Con el objetivo de incorporar el término “ultraprocesados” en la legislación que prohíbe la publicidad y venta de alimentos y bebidas con bajo valor nutricional y alta densidad energética en las escuelas, el diputado Eduardo Enrique Murat Hinoja (PRI) propuso reformar los artículos 301 de la Ley General de Salud y 75 Bis de la Ley General de Educación.
La iniciativa, actualmente en revisión por las comisiones unidas de Salud y Educación, señala que la publicidad y venta de alimentos altos en calorías, grasas, azúcares, sal y almidones refinados está diseñada de manera agresiva y se dirige especialmente a la infancia.
Esto contrasta con los alimentos no procesados o mínimamente procesados, que generalmente no cuentan con una fuerte presencia de marca ni con campañas publicitarias efectivas.
El diputado advirtió que estos productos están diseñados para maximizar ganancias, utilizando ingredientes de bajo costo, asegurando una larga vida útil y siendo hiperpalatables.
Esto incluye productos como pasteles, donas, galletas, hamburguesas, pizzas y papas fritas, lo que resulta en que los niños disminuyan su consumo de alimentos frescos y nutritivos.
Por lo tanto, consideró crucial destacar que los ultraprocesados contienen químicos dañinos, incluidos contaminantes formados al cocinar a altas temperaturas, aditivos industriales que pueden causar inflamación y alterar el equilibrio de la microbiota intestinal, así como sustancias químicas disruptivas hormonales derivadas de plásticos utilizados en su fabricación y empaque.
El legislador resaltó también que estos productos suelen estar preelaborados y listos para el consumo inmediato, lo que los hace aún más atractivos para los consumidores, especialmente para los menores. Además, alteran las señales de saciedad, lo que provoca un consumo distraído, particularmente durante actividades como ver televisión.
Murat Hinoja advierte que el aumento en el consumo de alimentos ultraprocesados, junto con aditivos que mejoran su atractivo y durabilidad, podría resultar en que 6.8 millones de niños y adolescentes padezcan obesidad y sobrepeso en la próxima década, aumentando el riesgo de enfermedades crónicas como diabetes, accidentes cerebrovasculares y enfermedades cardiovasculares.
A pesar de que la tasa de mortalidad atribuible al Índice de Masa Corporal Elevado (IMCE) en niños de 0 a 14 años es actualmente casi inexistente, subraya la importancia de no subestimar el impacto potencial de la obesidad desde la infancia hasta la vida adulta.
Finalmente, destaca que un niño o una niña que crece en un entorno que promueve el consumo de ultraprocesados y un estilo de vida sedentario corre un mayor riesgo de mantener un IMCE elevado, lo que podría deteriorar su salud cardiovascular y metabólica a lo largo del tiempo, subrayando así la relevancia de esta reforma.
