Cuando más se necesita

Es una convicción arraigada en Mexicanos Primero: defender el derecho a aprender de niñas y niños pasa por defender el derecho a aprender de sus ...
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Es una convicción arraigada en Mexicanos Primero: defender el derecho a aprender de niñas y niños pasa por defender el derecho a aprender de sus maestras y maestros. Los profesionales a quien la sociedad entera recurre para que apoyen el aprendizaje de la joven generación no pueden quedarse sin aprender.

Si para todos -contadores y mecánicos, médicas y pilotos, abogados e ingenieras- aprender a lo largo de la vida ya no es un deseo curioso y una elegante rareza de aristócrata victoriano, sino una auténtica necesidad para mantenerse vigente en su labor y efectivas, efectivos en lo que aportan a la sociedad, imaginemos a los maestros.

“No cualquiera puede ser maestro” es lo más cierto del mundo: todas y todos debemos ser apoyo solidario, pero las largas jornadas de la sana distancia en esta pandemia han confirmado como nunca esta verdad. Apilar los materiales, o leer unas páginas de libro de texto y parafrasearlas como se nos ocurra no es garantía del aprendizaje. El mejor videojuego, el más avanzado “curso en línea” palidece ante el saber sazonado de una gran maestra, de un verdadero educador profesional; no es sólo información o contenidos, es saber procedimientos, es saber cómo aprenden distintas personas, es saber conducir y tener la capacidad de pedir el extra de esfuerzo e ingenio que da siempre dulces frutos.

Este prolongado cierre de aulas no sólo confirmó cuánto dependemos del trabajo de los maestros, cómo son literalmente insustituibles y cuánto hay que preparar -con extremo cuidado y no sólo epidemiológico- que se produzca el reencuentro con sus alumnos que llevan medio año en un forzado régimen que llega a casi ayuno para las mayorías.

Por eso indigna, por ello es objeto de la mayor repulsa la decisión de la administración actual de hacer tan desatinados y contraproducentes recortes a aspectos clave del sector educativo. Del secretario general de las Naciones Unidas al supervisor más novato, cualquiera que le dedique unos minutos a pensar en la educación como derecho concluye que tras el cierre completo y ya tan extendido en el tiempo de los centros escolares, lo que se debe hacer es invertir más en educación. Pero el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación para el año entrante (PPEF 2021) que mandó Hacienda a ser revisado por la Cámara de Diputados, que son quienes deben aprobarlo, es de lo más decepcionante que haya visto en años. No dudo en motejarlo, y lo reitero, de ‘atraco’. Es un asalto, es un despojo.

Las y los maestros en ciernes necesitan el máximo apoyo para prepararse a ser los docentes de las niñas y los niños del bache, del día en que la escuela cerró apresuradamente, de los ‘pandemials’ como se les comienza a llamar. La Constitución, la Ley General de la Carrera de Maestras y Maestros, el Programa Sectorial de Educación, el Segundo Informe de Gobierno, vamos, hasta el mismísimo texto del Proyecto de Presupuesto dice que antes se desdeñó a los normalistas, pero que ya no. Y en la realidad de los números se asesta el golpe artero: los programas S300 y U040, dice la exposición de motivos del desdichado Proyecto, van a concentrar las actividades para fortalecer la formación docente; pero como si fuese burla, en las tablas de asignaciones se extinguen. Así, los fondos, como denunciaron los rectores del propio Consejo Nacional de Autoridades de Educación Normal, quedarían en el Presupuesto en un equivalente a 229 pesos por normalista.

Las y los maestros en servicio van a necesitar, en 2021, el máximo apoyo posible para su formación continua. Es ahora cuando más se necesita que estén a su disposición las herramientas y el acompañamiento para extender sus habilidades digitales. Lo que han debido hacer en forma apremiante se convertirá, como para sus colegas en todo el mundo, en un rasgo del ser docente.

Ser maestro en el mundo contemporáneo va a implicar no poder ser sustituidos por los videos y las plataformas informáticas, pero sí dominarlos y ajustarlos. Los educadores han de consolidarse como editores de material multimedia, como diseñadores de ambientes de aprendizaje digital y presencial, dos mundos que se van a conectar -es lo deseable- sin abismos ni discontinuidades, del Zoom al cuaderno, de la pizarra digital a la de acrílico, de pintar y recortar a elegir y rotar en la pantalla.

Para que no sea angustia y sobrecarga, los maestros que ya hoy están en servicio necesitan una formación sólida en las estrategias de contención y desarrollo socioemocional. Los efectos de la pandemia en estrés, cambio de rutinas y de horarios, falta de activación y trastornos de sueño va a tomar su cuota en los alumnos. El maestro que hoy se necesita no es el simple ‘enseñador’ sino una figura de confianza y serenidad, que pone disciplina inteligente y produce motivación verdadera, sin amenazar con castigos ni animar, pavlovianamente, con premios de dulces o puntos. Pero para la formación de sus maestros, la administración actual está proponiendo gastar 71 pesos al año por maestro.

El PPEF 2021 para educación es una burla, un agravio, una incongruencia mayúscula. Pone a los funcionarios educativos en calidad de rehenes de una visión de austeridad que es contraproducente, y al discurso oficial a favor de los maestros como una engañifa procaz. Esto todavía puede cambiar. ¿Cómo? Si los diputados (muchos de los cuales vienen del magisterio) muestran un mínimo de dignidad y sensatez, e impiden que se dañe la vida de sus colegas, y con ellos, la de millones de niñas y niños. Exijamos a nuestros representantes que no se haga esta mutilación al cuerpo de nuestra nación. Invertir en nuestros maestros ahora es cuando más se necesita.

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