Masoquista

Por debajo de la cortina veo la hora y me recuerda lo poco que falta para ir a mi labor, a ese encuentro que ya sé cómo terminará; eso que me hastía y ...
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Por debajo de la cortina veo la hora y me recuerda lo poco que falta para ir a mi labor, a ese encuentro que ya sé cómo terminará; eso que me hastía y me lastima, pero es lo mismo que mi ser pide como sus dosis recurrente.

Me afana, me carece y de paso languidece, ahí de paso desaparece mi voluntad; porque me enerva, me coacciona y a la vez me decepciona; nada es tan fácil como alejarse pero soy necesario aunque la vida diaria me grite que NO. Sí, no parece pero soy el dolor que un impune malandro ha requerido al final de su delito. Lo que espera, lo que merece.

Un poco de sal tortura la herida pero al final la cura, es pues el dolor parte de la sanidad mortífera. Juego de niños, placer y deber, el riesgo de prevalecer.

Sé que en la labor poco se me considera, menos aún se me quiere no por no merecerlo sino por la ingratitud asintomática. Y aún con todo eso me entrego sin reservas porque me apasiona mi vida, y cada momento que de ella depende.

No es normal sentirse humillado, ni maltratado, pero es que tal vez no soy normal…posiblemente mi país sea la “Nación Peluche” donde lo normal es raro.

Y a pesar de todo…ahí seguimos.

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