Comunidades de aprendizaje, transformando la verticalidad en participación

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 Las Comunidades de Aprendizaje (CA) son la pedagogía posible de emancipación, representan una irrupción profunda y disruptiva…


Comunidades de aprendizaje

La educación mexicana se encuentra en un momento crucial, en un punto de inflexión e inconvexo donde las decisiones tomadas hoy tendrán repercusiones históricas para generaciones futuras. Durante demasiado tiempo, nuestras escuelas han estado sujetas al peso de la verticalidad autoritaria: directores que gobiernan desde la imposición, supervisores que reducen la práctica pedagógica a estadísticas, calificaciones y reportes administrativos, y jefes de sector que reproducen, sin cuestionarlo, un esquema de control centralista que limita la creatividad, la participación y la emancipación.

Este modelo ha configurado lo que podríamos denominar la proxémica de la distancia: la autoridad se coloca en un pedestal de oropel y el resto de la comunidad educativa permanece relegada, observando y cumpliendo, sin participar verdaderamente en la construcción del conocimiento ni en la toma de decisiones que afectan directamente su entorno. El resultado es una escuela que funciona como maquinaria ingenua de obediencia y que reduce al magisterio a meros ejecutores de órdenes externas, lejos de ser sujetos críticos sentipensantes y transformadores de la realidad educativa de su propia territorialidad.

Ese esquema es comparable a una barrica vieja: aunque se intenten verter discursos de vino nuevo renovadores, la esencia sigue siendo rancia. La escuela pierde sentido humano, se vuelve espacio de cumplimiento mecánico, y el docente, despojado de su capacidad de agencia, deja de reconocerse como protagonista del cambio verdadero.

Hoy, sin embargo, se abre una oportunidad histórica de transformación, un momento en que la autocracia puede ser confrontada y la emancipación educativa puede materializarse. Lo que tanto añoro el magisterio hoy esta en la palma de sus manos, su autonomía profesional.

 Las Comunidades de Aprendizaje (CA) son la pedagogía posible de emancipación, representan una irrupción profunda y disruptiva frente al modelo autoritario y esclerosado por décadas. No son un programa pasajero ni una moda pedagógica; constituyen un movimiento profundo de transformación basado en evidencia científica, principios dialógicos y praxis emancipadora. Las CA colocan a la comunidad escolar en el centro, reconociéndola como agente activo de su propio destino y no como un mero receptor de políticas educativas externas, que siempre favorecen al sector privatizador de la educación pública.

El reciente documento de la SEP reafirma esta perspectiva: los Consejos Técnicos Escolares (CTE) no deben ser espacios burocráticos de rutina, sino que pueden y deben convertirse en Comunidades de Aprendizaje, promoviendo la autonomía profesional, la colaboración entre pares y la construcción colectiva del conocimiento.

En este contexto, las CA se distinguen por cuatro pilares fundamentales:

  1. Diálogo igualitario: cada voz tiene valor por la fuerza de su argumento, no por su jerarquía. Se rompe así la lógica de obediencia ciega, y se reconoce que la inteligencia colectiva supera cualquier mandato vertical.
  2. Autonomía profesional: el docente es protagonista de la transformación educativa. Su práctica no está supeditada al capricho de la autoridad, sino orientada por la reflexión crítica, la evidencia y la ética pedagógica.
  3. Solidaridad: las diferencias se convierten en riqueza, los conflictos en oportunidades de aprendizaje conjunto. La escuela se transforma en un espacio donde la cooperación y la empatía reemplazan la competencia jerárquica.
  4. Pensamiento crítico y reflexión compartida: se fomenta la capacidad de imaginar futuros alternativos, de cuestionar la norma y de construir estrategias educativas colectivas, siempre con base en la justicia social y el respeto a la diversidad.

En este marco, la figura tradicional de director, supervisor o jefe de sector se resignifica: ya no es un vigilante, sino un facilitador del diálogo, garante de la participación y promotor del aprendizaje colectivo. La autoridad deja de ser un instrumento de control y se convierte en un aliado estratégico de la transformación educativa

La Nueva Escuela Mexicana (NEM) propone principios que convergen con los de las Comunidades de Aprendizaje: equidad, inclusión, justicia social, valoración de la diversidad cultural y reconocimiento del aprendizaje como derecho. Sin embargo, existe un riesgo latente y concreto: que estos principios se implementen desde la misma lógica autocrática que históricamente ha caracterizado a nuestro sistema educativo.

Aquí es preciso recordar la advertencia: no se puede poner vino nuevo en barricas viejas. Intentar transformar la escuela sin modificar las estructuras de poder vertical y la cultura de control es condenar la innovación al fracaso. La NEM solo podrá ser una verdadera revolución pedagógica si rompe con la inercia burocrática y se atreve a transitar hacia modelos auténticamente dialógicos, comunitarios y emancipadores.

El cambio no es solo metodológico; es ético y político. Significa desafiar los esquemas de poder tradicionales, repensar el rol del docente, del directivo y del supervisor, y apostar a la construcción colectiva de conocimiento como eje principal de la escuela.

El próximo viernes 26 de septiembre de 2025, cuando se celebre el Primer Consejo Técnico Escolar en todo México, el magisterio se encontrará frente a una decisión histórica. Ese día puede ser uno más de rutina burocrática —llenando formatos, cumpliendo con expectativas externas, bebiendo del mismo vino rancio de siempre— o puede transformarse en el inicio de un nuevo capítulo, donde los CTE se conviertan en espacios de libertad, diálogo y emancipación educativa.

Será la diferencia entre repetir el pasado o inaugurar el futuro; entre conservar la proxémica autoritaria o apostar por la cercanía solidaria; entre obedecer sin cuestionar o construir colectivamente una escuela donde todas las voces cuenten.

El mensaje debe ser claro y urgente: el maestro que no cambie su gestión autocrática está condenado a perecer en el camino.

Un docente que persista en trabajar de manera aislada, que se aferre a la verticalidad y que desprecie la participación de la comunidad, quedará atrapado en un modelo obsoleto. No solo perderá vigencia pedagógica, sino que también se desvinculará de un movimiento colectivo que está marcando el rumbo de la educación en México y el mundo.

El magisterio que no se atreva a dar el paso hacia la colaboración, la reflexión compartida y la solidaridad terminará siendo espectador de una transformación en la que pudo haber sido protagonista. La historia educativa no espera a los indecisos, a los tibios, a los “charros oficialistas / sindicales”; solo aquellos que se comprometan con la praxis emancipadora podrán inscribir su nombre en ella.

Es de gran valor recordar a Paulo Freire el cual nos dejó un legado de esperanza activa y de compromiso ético con la educación. Su concepto de “ineditum viable” nos recuerda que existen realidades aún no creadas, pero posibles de construir mediante la praxis transformadora.

El ineditum viable es ese horizonte inédito pero alcanzable que se abre cuando los pueblos, las comunidades y los maestros deciden actuar con conciencia crítica, dejando atrás la pasividad y la sumisión. Hoy, en el terreno educativo mexicano, ese ineditum viable se manifiesta como una escuela emancipada, un espacio donde el diálogo, la solidaridad y la justicia social son la norma y no la excepción.

Ese futuro aún no está escrito, pero es viable si el magisterio se atreve a romper las barricas viejas, a abandonar el vino rancio de la autocracia y a brindar, colectivamente, con el vino nuevo de la esperanza pedagógica. Es un llamado a convertir la escuela en territorio de libertad y dignidad, donde la acción colectiva transforme la realidad concreta de cada alumno, maestro y comunidad.

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