Viviendo con la sentencia a cuestas

Descobijados, desprotegidos, vulnerables e indefensos…ante los rapaces lobos que esperan ansiosos un tropezón. Al acecho vigilan muchos ojos y garras ...
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Descobijados, desprotegidos, vulnerables e indefensos…ante los rapaces lobos que esperan ansiosos un tropezón. Al acecho vigilan muchos ojos y garras que desgreñan una harapienta reputación prostituida por décadas de insensibilidad e ingratitud social. Sin argumentos, sin credibilidad el cabizbajo maestro se dirige hacia el patíbulo donde el filo del hacha le muestra su poder, desanimando así el remanente de fuerzas que cada vez más solo lo dejan. Así con la soga al cuello el “maistro” atado de manos debe hacer malabares para subsistir en medio de los vituperios de una multitud que exige su crucifixión por no lograr milagros en su centro de trabajo.

Cada día llena más su mochila de apretujados problemas estirando su insípido salario; sorprendido con la mirada ausente se pierde en los anhelos de tener casa y carro propio; gastando sus años y su vitalidad en el futuro incierto de una niñez de pensamientos superfluos. Una mezcla de ira e impotencia se dibujan en su rostro marcado por las secuelas de un daño colateral.

No debe usar la más mínima expresión de disciplina escolar, no puede, no sabe, no se arriesga. Por el contrario duda, se retrae, se constriñe. Sus acciones y reacciones ante la soberbia e indiferencia estudiantil se limitan, se agazapan, se esconden. Guarda el coraje que a la postre le heredará gastritis y colitis. Una tarde los males crónicos llegarán a vivir con él, pues entrarán por su puerta invitados por el estrés.

Nadie le dará una mano de ayuda, ningún parásito colgado de su salario lo respaldará; no habrá ley  a favor. Es culpable por naturaleza, su palabra es sospechosa, sus argumentos son mudos…siempre en tela de juicio. No puede lograr más que un poco de conmiseración. Nunca un aplauso y reconocimiento sincero por el adicional esfuerzo, más siempre a la mano un mordaz látigo que lo exponga a las burlas y calificativos soeces.

No tendrá apoyos, ninguna protección, mucho menos garantías de ejercer su labor con responsabilidades y facultades propias de su profesión. Por el contrario el desprecio y desprestigio social terminarán por decapitarlo ante el menor paso en falso.

Cuidado maestro…mucho cuidado.

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