Hace unos días, una maestra de cuarto grado de primaria me platicaba sobre una situación que recién había vivido con sus alumnos, particularmente con un niño, cuando éste fue sorprendido “trepado” en una silla con celular en mano y tomando algunas fotografías hacia el interior de los baños de las niñas. Al ser descubierto por un maestro, el estudiante fue conducido a la dirección de la escuela con la finalidad de que el director tuviera conocimiento de la situación y, probablemente, se tomaran algunas decisiones. Como parece obvio, el pequeño desde que fue interrogado negaba lo que el profesor había observado y por lo cual lo había conducido con la autoridad escolar (tomar fotografías). Ante esta reacción y ante la imposibilidad de revisar el celular del infante (la escuela ya tenía una denuncia en derechos humanos porque una practicante de una escuela normal sorprendió a un niño tomándole fotografías al interior del salón cuando ella estaba de espaldas y, al darse cuenta de ello, tomó el celular de niño y lo revisó), fueron citados sus padres de familia para que en este momento se presentaran al plantel educativo. Los padres no llegaron, solamente acudió el abuelo y, con la autorización del éste se revisó el celular y, en efecto, se observaron imágenes del interior del baño. Acto seguido se retiró el abuelo con el niño, con la promesa de que hablaría con sus padres y con el infante.
Semanas atrás, también tuve la oportunidad de dialogar con dos maestras de secundaria; pienso que ellas, de alguna forma querían ser escuchadas porque la situación por la que atravesaban les preocupaba. Se trataba de algunos chicos y chicas que, en pasillos, se rumoraba consumían algunas drogas. Un rumor que días más tarde comprobaron cuando a algunos de ellos les encontraron unas bolsitas transparentes con “crico” (metanfetamina cristalina) en sus mochilas, pero también, una “cangurera” (bolsa para la cintura) con dinero que habían obtenido por la venta de dicha droga en la escuela. Al ser requeridos los padres de familia de los estudiantes descubiertos, éstos asistieron solo para confirmar que estaban sabedores de la situación y les “recomendaron” a los maestros y directivos que pensaran muy bien si es que tenían pensado denunciarlos antes las autoridades.
En otro escenario, desde luego ligado al ámbito educativo y escolar que vengo tratando, en esas constantes charlas que llegan a tenerse en algunos espacios en las instituciones, varias colegas de preescolar me comentaban sobre las distintas problemáticas que, no de ahorita sino de antaño, se vienen presentando y agudizando en los jardines de niños. Como parece obvio, los padres de familia son, por “default”, uno de los tantos temas que indiscutiblemente se colocan en las conversaciones, tanto por su falta de involucramiento en las actividades de aprendizaje, así como por su exceso de involucramiento en dichas actividades; desde luego, sin olvidar los efectos de una crianza que son tan palpables en cada uno de los niños cuando interactúan con otros pequeños o con las maestras y maestros. Crianza que poco abona al trabajo docente cuando dichas escuelas son vistas como “guarderías” y las maestras como personal de servicio que debe estar a la entera disposición de los paterfamilias. Esto, sin olvidar que el propio Sistema y, tal vez los distintos gobiernos, poco o nada han hecho para hacerle entender a la sociedad que, por ejemplo, de los preescolares, los niños no deben egresar leyendo, escribiendo o contando. La charla culminó planteando una sencilla pregunta: ¿todo es responsabilidad de la educadora o educador?
Y bueno, ya que hablamos de educadores, no hay que perder de vista los efectos que ha dejado la implementación de distintos planes de estudios, desde el 2004 hasta la fecha, en la educación básica, en las escuelas y, particularmente en la profesión docente, con los docentes y sus alumnos.
Desde luego, este tema es extremadamente amplio y complejo de abordar, y por obvias razones, en este espacio poco podría tratar al respecto. De hecho, si se analiza con detenimiento nos podríamos dar cuenta, que han pasado casi 20 años desde que comenzó este “ciclo reformista” en nuestro país y, a la fecha, poco análisis, diálogo, debate o conversaciones se han hecho sobre este aspecto: el de la implementación de los planes de estudio y sus efectos en el ejercicio docente y en los alumnos. Peor aún, si poco se ha dialogado sobre este tema, no quiero pensar que poco o nada se han tomado en cuenta los estudios que se pudieran haberse realizado para que la toma de decisiones se acercara lo que más se pudiera a lo que en las escuelas se vive y no a lo que, por ejemplo, desde “Palacio Nacional” se mandata.
