Los planes del segundo piso de la IV T. O cómo excluyen los doctores y los empresarios a los trabajadores

En los últimos días se presentaron dos planes muy relevantes.
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La IV T sigue a tambor batiente. La avalancha legislativa de los primeros meses del gobierno de Claudia fue tremenda: reformas constitucionales, leyes, pronunciamientos, además de los decretos presupuestales, de ingresos, revisiones, informes y la discusión política cotidiana se ha detenido por las fiestas decembrinas. Seguirá en el próximo período ordinario de sesiones del Congreso de la Unión, seguramente no con la misma enjundia, pero ya se anuncian algunas iniciativas de mediano calado; por ejemplo, la electoral.

Por lo pronto, las celebraciones de los primeros cien días de gobierno de Claudia fueron la oportunidad para volver a llamar al pueblo al zócalo, comunicar resultados, continuar las críticas al insufrible Zedillo y a los comentócratas.

Esa es una parte sustantiva de la IV T, tanto del primero como del segundo piso: trabajar la memoria, recurrir una y otra vez a la historia de los gobiernos anteriores, de los personajes y sus acciones. AMLO fue pródigo en eso, quizá hasta la ignominia, Claudia lo sigue haciendo, por cierto, cada vez mejor.

¿Con qué cara se planta Zedillo a denunciar la reforma judicial y la marcha económica, el autoritarismo y la presunta dictadura cuando él modificó, de un plumazo y con la mayoría absoluta del PRI y PAN, a la Suprema Corte? Más aún, cuando él impuso a sus candidatos. ¿Quién en su sano juicio creerá que eso garantizó la “autonomía de los poderes”?

Los neoliberales son los primeros en saber que la autonomía de los poderes estatales es una ficción que les gusta mantener, aunque en los hechos hagan lo contrario. Y no solo por las cercanías políticas que Piña y los otrxs ministros ni siquiera encubren, sino por la sinergia ideológica y política que garantiza su diseño institucional.

Lo mismo sucede con la economía y las mayorías calificadas: ¿con qué cara critica Zedillo la evolución económica cuando fue él quien diseñó, operó y maniobró para convertir la deuda privada -de sus amigos empresarios y banqueros- en deuda pública con el FOBAPROA que todavía no se acaba de pagar, ni se terminará de pagar, por lo menos en los próximos cincuenta años?

¿Con qué cara critica las mayorías calificadas, cuando desde Salinas de Gortari todos los gobiernos las consiguieron sin problema, obviamente con los votos del PRI y del PAN? Solo hay que recordar: desde 1988, todas las reformas constitucionales fueron logradas por la confluencia estratégica, en realidad un compromiso histórico en clave neoliberal, del PRI y del PAN.

Se necesita mucho cinismo y mucha desvergüenza para que sea un autoritario, un defraudador, un títere de la burguesía el que acuse a otros de autoritarios y antidemocráticos.

El problema es otro.

La crítica, desde nuestra parte, está en otro lado

En los últimos días se presentaron dos planes muy relevantes. Uno es un ambicioso programa de política industrial llamado Plan México -¡sí, política industrial!, una de las áreas tabú de los neoliberales, al grado de que uno de sus máximos representantes en México, Jaime Serra Puche, aquel secretario de hacienda del error de diciembre en el gobierno de Zedillo, dijera que la mejor política industrial era no tener política industrial, para que el mercado asignara eficientemente los recursos entre las ramas económicas-;  el otro, un  Plan Integral del Sistema Nacional de Bachillerato de la Nueva Escuela Mexicana, a cargo de la Dra. Tania Rodríguez Mora, subsecretaria del ramo y ex rectora de la UACM.

Ya habrá tiempo para desmenuzar estos planes a detalle. Por lo pronto destacaremos tres cuestiones evidentes:

