La soberbia que ha manifestado en estos días un “representante del pueblo” de apellidos Fernández Noroña es mayúscula.
Aún recuerdo la “humildad” con la que este político se acercaba a diversos sectores sociales para expresar sendos discursos donde, por más increíble que pudiera parecer en estos días, invitaba a los presentes a “que no se dejara engañar”, pues los regímenes neoliberales habían saqueado al país y, por esas y otras razones, había llegado el momento de lograr un cambio, según recuerdo: de transformación. Palabras como lucha social, justicia, igualdad, equidad, u otras como desobediencia civil quedaron en el baúl de los recuerdos. Allá por el 2013, quien se viste hoy de senador, aseguraba que el magisterio movilizado, ante las injusticias y atropellos cometidos por quien detentaba el poder, era un ejemplo de lucha, porque con su actuar lograba que ciudadanos como él se pusieran el corazón en su lugar. El llamado era claro: una desobediencia civil, porque si el pueblo paraba todo, no habría gobierno que se sostuviera (https://www.youtube.com/watch?v=0F4DtWRIDKI).
Hoy el discurso es otro ante las demandas del mismo magisterio movilizado (CNTE) que lucha por la abrogación de la Ley del ISSSTE de 2007, porque, extrañamente, en estos momentos “el recurso no da para más”, y no es que no sea “por falta de cariño” como este político lo aseguraba en días pasados, sino porque “nadie está obligado a dar lo imposible”. Lo más irrisorio de todo este asunto es la firmeza con la que este senador llegó a asegurar que en 40 años la “izquierda mexicana” no iba a salir del gobierno porque la mayoría del pueblo lo respalda, así como a su presidenta, ya que esta tiene el 85% de apoyo popular. En fin.
Hace algunos meses, la presidenta Claudia Sheinbaum, durante su campaña política rumbo a Palacio Nacional, prometió al magisterio lo mismo que su antecesor, el ex presidente López Obrador: “se van a echar para atrás las reforma a las pensiones del 97 y del 2007” porque habían condenado a las trabajadoras y trabajadores del estado y afiliados al seguro social a pensiones de miseria; la preocupación en ese entonces expresada en voz de la actual mandataria nacional era: “nosotros pensamos en las trabajadoras y trabajadores de México” y, por tal motivo, había que dejar atrás al neoliberalismo. Dicha promesa de campaña, según lo expresaba la candidata, “se iba a lograr con el apoyo de senadores y diputados” (https://www.youtube.com/watch?v=52iEaQiQHd0) .
Hoy el discurso es otro, porque además de que se niega a sentarse en una mesa de diálogo con las maestras y maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) que llevan años, no días, años estableciendo esta justa demanda para las y los trabajadores de la educación por la aplicación de esta ley que afectó y vulneró sus derechos laborales, profesionales y humanos, los trata con desdén e indiferencia enviando a dos “flamantes” secretarios de estado y al director del ISSSTE para proponerles lo siguiente: a) La emisión de un decreto para reducir progresivamente la edad de jubilación hasta alcanzar la edad previa a la reforma del 2007 en el caso de los que están en el décimo transitorio de la Ley del ISSSTE; b) la creación de un colectivo interdisciplinario para revisar los esquemas de jubilación; c) la desaparición de la USICAMM y la construcción de una alternativa con la opinión de todas las maestras y maestros en foros por escuela; d) La continuidad de las comisiones tripartitas para atender demandas estatales en los estados; y, e) el establecimiento de un nuevo registro del régimen de jubilación, para aquellos que no lo hicieron en el 2007.
Bien se dice que “del dicho al hecho hay mucho trecho” y es cierto; muchos podrían asegurar que todos los políticos hacen lo mismo, prometen un cambio y no llega porque las demandas siempre van a estar ahí en virtud de que nos enfrentamos a problemas estructurales, y también es cierto. Lo lamentable de este asunto es que esos problemas estructurales no surgieron por sí solos, sino por personas, políticos, diputados, senadores o presidentes que permitieron que un puñado de magnates de apoderara de la vida de otras tantas personas. Es obvio que, si te anuncias y te vendes como “La esperanza de México”, ese sector social que ha sido afectado por varias décadas debido a esos problemas que ellos no generaron, encontrará una alternativa mediante la cual se puedan atender y resolver sus demandas y necesidades, y por obvias razones, te brindará su voto. Vaya, esto es de esperarse, no tendría que ser uno ingenuo para no darse cuenta de ello.
El gran problema que “no han entendido quienes hoy son gobierno” y sus aplaudidores, es la enorme y profunda contradicción que cimbra sus posibles “cimientos”: la defensa de unos cuantos administradores de las AFORES y el olvido de la clase trabajadora por la que decían luchar y trabajar. En otras palabras, para haber si así entiende: es la traición de una “izquierda mexicana” a los principios por los que dicen luchar y trabajar. Desde mi perspectiva: no hay proyecto de izquierda en y desde el gobierno, y punto.
Dicen ser pueblo y se trasladan en camionetas de lujo y blindadas para estar con el pueblo; dicen ser pueblo y viajan en primera clase a países del viejo mundo a supuestas convenciones de congresistas; dicen ser pueblo y se sientan a dialogar con empresarios por un supuesto programa para evitar el consumo de comida chatarra; dicen ser pueblo y sí se sientan a dialogar con un Slim o los mismos banqueros, pero no con los maestros. Sí, dicen ser pueblo, pero no son pueblo. ¡Mentira, mentira, (es) la misma porquería!
Si hoy son gobierno y tienen el control en ambas cámaras de representantes, ¿qué esperan para actuar para y por el pueblo? Menuda resultó ser la “esperanza de México”. Bien se dice que el pueblo se ha acostumbrado a la desigualdad y las injusticias que, cuando un grupo de personas se levantan para manifestar sus demandas y necesidades, ipso facto de convierten en villanos.
¡Duro maestr@s!, ¡duro!