Hoy se conmemora el quinto aniversario de los hechos lúgubres que tuvieron lugar en una pequeña comunidad de Oaxaca, al pie de la autopista que conecta la capital del país con la capital de ese estado.
Aquel domingo, la gente de la comunidad lejos de las actividades del mercado, el ocio y el descanso, se encontraba en alerta máxima junto con las y los trabajadores de la educación, un operativo de las fuerzas policiacas habría llegado por tierra y aire para disolver una serie de manifestaciones en contra de las Reformas Estructurales impulsadas por Enrique Peña Nieto y sus aliados en las Cámaras, resaltando la mal llamada «Reforma Educativa».
Ardían vehículos de carga y transporte en diferentes puntos y las barricadas dispuestas de piedras y palos no soportaron los gases lanzados desde los helicópteros «Black Hawk» de la entonces Policía Federal ni las balas de las pistolas y rifles de asalto de los elementos policiacos; pobladores corrían igual por cerros que en las calles intentando resguardarse de los disparos que a discreción, fueron hechos por los elementos de las diferentes corporaciones, como los que provenían de la «Vulcanizadora Reyes» -dónde hasta la fecha una imagen recuerda a los oficiales armados-.
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No fue suficiente herir de muerte a varias personas, los elementos que tripulaban las aeronaves de guerra siguieron lanzando el gas lacrimógeno a las instalaciones de la pequeña clínica comunitaria donde eran atendidos los heridos, a las escuelas utilizadas para resguardar a la población y a las casas para sacar a la gente de su interior.
Las primeras versiones oficialistas apuntaban al «repliegue de manifestantes» donde en palabras de los voceros del gobierno se establecía que: -no hubo uso de armas de fuego o el uso de fuerza desmedida-, sin embargo, las imágenes y los vídeos decían todo lo contrario.
Según el «Informe» de la Comisión de Seguimiento de los Hechos Ocurridos en Nochixtlán del Poder Legislativo Federal, el saldo fue de 8 personas asesinadas, de las cuales 7 se estableció que fue por arma de fuego y 1 más por lesiones, así mismo, un saldo de 96 heridos y cuantiosos daños materiales.
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El cinismo, la brutalidad y la falta de humanidad, fueron el sello de la administración Peñista y aún cuando pensamos que después de Ayotzi no podrían superarse a si mismos -para mal-, lo lograron, a la vista del mundo entero; hasta la fecha, ningún mando ha sido judicializado por las atroces decisiones tomadas aquel día y por el contrario, algunos de los personajes de alto nivel encargados de las corporaciones fueron premiados como candidatos a puestos de elección popular en sus respectivas entidades, lo cual robustece el aroma de impunidad que aún circula en el aire.
Quienes tuvimos la oportunidad de visitar Nochixtlán, pudimos ser testigos del miedo, la rabia, la impotencia y el dolor de los pobladores al recordar en voz propia los hechos de aquel fatídico 19 de junio de 2016, a pesar de lo vivido, también pudimos confirmar la fortaleza de un pueblo digno, solidario, empático y sobre todo, lleno de voluntad para seguir luchando al lado de sus hermanos de causa, por un país más justo para todas y todos, con trabajo e inteligencia colectiva.
¡Ni perdón, ni olvido!
¡Nochixtlán vive ,la lucha sigue!
¡Justicia, justicia, lo que el pueblo necesita!