En un país multicultural como México es necesario pensar la ciencia en diálogo con los más de 68 pueblos originarios del país, cada uno con su propia manera de entender la realidad, señaló la doctora Alejandra García Franco, investigadora del Departamento de Procesos y Tecnología de la Unidad Cuajimalpa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
El proyecto Educación científica intercultural desde una perspectiva dialógica: construcción de propuestas y materiales didácticos para la enseñanza de la evolución biológica, de su autoría e instrumentado en comunidades de Chiapas, tiene el propósito de ser aplicado en escuelas de educación secundaria (primer grado), con fundamento en la interacción que puede establecerse entre los modelos científicos de evolución biológica y los conocimientos tradicionales respecto del cultivo del maíz.
La iniciativa parte del saber que tienen grupos indígenas sobre la selección y la siembra del grano, que ha permitido la existencia del sistema agroecológico conocido como milpa para establecer la relación con la ciencia en la escuela.
En los pueblos originarios se hablan 364 variantes de 68 lenguas, por lo que “necesitamos pensarnos como una nación multilingüe, pluricultural y, por lo tanto, entender la ciencia como una poderosa manera de conocer la realidad, pero siempre en diálogo con otras formas de entender el mundo y no dar lugar al desprecio por los saberes comunitarios”.
La doctora García Franco expuso que desde que laboró en la montaña de Guerrero, cuando hacía su estancia posdoctoral en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), hubo un acercamiento a los saberes de los pueblos y comunidades, particularmente en la siembra del maíz; entonces surgió la pregunta sobre el lugar que tienen todos esos conocimientos, “y la verdad es que ni en los currícula, los materiales didácticos ni los libros de texto los consideran, cuando los niños desde muy pequeños salen a la milpa y dominan muchas cosas”.
En 2013 logró que el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología financiara este proyecto para el desarrollo de materiales didácticos para la educación científica intercultural, particularmente para la enseñanza del tema de la evolución biológica en el nivel secundaria, el cual es un tema fundamental desde el ámbito de la biología y está dentro del currículo escolar. Este proyecto se hizo en colaboración con la doctora Alma Adrianna Gómez Galindo, del CINVESTAV Monterrey.
“Pensamos cómo incorporar los saberes que la gente tiene sobre el maíz”, porque son los pueblos indígenas los que desde hace miles de años se han encargado de domesticarlo, posibilitando que ahora tengamos acceso a la diversidad de granos que hay en el país.
“Lo que hicimos fue diseñar materiales didácticos que eran compartidos con los profesores e implementados en el aula, lo cual te permite ver las complejidades de establecer este tipo de diálogo”.
Estos materiales fueron implementados en la telesecundaria de Elambó Bajo, en el municipio de Zincantán; en una escuela de nueva creación en la Unión Las Peras, una secundaria técnica en el Ejido de Candelaria, en el municipio de San Cristóbal de las Casas y se trabajó en 2015 y 2016 con aproximadamente 70 estudiantes y tres profesores distintos. Las producciones de los alumnos, videograbaciones de aula y entrevistas, fueron analizadas desde una perspectiva sociocultural para entender cómo los alumnos daban sentido a los materiales y a las actividades propuestas.
Los registros se estudiaron utilizando análisis del discurso y multimodal para caracterizar el diálogo que ocurre tanto en el aula como en torno a los conocimientos que se ponen en juego. A partir de la secuencia y su análisis se buscó avanzar en el establecimiento de un marco conceptual que promoviera una educación científica intercultural pertinente para los niños mexicanos.
Los resultados obtenidos nos permiten ver cómo los estudiantes incorporan aspectos del saber escolar a las explicaciones construidas sobre la diversidad del maíz, y también cómo hay elementos que les permiten valorar los saberes propios y de su comunidad.
“Lo que hicimos fue diseñar materiales y trabajar en tres escuelas diferentes y en dos periodos distintos, y fue una experiencia interesante con los niños y los profesores y, por ejemplo, al preguntarles qué es la milpa nos dimos cuenta de todo lo que manejan sobre ella, pero también de que nunca nadie les había hecho esa interrogación”.
Entonces lo relevante es entender cómo incorporar esos saberes y tratar que los alumnos vayan construyendo también el conocimiento de la selección artificial que finalmente es la domesticación del maíz para poder hablar después de la selección natural y la evolución.
Entre los materiales y propuestas generados con el proyecto, está un juego que consiste en una simulación donde los niños eligen entre una variedad de maíces el que les servirá para la siguiente cosecha; después de varias generaciones se daban cuenta cómo se transforma y “cómo esto nos da una base para pensar porqué se transforma, por qué escogieron uno con ciertas características como el tamaño y entonces podemos hablar de aspectos genéticos”.
El planteamiento es que dialoguen los saberes tradicionales con los escolares científicos, “no que el conocimiento científico explique el saber local, sino tratar de que se establezca esa vinculación”. Actualmente estamos trabajando en un libro sobre el maíz en el que se establezcan estos vínculos y se dé lugar al conocimiento que los niños externaron durante el desarrollo de este trabajo, además de presentar material sobre el maíz que pueda ser utilizado en todas las aulas del país.