La de la motivación es una de las falacias que más daño ha hecho a la educación en nuestro país.
-Ricardo Moreno Castillo
La manera en la cual las personas hablan es muy reveladora. Las palabras que escogen, los ejemplos que usan y cómo construyen sus argumentos son el resultado de un largo proceso de arquitectura de identidad, asimilación de valores y socialización; son el resultado del poder al cual han sido expuestos a lo largo de sus vidas.
-Michel Foucault
El discurso de la motivación se ha integrado a la formación escolar de chichas y chicos. Sin embargo, más que un componente pedagógico, la motivación sirve como recurso retórico e ideológico para la constitución del sujeto de rendimiento posmoderno. Con el argumento de atender la educación emocional e incentivar a los educandos en su quehacer académico, la escuela se apropió de eufemismos provenientes de los ámbitos economicista, del emprendedurismo y de la psicología positiva que, más allá de aportar elementos básicos para la enseñanza, promueven e impulsan prácticas e ideas acordes a las exigencias de la sociedad neoliberal y, así, orientan la instrucción bajo los principios que el mercado global y sus necesidades requieren para la reproducción de la fuerza de trabajo y la acumulación de capital.
Con ello, la motivación se injertó en el lenguaje didáctico de los docentes para dar sentido a sus propósitos y actividades. Así, el profesorado incentivó y propició las condiciones para generar “ambientes de aprendizaje” altamente “positivos”, con miras a mejorar el «rendimiento escolar» de sus estudiantes y cumplir con los estándares solicitados para la adquisición de ciertas “competencias” individuales. La motivación se convirtió en un instrumento invisible de dominación y coacción discursiva, acompañada de frases cargadas de una gran dosis de optimismo, tales como: ¡Ánimo, tú puedes! ¡El cambio está en ti mismo! ¡Lo vas a lograr! ¡Échale ganas! Con ellas, la reflexión, análisis, problematización de la realidad e identificación de problemas contextuales y sus posibles alternativas de solución, quedaron fuera de la formación escolar y, en su lugar, se “animó” a los educandos para que, a partir de su “buena voluntad” y “ganas de salir adelante”, éstos se enfrentaran al mundo con optimismo.
No obstante, dicha situación tiene algunos efectos: despolitización de escolares y docentes, subordinar el pensamiento crítico a la condición afectiva de los sujetos y, finalmente, dominio de la psicología por encima de la pedagogía. Fenómenos que no pueden pasar desapercibidos, ya que, en los tres casos, la condición racional de los sujetos queda fuera de la actividad escolar y la afectividad se impone a los procesos de análisis, reflexión y discusión –necesarios para la constitución de ciudadanos comprometidos con el momento histórico que viven-. A ello se agrega que, como resultado adicional, la escuela se convierte en un espacio para promover la vacuidad intelectual, dado que no se siembra el aprecio por el saber sino, por el contrario, las emocionas ocupan el lugar que le corresponde al conocimiento.
Pero, ¿qué se puede hacer? Pregunta sin duda difícil de contestar, pero que, por su propia naturaleza, exige un intento de solución. Sin la intención de ofrecer un remedio o salida única al cuestionamiento, se sugieren las siguientes alternativas: diseñar, desarrollar y emprender actividades escolares que exijan, de los educandos, arduo esfuerzo intelectual para reflexionar y analizar diversas situaciones “problematizadoras” del mundo, dirigir una educación que recupere el valor de la disciplina como componente primordial para la formación académica, asimilar el estudio como una actividad indispensable, como un deber y obligación que permiten la conformación integral del ser humano; entender que se requiere el aprendizaje de contenidos específicos y, para lograrlo, es necesario la ejercitación constante, rutinaria y repetitiva, comprender que los docentes, como sujetos encargados de la instrucción, requieren de sus estudiantes: constancia, orden y esfuerzo. La motivación vendrá después.