¿Reubicar escuelas para crear Universidades Castellanos?

Se sabe que a distintos cargos públicos llegan personajes sin la menor idea o conocimiento del lugar que van a ocupar.
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Cuenta la leyenda que un buen día, algún presidente de la República Mexicana preguntó: ¿qué hora es? Y la respuesta que recibió de inmediato fue: la que usted diga señor presidente.

Como sabemos, dicha “leyenda” fue atribuida a don Porfirio Díaz, aunque años más tarde fue asignada a personajes impresentables del Partido Revolucionario Institucional; en cualesquiera de los casos, su significado va más allá de unas simples palabras, pues el sometimiento y la construcción de una figura omnipotente parecen ser los elementos centrales que caracteriza las relaciones entre los gobernantes y gobernados en un país como el nuestro.

Sin duda, en pleno Siglo XXI tales cuestiones siguen presente, porque esas relaciones de sometimiento ante una figura suprema son manifiestas, trátese del color político de que se trate, porque ya sea de izquierda, de centro o de derecha, el culto hacia la imagen, en este caso, presidencial, se ha mantenido a lo largo de los años o… ¿qué ha cambiado? En fin, vayamos por partes.

Lo anterior viene a colación porque, precisamente hace unos días, no acaba de leer la columna de Manuel Gil Antón que publicó en El Universal “Una mirada inicial a la Rosario Castellanos”, cuando me enteraba de diversas manifestaciones de varios padres de familia y docentes de San Luis Potosí, por la reubicación de dos escuelas de educación básica debido a la instalación de la Universidad Rosario Castellanos en su lugar; universidad que, como es de conocimiento general, es pieza fundamental del proyecto que encabeza la presidenta Claudia Sheinbaum en México, consistente en ampliar oportunidades para que cientos de jóvenes que viven en entidades o municipios que presenta mayores rezagos educativos y en desarrollo económico y social, puedan acceder a una educación superior.

Qué bueno que se piense de esta forma, porque si algo necesitan cientos de estudiantes a lo largo y ancho de la República Mexicana, es una serie de oportunidades para continuar con su proceso formativo que podría llevarlos a obtener un título universitario. Vaya, tal cuestión, insisto, es de aplaudirse. Desafortunadamente tal pensamiento se viene abajo cuando los hechos o las acciones no son los que desde el pulpito presidencial se manifiestan. De hecho, esto me hizo recordar lo que hace varios meses leía en algún texto que, por el momento, no recuerdo su título; se trataba de una conversación entre dos políticos: “¿Sabías que los cocodrilos vuelan?”, “Por supuesto que no”, “quién dijo semejante estupidez?”, “El Presidente”, “Aaaaaaaah, bueno, es que vuelan, pero bajito”.

Imagino la conversación entre el gobernador de San Luis Potosí y el secretario de educación pública de su entidad, sobre todo cuando el primero le mandata al segundo: “Tenemos que abrir una Universidad en el estado, ya lo dijo nuestra presidenta”, “Pero señor no podemos porque no hay presupuesto o espacio para construirla”, “Es fácil Torres, reubica dos escuelas, pero de qué la Universidad va, va”, “Lo que usted diga señor gobernador”.

Así, sin más, sin un estudio de factibilidad o, dicho en palabras de Gil Antón, “sin un estudio sobre la demanda potencial de la zona considerando la proporción de rechazo que presentan las opciones institucionales públicas, de tal manera que se pueda conocer y estimar la demanda real esperable”, es como, de buena a primeras, se presente abrir una Universidad solo porque lo dijo la presidenta. No obstante, como he dicho, el que lo haya expresado la mandataria nacional no significa que las cosas se deban hacer sin el menor cuidado posible, pero, sobre todo, vulnerando y violentando el derecho superior de niñas y niños de recibir una educación solo por el capricho del señor gobernador, porque, imagino que, a decir de él: así “lo dijo” la presidenta.

Vaya, se sabe que a distintos cargos públicos llegan personajes sin la menor idea o conocimiento del lugar que van a ocupar, pero, presentarse a una reunión con padres de familia con argumentos irrisorios es una barbaridad; así lo dejaron ver las transmisiones en vivo de algunos periodistas y padres de familia presentes en el lugar de los hechos. Ni el secretario de educación ni el personal que le “acompañaba” demostraron la capacidad para estar al frente del cargo que ocupan. Son los resultados de no estar preparados para el puesto; compadrazgo algunos les llaman.

Y bueno, después de tremendo revuelo que generó la continua y reiterada protesta de los padres de familia a lo largo de la semana, el gobierno del estado declaró que, si no se lograba un acuerdo con dichos padres, la Universidad Rosario Castellanos ya no ocuparía las instalaciones de la escuela primaria 21 de agosto y la Escuela Técnica Industrial (ETI). Pienso que, si se logra este propósito, es decir, el de la no reubicación de las escuelas de educación básica, ahora sí el señor gobernador, de manera conjunta con su secretario de educación, podría dar a conocer el estudio que, tal y como lo señala Gil Antón, “sea pertinente socialmente y que incluya prospectivas de demanda no atendida real en esa localidad y en su zona de influencia”.

Espero que la presidenta Sheinbaum y Mario Delgado estén enterados del cómo se están haciendo las cosas en algunos lares de la República Mexicana, porque, por ejemplo, hay mucha tela de donde cortar en las Universidades del Bienestar Benito Juárez y nadie dice o hace nada. ¿Pasará lo mismo con la Rosario Castellanos?

Creo, el momento de tirar culpas al pasado por la metida de pata que su personal y el mismo gobernador del estado hicieron en este asunto es un viejo cuento; aunque, curiosamente, varios de estos políticos emanaron de un régimen donde la hora la mandataba el señor presidente. Caray, en muchos, pero muchos lugares neoliberales y no neoliberales son lo mismo, es decir, es el mismo gato nada más que revolcado, ¡Pa’qué tanto cuento!

Al tiempo.

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