En México sí se lee, pero no necesariamente en un mismo formato; la lectura puede ser en un libro impreso, en una revista, en los cómics y, desde hace algunos años, en los libros electrónicos, expuso Elsa Ramírez Leyva, del Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información (IIBI) de la UNAM.
En promedio, un mexicano lee al año 3.3 libros (INEGI), pero obtener una estadística confiable es complejo por la incorporación de dispositivos como computadoras y teléfonos móviles, y de libros electrónicos, también conocidos como eBooks, remarcó.
Al respecto, Isabel Galina Russell, del Instituto de Investigaciones Bibliográficas (IIB), recordó que el libro “puede ser un objeto en papel, pero también es el texto que incluye”.
Entonces, si el texto es trasladado a una base digital, sigue siendo un libro, lo único que cambia es el soporte, y ese proceso ha ocurrido a lo largo de los siglos, pues “los primeros fueron tallados en piedra y tablillas, posteriormente grabados en rollos de pergaminos, en papiros y en pieles de animales”, refirió.
Los nuevos soportes no son muy diferentes al texto impreso, pero por lo regular los eBooks incorporan herramientas para incrementar su aprovechamiento. “Por ejemplo, si no se conoce una palabra está la opción de darle clik para que el sistema dirija a una definición. Con los hipervínculos, el texto digital permite expandir las posibilidades que ofrecen esas lecturas”, dijo Galina Russell.
También brindan elementos multimedia como audio y videos, sitios de lectura, foros de discusión. “No obstante, los libros electrónicos están condicionados a la duración de la batería del dispositivo”, reconoció.
No hay datos contundentes que indiquen que los libros digitales son más fáciles de leer, pero sí es clara la necesidad de desarrollar la habilidad y hábito de la lectura para incrementar el potencial de desarrollo de cada persona, coincidieron las universitarias.
Capacidad lectora
Ramírez Leyva resaltó que es frecuente pensar que al llegar a la licenciatura los estudiantes deben tener las capacidades de estudio y aprendizaje, como la habilidad lectora, para desarrollarse en determinado campo del conocimiento.
Sin embargo, “tienen nociones, pero no son suficientes para enfrentar una lectura especializada, pues son terminologías más complejas que en cada campo de conocimiento tienen un sentido y significado particular”, aclaró.
La universitaria alertó que esta dificultad para la lectura no debe ser un detonante para sustituir el libro por textos menos complicados y condensados, como infografías, cuadros sinópticos o mapas mentales. “Es un error, pues se privilegia la enseñanza, no el aprendizaje; deben ser los alumnos quienes desarrollen ese tipo de materiales tras una lectura, lo que sería un indicativo de apropiación del conocimiento”.
Para llegar a ese objetivo, subrayó, el docente debe guiar e iniciar al alumno en el lenguaje, tipo de textos y habilidades lectoras propios de la disciplina que va a estudiar. “No es lo mismo redactar un artículo de ciencias, que uno de humanidades. La lectura, como forma de adquisición del conocimiento, debe convertirse en un hábito guiado por el profesor, quien debe incentivar el desarrollo de un pensamiento crítico y reflexivo”.
Finalmente, resaltó que uno de los aspectos más complejos para desarrollar la habilidad lectora es que aún se enseña como una obligación y no como un hábito formativo, y eso se puede modificar si se alternan lecturas técnicas con literatura estética.