Del 16 de abril al 13 de mayo, el Librobús, en la ruta de la sección 18 de la CNTE, nombrada por los maestros José María Morelos y Pavón, recorrió, desde la Ciudad de México y por todo el territorio de Michoacán: mil 820 kilómetros en 28 días; durante su recorrido hicieron 25 visitas municipales en plazas públicas, escuelas, comunidades indígenas y rurales; en el oriente, zona centro, capital moreliana, región lacustre, meseta purépecha, costa, tierra fría, valle de Apatzingán y tierra caliente, donde los docentes repartieron gratuitamente 14 mil 320 libros, 12 mil 100 aportados por el Fondo de Cultura Económica (FCE) y los demás fueron donados por la Cámara de Diputados, la Universidad de Nuevo León y el propio magisterio.
Aunque no es la primera vez que el Librobús se desplaza por el país como una librería ambulante estacionándose en puntos estratégicos de las ciudades y pueblos, este proyecto, al que se le llamó Plan Michoacán, fue caracterizado por el escritor Paco Ignacio Taibo II, director del FCE, como el dispositivo de promoción a la lectura, en movimiento y llevado hasta el campo territorial, más grande que se haya dado en las últimas décadas en México.
La magna estrategia de fomento a la lectura demostró que, cuando se incluye al magisterio democrático, se hace posible desplegar su capacidad de convocatoria, la fortaleza de sus vínculos sociales y comunitarios con los alumnos y las familias, así como los lazos de colaboración con los cabildos, las jefaturas de tenencia, comisarías ejidales y consejos comunales, que le permitieron organizarse hasta las regiones de mayor conflicto. Ahí donde impera la violencia cotidiana, se le impuso una celebración de paz en torno a los libros y la exaltación de la cultura regional.
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Al paso del Librobús, maestras y maestros, realizaron toda una movilización pedagógica, didáctica y cultural de sus proyectos alternativos de educación: a la activación física para iniciar la jornada de trabajo, le seguían la mística rebelde para alentar sensibilidad política y la indignación ante las injusticias; las actividades para el desarrollo neuronal; canto social y popular; talleres literarios, de ciencias, creatividades y economías endógenas; presentaciones de libros del FCE y de los maestros locales; conferencias; cuenta cuentos y declamaciones; dramatizaciones y guiñoles; rondas y bailables; vítores y algarabías que coreaban jubilosos: ¡En la CNTE, la cultura está presente!
Lo que debía ser una serie de eventos protocolarios de entrega de libros gratuitos, se convirtió en una fiesta de danzas, música, gastronomía, costumbres, tradiciones regionales y cosmovisiones indígenas. La dimensión política, característica de cualquier actividad de la CNTE, marcó su sello de inicio a fin en la ruta magisterial, en cada telón de fondo se leía la paráfrasis de Paulo Freire: Leamos un texto para cambiar el contexto
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Paco Ignacio Taibo II y Roberto Rico, del programa Librobús en tu escuela, no escondieron su simpatía por el magisterio disidente y sus potencialidades en la formación crítica de la ciudadanía; Sofía Trejo coordinadora nacional de salas de lectura y el escritor Armando Bartra fueron testigos de la indignación magisterial hacia el gobierno estatal de la Cuarta Transformación que le entregó la Secretaría de Educación a la derecha priísta y de otro federal que dejó de escuchar a los docentes; el politólogo de la UNAM Mauro Jarquín comprobó en cada escuela que la política global de neoliberalismo educativo estudiada en su libro Pedagogía del capital está más viva que nunca; el antropólogo de la Universidad Veracruzana Alberto Colín recogió decenas de experiencias de docentes que han padecido los estragos de la violencia organizada, evidenció la falta de protocolos y propuestas para una cultura de paz; Óscar de Pablo, autor de Primo Tapia: romance y vida, reconoció en el pueblo de Naranja de Tapia la vigencia del pensamiento agrarista ante el despojo de las tierras comunales y ejidales para el agronegocio trasnacional del aguacate; Marco Lagunas y Lorel Manzano enseñaron a los maestros de Cherán que las letras son solidarias con las causas justas y Nani Keri Melita que no escribió ningún libro, pero que se han escrito varios sobre ella y las muchas mujeres indígenas rebeldes, reconstruyó la narrativa de aquel pueblo obligado a defender el territorio vivo y organizar el gobierno comunal; los doctores en pedagogía y profesores de secundaria, César Valdovinos y Luis Miguel Cisneros, recordaron que la posibilidad de teorizar la educación desde el movimiento magisterial disidente no es una utopía, sino una necesidad urgente para reconstruir las escuelas desde abajo y a la izquierda.
El Librobús se fue el viernes 13 y nadie le hizo honor a sus dos trabajadores de la cultura que durante cuatro semanas y lejos de casa lo hicieron caminar; abrieron y cerraron sus puertas a diario para atender a miles de personas, niños, niñas y jóvenes llenos de inquietudes e impaciencias; aquellos dos, como los docentes son igual de proletarios y precarizados; por ellos y por todos los trabajadores sin justicia, es la marcha nacional de todas las resistencias del 15 de mayo y la convocatoria a la creación de un frente nacional del pueblo unido.