Felipe Garrido en Tenancingo

Desde su perspectiva, la lectura debe ser entendida como actividad libre y voluntaria...
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En el marco del 3er Congreso Estatal de Escuelas Normales, organizado por la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación, la Subsecretaría de Educación Superior y Normal, la Dirección General de Educación Normal y la Subdirección de Escuelas Normales del Estado de México, el pasado 20 de febrero del año en curso, el escritor Felipe Garrido, académico de número de la Academia Mexicana de la Lengua, ofreció en la Escuela Normal de Tenancingo, la conferencia magistral ¿Leer o no leer? 

Ante un auditorio que rebasó los setecientos asistentes, Felipe Garrido, narrador, ensayista, cronista y editor nacido en Guadalajara, Jalisco, habló de lectura, escritura, alfabetización, bibliotecas, autores, formación de lectores, didáctica de la lengua… Y también del fracaso de nuestro sistema educativo para formar lectores capaces de escribir con claridad y corrección.

En su disertación, nuestro autor recordó a José Vasconcelos y el enorme esfuerzo que, desde la aparición de la Secretaría de Educación Pública (SEP) en 1921, se ha hecho para combatir el analfabetismo. Refirió que de los 7,000 idiomas que se hablan en el mundo sólo un reducido porcentaje de ellos cuenta con sistemas de escritura.

Para él, no hay lectores universales. El verdadero lector se esfuerza por entender y el mejor recurso para hacerlo es partir de lo que ya sabe. Desde su perspectiva, la lectura debe ser entendida como actividad libre y voluntaria, como una experiencia. Y agregó: “las experiencias dejan enseñanzas”. Lamentó que muchos docentes no sean lectores o que sólo estén preocupados por una lectura instrumental o utilitaria, que se reduce a leer únicamente para informarse, olvidándose de la lectura por placer. Para él, la lectura auténtica es un hábito placentero, por lo que la costumbre de leer no se enseña, se contagia.

En la conferencia primero, y más tarde en una mesa de diálogo en la que participaron estudiantes y docentes, Felipe Garrido habló de su padre, a quien calificó como un “espléndido lector” y rememoró con nostalgia las historias que le contaba, a él y a sus tres hermanas, durante la sobremesa, en la noche, después de merendar. Historias que relataba “como si se les estuvieran ocurriendo en ese momento”. Esas historias incluían, precisó, relatos de El Quijote que los divertían mucho.

En ese sentido expresó que, en la formación de lectores, los datos técnicos de las obras pueden esperar, y recomendó concentrarse en el “interés humano” de aquellas historias. Así, por ejemplo, se puede despertar el interés por una obra clásica como Romeo y Julieta, sin mencionar que es producto de la genialidad de un escritor inglés o que pertenece a determinado género dramático; es decir, podemos avivar la curiosidad por este texto si lo contamos a manera de “chisme de pueblo”, “chismes de familia”.

Felipe Garrido sostuvo que un buen maestro “debe ser un cuentero” y ha de tener la habilidad de interesar a sus alumnos en lo que acontece en el día a día. Así, dijo que antes de que supieran leer y escribir, antes de hacer literatura, los seres humanos empezaron contándose cosas. En esa tarea, algunos, más imaginativos, señaló, empezaron a “adornar” esas historias…

Garrido recomendó películas (Un golpe se suerte, de Woody Allen), novelas (El señor presidente, de Miguel Ángel Asturias), lugares (por ejemplo la librería de cristal, que existió en la alameda de la Ciudad de México hasta 1973)  y recordó con nostalgia a su maestra María del Carmen Millán, quien le pidió a él y a sus condiscípulos que leyeran Tampa, un cuento de Juan Rulfo en el que se narra cómo Tanilo, víctima de una enfermedad incurable, es llevado por su esposa Natalia y su hermano, al santuario de la virgen de aquel lugar, para implorar su curación. 

Fue aquella maestra, apuntó Garrido, quien les pidió “leer con los ojos abiertos”, lo que considera una verdadera jaculatoria. El autor de El buen lector no nace, se hace, recordó a notables escritores: Juan José Arreola, Manuel Gutiérrez Nájera, Fernando Del Paso, Ramón López Velarde… Trajo a cuento al filólogo, crítico literario, traductor y novelista mexicano, Antonio Alatorre, quien realizó importantes estudios de las obras de Luis de Góngora y Argote y sor Juana Inés de la Cruz

Rememoró que fue Marta Acevedo la creadora del proyecto Rincones de Lectura, que la SEP impulsó en los años 80. Precisó que fue él quien lo llevó desde el prescolar a la secundaria en nuestro país y lamentó, igualmente, la suspensión de este y otros programas.

Para Felipe Garrido, “leer abre horizontes” y la lectura debe convertirse en una ocupación cotidiana. Por ello destacó el papel de la familia y de las escuelas en la formación de lectores. Subrayó la importancia del lenguaje y recomendó, a quienes les interesa la defensa de las lenguas originarias, que aprendan alguna de ellas, que se conviertan en hablantes, porque sólo esto garantiza su preservación.

Durante su conferencia, Garrido sostuvo que la lectura es un ejercicio mental que mueve también la capacidad de sentir, pues gracias a esta actividad el lector puede vivir distintas emociones. La lectura, dijo, ensancha nuestra visión del mundo, pero también sensibiliza. Por ello la importancia de que los docentes desarrollen la capacidad de interesar a los alumnos en la lectura de cuentos, ensayos, poemas, novelas…

Si nuestro sistema educativo ha fracasado en su intento de formar lectores es, en buena medida, porque los jóvenes sólo leen textos de la especialidad en la que se forman. Sin embargo, para formar lectores letrados no basta la descodificación, se precisa mirar la lectura (y la escritura) como actividades sociales, quehaceres que no se adquieren de una vez y para siempre, sino que se perfeccionan con la práctica.

Remató afirmando que, en la escuela, la formación de lectores deberá darse “por curiosidad, por placer, por interés de cada alumno”. Y compartió una convicción: “cada libro está en espera de su lector”.