PARADÓJICO QUE la reforma educativa exija de maestros profesionalizados pero no de un Secretario de Educación que se comporte a la altura de tan importante investidura.
Y es que se puede entender la psicosis que atormenta cada uno de los pasillos de las dependencias del Gobierno Federal, entre ellas, la SEP, por la avanzada del candidato a la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador de cara a las elecciones de 2018.
Sin embargo, que el Señor Secretario de Educación en turno, Otto Granados Roldán, pierda los estribos y se lance a la caza del escurridizo ‘peje’ no es más que la “Crónica de un candidato del PRI-PANAL-PVEM que no prende”.
Don Otto encolerizado espetó desde twitter (sin nombrar López Obrador) lo siguiente:
“¿Es posible debatir con un orate? ¿Y así sueña con ser una opción? Más allá de sus problemas de senilidad y salud mental, le faltan ideas, argumentos, razones, hechos, datos duros y verificables, y le sobra demagogia, falsedad e inmoralidad”.
Y aunque los defensores de Secretario argumentan que desde twitter puede opinar lo que le pega en gana, lo cierto es que para ser Secretario de Educación se requiere de “una poca de gracia y otra cosita”.
Se trata ni más ni menos del funcionario que tiene el encargado de dirigir las urgentes estrategias que combatan el flagelo del acoso escolar.
Es el funcionario que tendrá la encomienda de poner en marcha el Nuevo Modelo Educativo que, según el Gobierno Federal, es el “sistema educativo del futuro”.
Al parecer, Don Otto debe “aprender a aprender” que antes que la grilla está el alto encargo de conducir la política educativa del País, y que a esta altura del sexenio ‘Peñista’, a nadie conviene un orate en la SEP.