Bien se dice que el mejor maestro de un maestro es el alumno, y es cierto. A veces pensamos que los títulos, la trayectoria, los años de servicio, entre otras cuestiones, son las que poco a poco van generando sabiduría y conocimiento en aquellos que han optado por dedicarse a la docencia y, desde luego también es cierto, sin embargo, pienso que tales aspectos encuentran un complemento perfecto en la interacción que suele tenerse con las y los estudiantes de cualquier nivel educativo, para el caso que me ocupa, de las escuelas normales; por ejemplo, hace unos días tuve la maravillosa oportunidad de escuchar las ponencias de varias y varios jóvenes en el 8º Congreso Nacional de Investigación sobre Educación Normal (CONISEN) celebrado en el estado de Chihuahua y no pude más que agradecer ese hecho, el de la escucha y la interacción que, aunque momentánea, me produjo aprendizajes y una serie de reflexiones como las que ahora les comparto.
Es un hecho que este congreso, el CONISEN, se ha convertido, y gradualmente consolidado, en un referente sobre la investigación de la educación normal (y básica) en México; y no es para menos, después de 8 años (aún con las vicisitudes que la pandemia generó) ha provocado que en un mismo punto, de todos los rincones y territorios, se encuentre la comunidad normalista del país para exponer avances o resultados de sus investigaciones a través de diferentes modalidades, llámense ponencias, carteles, videos, revistas, paneles, coloquios, entre otros, desde luego considerando diferentes líneas temáticas, como: 1. el codiseño curricular como expresión territorial e identitaria del normalismo mexicano; 2. práctica docente en las escuelas normales; 3. formación docente, culturas digitales y tecnologías educativas; 5. marcos teóricos y epistemológicos de la pedagogía normalista; 5. procesos de formación y sujetos de la educación; 6. multiculturalismo, interculturalidad y educación, etcétera.
Interesante es, insisto, escuchar las voces de jóvenes estudiantes cuyos objetos de estudio emanan de su quehacer cotidiano en las escuelas a las que, por ejemplo, acuden a realizar sus prácticas profesionales en el nivel educativo que corresponda y conforme a la licenciatura que se encuentran cursando. Obviamente que esta focalización se logra a través del estudio constante de diversos teóricos y teorías, pero también, de una comprensión del hecho investigativo a través de marcos de indagación que, con cierto grado de sistematicidad, posibilitan el hallazgo y presentación de sus resultados.
Esto último, que pareciera ser fácil de realizar, implica un trabajo arduo, pero verdaderamente gratificante, porque, como se sabe, en el desarrollo de cualquier investigación suelen aparecer dificultades y obstáculos que dificultan el proceso de recolección de información, sin embargo, una vez superados, dichos hallazgos brotan, a veces de la nada, para generar un conocimiento inesperado.
Entonces, un congreso como tal se convierte en un punto de reunión donde pueden exponerse tales conocimientos; es un momento de encuentro donde la reflexión nos invita, o a al menos debería invitarnos, a pensar en qué hacer con esos hallazgos para generar procesos más profundos de indagación, ya sea en el mismo subsistema de escuelas normales o en otros espacios de educación superior o de posgrado, donde el abordaje de estas temáticas signifique la compresión de esos fenómenos sociales y educativos como los que estamos viviendo en estos días.
Ahora bien, estos procesos no se logran de la noche a la mañana y por sí solos, requiere del acompañamiento de maestras y maestros cuya orientación propicia que la o el estudiante se interese y, tal vez, apasione con su tema de estudio. Esta es una mancuerna perfecta donde la sinergia fluye hacia un mismo camino y dirección. Bien por esos profesionales de la educación que, más allá de una constancia que otorga un congreso, se esmeran porque sus estudiantes aprendan y reconozcan que la indagación y los procesos que de ella se desprenden, pueden aportar un granito de arena para que, por ejemplo, no se piense que elaborar una tesis para titularse ya no tendría sentido en nuestros tiempos, porque, como se sabe, si bien es cierto que dicha tesis es una modalidad de titulación en el nivel superior, también es cierto que los objetos de estudio debidamente delimitados y focalizados pueden generar conocimientos para una toma de decisiones; en fin, este último tema, el de la titulación, bien merecería un debate posterior.
A lo largo de mis casi tres décadas de servicio ininterrumpido, cada año he asistido a diversos congresos con el propósito de ampliar un poco más mis conocimientos, pero, sobre todo, para aprender de las voces que ahí se escuchan. En el CONISEN, he podido percibir un ambiente distinto al de los demás congresos a los que acudo regularmente, porque éste está impregnado de esa esencia que solo imprime la comunidad normalista que, solo los que habitan en ella, conocen y conocen muy bien. No sé si mis palabras alcancen a describir dicho ambiente, pero desde que abordas el transporte hasta que llegas al hotel, la sede, la inauguración, los espacios de exposición y hasta en los momentos en que compartes alimentos, esa esencia está presente. Dicho de otra forma, es una comunidad cuya identidad no necesita ser definida, porque tal definición se halla en las venas y en el corazón del normalismo mexicano. Sin duda, fue un enorme acierto el nacimiento, desarrollo y la progresiva consolidación de este congreso.
Al Dr. Abraham Sánchez Contreras y a todo su equipo de trabajo; al estado de Chihuahua y al calor de su gente; a las y los estudiantes que acuden a exponer sus avances o resultados de indagación en este tipo de congresos; a sus maestras y maestros cuyo conocimiento y pasión fue más que evidente; a todas y a todos mi reconocimiento y agradecimiento por darnos una oportunidad para aprender.
Particularmente, he asistido a este congreso desde que comenzó en Mérida, Yucatán, es decir, que he estado en cada una de sus ediciones. Desde hace tres años he tenido la maravillosa oportunidad de que mis estudiantes también asistan y puedan exponer los avances y resultados de las investigaciones que vienen realizando, lo cual me ha dado grandes satisfacciones porque he podido percibir su crecimiento personal y profesional. Algo que invitaría a realizar en lo sucesivo.
Ojalá para el siguiente año se superen los más de 2,500 asistentes y crezca el número de contribuciones que puedan enviarse. Insisto, hay temas verdaderamente interesantes que vale mucho la pena escuchar para aprender.
Pienso que, si recuperamos la idea de asistir a un congreso para generar conocimiento, podremos dejar atrás aquella otra idea de que solo se asiste a un este porque es un viaje pedagógico que, desafortunadamente, en los últimos años ha crecido.
¡Enhorabuena para este CONISEN!
¡Qué sea un punto de encuentro donde interactúe la comunidad educativa de todos los rincones y de todos los territorios de nuestro México!