Para formar ciudadanos se requiere que la escuela promueva que los alumnos conozcan y fortalezcan sus capacidades para influir en el bienestar social y colectivo.
Es importante que los alumnos, a lo largo de la vida escolar reconozcan, con sentido ético, las implicaciones de sus actos.
En ese sentido, la escuela contribuye con el desarrollo de las competencias que consolidan en los ciudadanos la responsabilidad, el cuidado de la salud, desarrollo humano, aprender a ser, a convivir, a aprender a hacer, es decir, una mejor calidad de vida.
A su vez, la sociedad cifra sus esperanzas en una escuela que garantice formación para la vida, tan importante actualmente, donde la dinámica global, exige cada vez más que los individuos sepan resolver retos o planear el futuro.
En ese contexto, la educación financiera y un consumo inteligente se identifican como habilidades necesarias.
La falta de conocimientos financieros adecuados nos hace vulnerables al abuso y a la toma de decisiones acertadas, lo que implica consecuencias adversas incluso para el patrimonio familiar.
El siglo XXI exige ciudadanos competentes. Una formación que implique conocimiento económico y financiero garantiza un consumo inteligente y sustentable, además que supone un proyecto de vida basado en la seguridad patrimonial.
Actualmente, hay un plus para con los perfiles profesionales idóneos y orientados al sector financiero.
Por ello, la certificación EFA para asesores es una extraordinaria carta de presentación que garantiza una formación sólida y especializada.
Permite al profesional en cuestión, el amplio criterio para apoyar gestiones empresariales que conduzcan al ahorro, manejo de recursos, consumo inteligente, proyectos financieros, etc.
Nada más apreciado por el mundo empresarial que un profesional con las habilidades propias que implica en manejo eficaz de las finanzas con resultados idóneos.
De ahí la importancia de desmitificar la educación financiera, irremediablemente presente en la vida cotidiana.