¿De qué manera un modelo educativo, currículo o plan de estudios abona a la atención de las diversas problemáticas o situaciones que son tan comunes en los jardines de niños, primarias o secundarias y que, en los últimos años, se han agudizado?, ¿de qué manera un modelo educativo, currículo o plan de estudios favorece el trabajo docente que se desarrolla en el aula cuando hay una estructura vertical que asfixia la paupérrima autonomía profesional?, ¿de qué manera un modelo educativo, currículo o plan de estudios valoriza al magisterio cuando se tiene una combinación algo extraña entre neoliberalismo y humanismo en las filas de la USICAMM?, ¿de qué manera un modelo educativo, currículo o plan de estudios apoya la comprensión de los distintos fenómenos sociales si desde el centro, igual que antaño, se mandatan planes de estudio, libros de texto y otros materiales educativos?, ¿de qué manera un modelo educativo, currículo o plan de estudios abona para que la sociedad tenga una percepción diferente de la escuela y de los maestros cuando en los hechos se ha complejizado su función social en los centros educativos?, ¿de qué manera un modelo educativo, currículo o plan de estudios favorece que muchos maestros o maestras no compren o adquieran planeaciones didácticas, o bien, que les permitan proponer y aplicar sus propias propuestas en razón de su capacidad, conocimiento y experiencia?, ¿en qué medida un modelo educativo, currículo o plan de estudios proporciona una mirada diferente para que la educación deje de ser vista como un gran negocio, político o económico, y en su lugar se adquiera y desarrolle un sentido emancipador a través de un pensamiento crítico?. En fin.
Interrogantes como éstas puede haber bastantes porque, desde mi perspectiva, el tema educativo no pasa por una pequeña cabina de radio donde dos personajes, pendencieros por naturaleza, establecen una conversación superflua, con dimes y diretes de lavadero.
Si se piensa bien, en el anterior “debate” que se dio entre Marx Arriaga, Director de Materiales Educativos de la SEP, y Aurelio Nuño, ex Secretario de Educación en el periodo de Peña Nieto, quien ganó fue quien invitó a ambos: Joaquín López Doriga y, desde luego, perdimos todos; es decir, volvieron a ganar los medios de comunicación que han hecho y hacen de la educación un gran negocio, y no los que verdaderamente tuvieron que haber ganado: los millones de estudiantes que a diario acuden a sus escuelas a lo largo y ancho de la República Mexicana.
Pienso que la educación del país, y todo aquello que a diario la atraviesa, no se dimensiona a través de dos posturas distintas, insisto, de personajes pendencieros por naturaleza. Tampoco ayuda que solo un medio de comunicación “difunda” lo que desde su perspectiva puede difundir sobre la situación por la que atraviesa nuestro sistema educativo en voz de un funcionario y exfuncionario.
Y bueno, como bien lo diría una colega con la cual coincido en su planteamiento: hay un tremendo desprecio al campo cultivado y una preferencia a la manipulación mediática de la que, difícilmente, podremos obtener una comprensión para dimensionar la situación educativa en nuestro país.
Seguramente, tal y como así fue acordado, vendrá un segundo capítulo cual programa televisivo, de esos que tanto desprecia este gobierno porque son parte de ese neoliberalismo que tanto daño le ha hecho a este país, teniendo a dos protagonistas de una telenovela que recién comienza y que posiblemente termine en romance; uno de ellos ya logró su cometido, estar en cartelera después de que el magisterio lo despachó hace seis años; el otro, como se dice en mi pueblo: solito se puso de pechito y cayó en su juego.
¿Hay una realidad educativa más allá de Aurelio Nuño y Marx Arriaga? Desde luego, pero esa se desprecia o se finge demencia.
Al tiempo.