Hace una semana, Milenio publicaba sobre el retiro de la lideresa del magisterio Elba Esther Gordillo. Según la nota, ésta había dicho a maestros de Nuevo León que se sentía cansada y que veía su retiro, deseaba…salir por la puerta de la sala, no de la cocina”
La nota fue pólvora en redes sociales. Alegría, júbilo y celebraciones.
Más tarde el mismo diario daba cuenta de otras declaraciones de la maestra en plena inauguración del ciclo escolar 2012-2013 donde dejó ver que no tiene la más mínima intención por renunciar.
Pero, ¿hasta donde se puede dimensionar el retiro de la Maestra Elba Esther? ¿Qué significa éste suceso?. Para quien escribe éstas letras el retiro de la poderosa lideresa sólo representa un simbolismo. No hay motivo para el jubileo.
En el sindicato de maestros, con Elba Esther o sin ella, las cosas seguirán igual.
Lo sostengo porque en las entretelas del poderoso SNTE existe una escuela de corte Elbista que sabe imponerse a las voces internas disidentes que ven en la forma de gobierno sindical un régimen a nivel de dictadura.
Un control característico de una cúpula poderosa fortalecida por las generosas cuotas sindicales y, gracias a Gabriel Quadri, por los recursos públicos vía el PANAL.
Elba Esther Gordillo Morales es sin duda la emperatriz de la marrulla política. Ha sabido coser con excelente tino una red poderosa que le permite colarse en la política nacional.
Incluso, muchos sostienen que la rectoría del Estado en materia educativa está supeditada al proceder del grupo de poder que comanda la Maestra.
Y mientras tanto, gobiernos como el de Felipe Calderón que cedieron espacios tales como la Subsecretaría de Educación Básica como moneda de cambio y gratificación por favores de corte electoral, el magisterio contribuye en mucho al fortalecimiento de la cúpula gracias a su pasividad.
A eso sume el papel del académico Gabriel Quadri de la Torre que penetró en la decisión de muchos mexicanos y los convenció para que depositaran su voto en las pasadas elecciones presidenciales a su favor.
Si se va Elba Esther o no, resulta irrelevante. La fortaleza está en el sistema ya establecido y encarnizado, no así en la persona.