecedoras. ¿Cuál es el número de ponentes y asistentes al congreso?, ¿por qué hay más ponentes que asistentes?, ¿qué hacer para que la asistencia sea mayúscula o, al menos, más significativa? Esta última pregunta la ligo con el último punto.

Por lo que respecta a las conversaciones o conferencias que, imagino, desde algún lugar se deciden colocar en el escenario, todas me parecieron interesantes. Repito, uno como docente lo que busca es escuchar diferentes voces con la intención de aprender a través de la reflexión, análisis y/o comprensión. De hecho, sobre este punto, desde que vi el título de una conferencia magistral sobre personas sordas intitulada: “Experiencias, reflexiones y análisis de casos reales del modelo educativo bilingüe-cultural para personas sordas”, no dude ni por un instante programar en la aplicación mi asistencia. Muy dentro de mí dije: “Wooow, bien por el COMIE. Nunca se había colocado un tema de esta naturaleza”. Y es que dicho tema como se sabe, es muy, pero muy pertinente dadas las condiciones por las que están atravesando maestras y maestros en educación básica en estos momentos, pero también, porque hace algunos años me enfrenté con el enorme reto de trabajar con un alumno con hipoacusia bilateral severa y todo, absolutamente todo, tuve que aprenderlo por mi cuenta para que pudiera dar, de la mejor manera, las clases a este chico. En fin.

Llagado el día y la hora, desafortunadamente fueron escasas 15 personas las que nos encontrábamos en el auditorio donde se desarrollaría la conferencia; por un momento pensé que me había equivocado, pero no, consulté de nueva cuenta el programa y en efecto, en ese lugar se realizaría esta actividad. Sentimientos encontrados brotaron a flor de piel. Por un lado, fue lamentable que solo cuatro o cinco investigadores reconocidos por su larga trayectoria en el medio hayan estado presentes en ese momento cuando hacía unas horas prácticamente se había llenado el mismo espacio y se había contado con la asistencia de muchas y muchos de estos investigadores de renombre; por el otro lado, fue muy lamentable que solo unas 10 personas hayamos acudido a presenciar la conferencia del maestro José Edgar, la cual fue todo un suceso porque él es sordo y el tema fue, como he dicho: la sordera. ¡Jamás lo hubiera imaginado!

A ciencia cierta no sé si la inasistencia fue un desdén de algunos investigadores como los que ya he referido por la participación de un ponente de reciente aparición en escena; o no sé si fue menosprecio o ignorancia de quienes pudimos y tuvimos la oportunidad de interactuar con este maestro y la maestra Adriana (su interprete y colega); la verdad de las cosas es que no lo sé, lo que sí sé es que, en este país, este tipo de temas, discapacidades, condiciones, etcétera siguen siendo invisibles, seas o no investigador o docente.

Pienso que no se trata de seres humanos que habitan en dos mundos diferentes (el de oyentes y no oyentes) sino en un mismo mundo, en este caso el educativo. Un mundo que requiere que se haga efectiva lo que desde la investigación se expone, lo que desde los discursos se dice o lo que desde el aula se vive: la inclusión.

¡Qué iluso! Por un momento llegué a pensar que la conferencia del maestro Edgar estaría llena de asistentes; pensé, por ejemplo, que muchos y muchas de los participantes en la línea temática Educación, desigualdad social e inclusión estarían ahí, pero me equivoqué; también pensé, por un momento, que muchas y muchos podríamos aprender un poco de los enormes vacíos, retos o desafíos que significa ser sordo; o de los enormes vacíos, retos o desafíos que significa dar clases a niños y niñas sordas. En fin. Es claro que, en nuestro país, repito, temas como la inclusión y la diversidad solo son una ilusión tal vez discursiva que muchos saben que existe, pero de la que muy pocas y pocos somos participes.

Así le expresé mi sentir al maestro Edgar al término de su participación en el CNIE: “Maestro mi agradecimiento, admiración y reconocimiento, porque su experiencia y los aportes obsequiados fueron de un valor inconmensurable, sobre todo, por la experiencia vivida hace unos años con uno de mis alumnos; como ser humano le admiro y le agradezco por su vida, capacidad e inteligencia, ¡qué privilegio haberlo conocido!” Y no, no lo escribo con el ánimo de quedar bien con algo o con alguien, sino como un merecido reconocimiento por la labor que viene realizando en pro de lograr la igualdad y equidad tan prometida.

Y bueno, a quien haya tenido el tino de invitar a este maestro al CNIE, gracias por la maravillosa oportunidad. Ojalá el COMIE extienda horizontes y comprenda que todas y todos somos parte de un medio; medio en el que claramente cada uno desempeña un rol diferente, pero que al final del día, desde sus tribus y territorios, abona para comprender este entramado y complejo sistema educativo.

Al tiempo.