La calidad educativa no garantiza la equidad y la igualdad. Por el contrario, produce nuevas desigualdades educativas y sociales.
Recientemente, la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (MejorEdu) publicó el documento: “La mejora continua de la educación. Principios, marco de referencia y ejes de actuación” (1). ¿Cuáles son los fundamentos de dichos principios? ¿Cómo está integrado el marco de referencia? ¿Cuáles son sus contenidos explícitos e implícitos?
Cabe recordar que algunos de los ejes de continuidad, no de ruptura, entre la reforma educativa anterior, aplicada en México, (entre 2012 y 2018) y la actual reforma educativa de la “4T” (2018-2024), están representados por los conceptos de la racionalidad gerencialista que les son característicos. Me refiero a términos como “Máximo logro de aprendizaje”, “Mejora Continua”, “Calidad” y “Excelencia”, además de los criterios de eficiencia, eficacia y productividad, entre otros.
¿De dónde vienen esos conceptos; cuáles son sus fundamentos y recorridos históricos desde visiones filosóficas, pedagógicas y sociológicas? ¿En qué condiciones nacieron y para qué necesidades sociales fueron creados? ¿Qué tipo de ideas son legitimadas con éstos? ¿Cuál es el razonamiento que hay detrás de ellos?
Según la revisión básica de la literatura científica en ese campo, el término “Mejora Continua” (MC), por ejemplo, se creó en el contexto de la posguerra (durante finales de los años 40 y en la década de los años 50 del siglo XX), como una alternativa a los modelos “cerrados” o rígidos de la administración en las organizaciones o empresas de los sectores productivos de bienes y servicios. Esto se generó y desarrolló en países como EU, Canadá y Japón, donde los teóricos de la administración, como Edward Deming y Kaoru Ishikawa, entre otros, propusieron el modelo de la “Calidad Total”, dentro del cual se insertó el concepto de Mejora Continua.
Es cierto que el concepto de “Calidad”, por su parte, ha cambiado a lo largo de las últimas seis décadas, sobre todo en los círculos de las mercancías, el comercio y los negocios. Por ello, el discurso actual sobre la “calidad” es un conjunto de ideas que heredamos de las necesidades de los diferentes factores de la economía. Desde que los administradores e ingenieros industriales se preocuparon, desde 1945 y durante la posguerra, por la evaluación de la calidad de los bienes y servicios, el tema se incluyó rápidamente en las agendas de los gerentes de empresas y organizaciones, tanto públicas como privadas.
Pero el concepto de “Calidad” ha evolucionado y se ha distribuido a diferentes contextos de la vida pública. En un primer momento, el modelo estándar sobre la calidad se ubicaba en la línea de producción, o sea, era responsabilidad de las y los trabajadores. En otro momento, con la creación del paradigma actual dominante (“Gestión de sistemas de calidad”), el concepto de la calidad se definió de una manera diferente: Ésta tiene su origen y desarrollo en el “sistema”, y más específicamente, en las decisiones que toman los ingenieros o diseñadores de los sistemas productivos y de prestación de servicios. A partir de ahí se establece, principalmente, la idea del “gerencialismo”. (2)
También hay, sin embargo, algunas visiones críticas acerca de este concepto (de la calidad), sobre todo cuando éste se ha querido extrapolar al contexto educativo. Sebastián Plá (2018) lo ha identificado, entre otros autores, como parte de un discurso público para legitimar la desigualdad, la inequidad y la exclusión.
Así lo expresa Plá: “La presencia de la calidad educativa es hegemónica y, a pesar de sus pretensiones totalizantes, todavía quedan resquicios de resistencia y de franca oposición a ella…”. Por eso, Plá se propone en su estudio escudriñar e indagar sobre: “el proceso histórico que produjo las condiciones de posibilidad para la configuración de la calidad como problemática social.”