  1. La pertinencia. Uno, en los momentos previos a la investidura presidencial de Donald Trump y los adelantos de su política tributaria, particularmente dolosa con las exportaciones mexicanas. El otro, un programa para un nivel educativo abandonado, muy disperso y también muy relacionado con las estrategias productivas y de relocalización industrial.
  2. La consistencia. Son planes elaborados con una gran suficiencia técnica y concordancia política con la IV T. Se advierte en la presentación, en su estructura, en su claridad expositiva, en sus objetivos, metas, medios y, de manera muy clara, los problemas a atender. Son el resultado de esa cada vez más frecuente, en ciertas áreas del gobierno, integración de los saberes técnicos con los saberes y demandas institucionales. El gobierno de los doctores, podría decirse; o de los científicos en devenir político. Por eso a la presidenta de la república se le antepone el grado de Doctora, pero no  es la única, doctora también es la subsecretaria de educación media-superior, la que presentó el Plan del Bachillerato, una exposición brillante; doctor es el secretario de hacienda y crédito público, que hizo una apretada síntesis económica-fiscal del Plan México, sus desafíos y escenarios mediatos; doctora y ex presidenta de la Academia Mexicana de Ciencias es la nueva secretaria de Humanidades, Ciencia, Tecnología e Innovación; doctor, ex presidente de la academia mexicana de ciencias y ex rector de la UNAM es el secretario de relaciones exteriores; doctora es la subsecretaria de educación básica, y así… En realidad, hay mucho doctor, mucho experto, mucho currículo académico sobresaliente en la dirección gubernamental. Nunca, ni siquiera en el sexenio de Salinas de Gortari, donde también abundaban los doctores, aunque en el área económica y de derecho, se había apostado al saber científico-intelectual en las operaciones de gobierno. Esa es una de las características del segundo piso de la IV T.
  3. La legitimidad. La presentación del Plan México se realizó ante empresarios, periodistas y miembros de asociaciones muy diversas. Los medios recuperaron los propósitos, los discursos y los participantes. Destacaron, sobre todo, el momento en que se presentaba, ante las políticas del nuevo presidente estadounidense, Donald Trump; pero también los propósitos más relevantes: convertir a México en la décima economía del mundo (ahora es la décima segunda); y acercar al gobierno con el mundo empresarial. Este fue uno de los puntos más repetidos; después de todo, para eso se formó el Consejo Asesor de Desarrollo Económico, Regional y Relocalización (CADERR), presidido por Altagracia Gómez, una joven empresaria que ganó notoriedad desde la campaña electoral, y sintetizó los objetivos del Plan del siguiente modo:

Confíen en México. Para invertir, mejor en México; para producir, mejor en México; para consumir, mejor en México; si quieren vacacionar, mejor en México; para estudiar, mejor en México; para trabajar, mejor en México. Con el plan México, la invitación es que hoy elijan a México, es la única apuesta que de largo plazo nunca les va a hacer perder.[1]

La recepción del Plan no pudo ser mejor en círculos empresariales. Hasta el padre de Claudio X. González se apersonó y se mostró confiado. La directora de la revista Fortuna, Claudia Villegas, fue más lejos:

Sí es un proyecto político empresarial…el gobierno de Claudia Sheinbaum va a rediseñar las formas de participación público-privadas, las asociaciones, los esquemas mixtos, la concesiones, para que fluya el capital. ¿Qué quieren escuchar los empresarios? –se preguntó Villegas–, “que haya manera de que hagan negocio, que habrá fórmulas en donde van a compartir la sustitución de importaciones de China, en donde pueden ser socios del gobierno en algunos esquemas de asociaciones público-privadas.[2]

La misma periodista fue contundente: “En economía, el rumbo es distinto al de AMLO”. Se busca detonar la inversión con un dispositivo complejo de mecanismos, excensiones fiscales, créditos y apoyos en infraestructura en los polos de desarrollo.

Se avanza con programas pertinentes, consistentes y legítimos. Pareciera que todo va muy bien; sin embargo, quisiéramos preguntar: ¿y los, las y les trabajadores, Doctora Claudia?, ¿dónde están en esos programas? ¿Son objetos de intervención, como en las políticas de formación, de capacitación, o en las de mejoramiento de sus condiciones de trabajo docente, pero nunca sujetos de decisión, sujetos políticos que pueden y tienen derecho a participar en los planes?

Antes, al menos, se consideraban esquemas tripartitos en las diferentes etapas de las políticas públicas. Ahora, en tiempos del segundo piso de la IV T ¿los trabajadores son solo sujetos tutelados por el Estado? ¿Es que acaso ahora ya no hay trabajadores, sino personal que el Estado y los empresarios utilizan o administran?

Curioso gobierno anti-neoliberal es este: acuerda, diseña y opera planes de gobierno con los empresarios, mientras que los, las y les trabajadores solo quedan como objetos que reciben atención o recursos humanos que es necesario atender para que rindan.

¿No que ya había pasado el neoliberalismo, compañera presidenta?


[1]  https://www.milenio.com/politica/claudia-sheinbaum-presenta-plan-mexico-13-enero-en-vivo

[2] https://julioastillero.com/plan-mexico-2025-es-un-es-un-proyecto-politico-empresarial-claudia-villegas/

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