Después de más de año y medio de no asomar la cabeza más que para decir que los trabajadores de la educación deberían de regresar a las aulas porque, para eso nos pagan, Alfonso Cepeda Salas y el Comité Ejecutivo Nacional han empezado a llevar a cabo elecciones en varios estados. Desde enero de 2020 se publicó un reglamento que a todas luces es discriminatorio de sus agremiados, ya que un poco más del 80 % no podrán participar para ser Secretarios Generales en sus secciones y al parecer esto no va a cambiar hasta llegar al 2024 cuando acabe el período de Cepeda, en ese escenario la cosa está peor, solamente podrán aspirar a ser dirigentes nacionales un muy reducido grupúsculo de personajes totalmente afines a la dirigencia actual.
A través de medios electrónicos fundamentalmente, muchos analistas y conocedores del tema sindical, han manifestado su descontento y sobre todo la falta de paridad del Reglamento para la Elección de Directivas Seccionales que a todas luces contraviene toda la narrativa presidencial y de los diferentes órganos de gobierno que han anunciado que ahora si habrá democracia en los diferentes gremios sindicales, lo cual es, por decir lo menos, simplemente una falacia narrativa por parte de la dirigencia actual del SNTE.
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En lo particular, pienso que no hemos llegado de la noche a la mañana a este escenario, todo ha sido una consecución de eventos desafortunados que han debilitado al otrora poderoso defensor de derechos y conquistas y lo han convertido en una caricatura que solamente ha encontrado la manera de sobrevivir acorde a los tiempos, aplaude cuando le indican que lo haga, da conferencias con el guion que le pasan, regaña a sus agremiados como si fueran infantes y sobre todo se encargan de aparecer de lado del patrón, como los capataces de las haciendas. Es en resumidas cuentas la función de la dirigencia actualmente.
Tal vez la evolución sindical es el resultado de acciones debilitadoras por parte de fuerzas hegemónicas que buscan convertir a los sindicatos en entes sin ninguna función más que de aplaudidores y figuras decorativas que según la ley actual, son definidos como objetos meramente observadores del quehacer de la autoridad. Sin embargo, yo pienso que lo que realmente ha pasado es que, desde el sexenio pasado, el docente de a pie, el que diariamente asiste a sus labores, no entiende para que sirve un sindicato, no se cuestiona para que destina 1% de su sueldo para mantener una burocracia que no conoce y tampoco sabe que muchos de los conceptos de los que hoy gozan, se ganaron en otras épocas mediante luchas y mesas de negociaciones. Hoy solo queda el recuerdo de aquellos tiempos y para algunos nada más.
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Lo más seguro es que absolutamente nada pasará, todo seguirá como ha venido aconteciendo, dirigencias a modo, planillas de unidad, felices todos, algunos inconformes, pero al final de la jornada todo seguirá hacia el rumbo actual. Salvo algunas contadas excepciones donde verdaderamente hay contienda, es decir, que dos o más planillas disputen la dirigencia podrá haber algún cambio que mueva los planes de la dirigencia nacional, pero, no creo que eso ocurra.
Los viejones incrustados en la dirigencia nacional están haciendo lo posible por perpetuar su estancia, es probablemente parte del juego de siempre, como diría el gran maestro veracruzano Wenceslao Vargas Márquez, la disputa parece ser que es solamente por la chequera, nada más quienes conocen el tamaño de dicha chequera se interesan y luchan por ella.
En el SNTE al igual que en el escenario político partidista, parece que no hay ninguna oposición articulada, ningún grupo capaz de disputar y cuestionar el status quo imperante, parece que una especie de nuevo orden se ha instaurado y en él ya se acomodaron los dirigentes del SNTE, sus detractores, los pocos opositores e inclusive las voces discordantes. La escena está puesta para que nada ocurra hasta el 2024. Mientras tanto, miles de trabajadores siguen laborando, sin identidad gremial, ni sindical, sin conciencia de lo que se ha perdido y de lo que puede perderse. Tal vez asistimos como simples espectadores a la desaparición del sindicalismo. O tal vez es una simple y llana mala percepción mía.