Pensando un poco en la actualidad y en la perspectiva de futuro como nación, lo más lógico y congruente sería pensar en que los avances tecnológicos, la digitalización de la comunicación, el acceso al conocimiento y el progreso evolutivo como especie debieran ir definiendo las consecuentes generaciones de mexicanos como sujetos pensantes con actitudes perfeccionistas hacia el bien colectivo de la sociedad de la que se es parte.
Sin embargo la evidencia diaria es el espejo exacto de una sociedad en descomposición, un medio ambiente social que cada día se vuelve más inhóspito; un clima de zozobra que pone en duda incluso la permanencia de la vida.
Lejos han quedado los correctos días de autodisciplina familiar en que los padres, madres y abuelos ejercían el dominio total de las conductas y comportamientos que anteponían como valores ineludibles (indispensables) para estabilidad social.
Hoy por el contrario se arraigan más y más conductas inapropiadas, vergonzosas y hasta cínicas de personas de todas las edades que viven con la idea de aprovecharse de las circunstancias aún lamentables de sus semejantes.
No hay control sobre el rumbo de una juventud que sucumbe ante el vaivén de la vanidad, el egoísmo, la pereza y una vagancia que amenaza con convertirse en un estilo de vida. Ya no es extraño ver como la deshonestidad, la indolencia y el ostracismo juvenil son aplaudidos e imitados; todo esto bajo el consentimiento cabal de los jefes del hogar.
La pérdida de valores morales y las normas éticas de la sociedad se han diluido a tal grado de verse anticuadas y torpes. Pero las causas son de origen personal, de competencia institucional, de índole gubernamental debido a que se ha permitido la devaluación de las responsabilidades y deberes familiares.
Con la equivocada bandera de la “libertad” para todo, se ha contribuido al desequilibrio social empezando por la degradación de conceptos como: esfuerzo, disciplina, perseverancia, respeto, entre otros más.
Ya hasta parece común que la niñez y la juventud vean la vida como una ruleta rusa, donde todo depende de que la suerte esté disponible en el momento de rifársela por cualquier cosa.
La responsabilidad es de muchos, pero la solución la necesitamos todos.