“La calidad educativa no garantiza la equidad y la igualdad. Por el contrario, produce nuevas desigualdades educativas y sociales. Estas desigualdades son generadas por un grupo de expertos que, gracias a su conocimiento especializado, llevan a cabo políticas educativas que promueven la inclusión diferencial como sinónimo de justicia social…” (Plá)
La Calidad en la Constitución Política mexicana
En los siguientes términos se insertó y aprobó la noción de “calidad”, por primera vez, en la reforma al texto constitucional en 2013: “…el Estado garantizará la calidad en la educación obligatoria de manera que los materiales y métodos educativos, la organización escolar, la infraestructura educativa y la idoneidad de los docentes y los directivos garanticen el máximo logro de aprendizaje de los educandos”. (Adicionado mediante Decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación el 26 de febrero de 2013).
En 2018, con la iniciativa que el presidente López Obrador envió al Congreso, las y los legisladores decidieron cambiar la existencia, el marco legal, el nombre y el sentido del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), así como del Servicio Profesional Docente (SPD), esto en un contexto poco planificado y como objeto de negociaciones políticas.
Las atribuciones principales del INEE eran, como organismo constitucionalmente autónomo, coordinar el sistema nacional de evaluación educativa y realizar estudios e investigaciones a efecto de evaluar las políticas educativas nacionales y locales, entre otras responsabilidades.
Desde el INEE, especialmente desde 2013, se reivindicaron los términos de la “calidad”, “el máximo logro de aprendizaje de los educandos” y la “mejora continua” de la educación, para ser aplicados en el sistema educativo en su conjunto. Hoy, el gobierno del presidente López Obrador, ratifica esa racionalidad “gerencialista” y, en consecuencia, esos mismos términos en las modificaciones al artículo tercero constitucional gestionados en 2019, así como en las leyes secundarias o reglamentarias aprobadas ese mismo año.
La Comisión Nacional para la Mejora de la Educación (MejorEdu), en el documento referido, señala que: “Estos principios se resumen en el impulso de un verdadero enfoque humanista sobre la educación, el reconocimiento de la mejora educativa como el centro de las acciones, del cambio educativo como un proceso gradual, y la revalorización del trabajo cotidiano de escuelas y docentes. Desde esta perspectiva, concebimos la mejora continua de la educación como un proceso progresivo, gradual, sistemático, diferenciado, contextualizado y participativo, que se orienta a garantizar el ejercicio pleno del derecho a la educación a todas las personas que habitan nuestro país. Ello requiere de una visión distinta a la que ha dominado en años anteriores.”
¿En qué medida o con qué argumentos MejorEdu se aparta de la lógica gerencialista? ¿Cuáles son sus ideas de crítica y autocrítica al respecto? ¿Cuáles son las ideas de contraste o de ruptura como para pensar que hay una transformación de fondo en las políticas públicas educativas actuales en comparación con las anteriores? ¿Estaremos en presencia de una prolongación del gerencialismo, en el seno de las políticas en la educación pública? ¿O ante una crisis de legitimidad del Reformismo Educativo?
Fuentes consultadas:
(1) Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (2020). La mejora continua de la educación. Principios, marco de referencia y ejes de actuación. Ciudad de México.
(2) Michael Apple (2002) Educar “como Dios manda”. Mercados, niveles, religión, desigualdad. Temas de Educación. Paidós Ibérica.
(3) López Gumucio, Ricardo. (2005) La calidad total en la empresa moderna. Perspectivas, vol. 8, núm. 2, pp. 67-81 Universidad Católica Boliviana San Pablo Cochabamba, Bolivia. “El término Calidad Total (CT), se utiliza para describir el proceso de lograr que los principios de calidad constituyan parte de los objetivos estratégicos de una organización, aplicándolos a todas las operaciones junto con el mejoramiento continuo, y enfocando las necesidades del cliente para fabricar cosas bien hechas la primera vez.”
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Publicado en SDPnoticias