Un voto por la transformación

Por el ejercicio de la crítica y la autocrítica, y por la apertura del debate público respetuoso y argumentado...
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Lo primero que debo aclarar es que no soy miembro de ningún partido político. Sin embargo, mi voto este domingo 6 de junio, cuando se celebren, entre otras, elecciones para decidir la integración de la Cámara de Diputados federal, será por la transformación social. Esto lo digo y lo resignifico en varios sentidos que a continuación explico.

Ello significa que será un voto a favor del cambio radical (o de raíz), en un sentido democrático, porque estoy de acuerdo y convencido de ello. Será entonces un voto a favor de una distribución más equitativa y horizontal de la riqueza material (igualdad social), pero también para crear una más amplia distribución de las riquezas educativas y culturales (derechos plenos de niñas, niños, jóvenes y adultos a la educación y la cultura).

Por una transformación de las estructuras anquilosadas del Estado mexicano, es decir, contra el excesivo burocratismo (desorganización que da más peso al trámite que a la persona), la opacidad (falta de claridad y rendición de cuentas) y contra la preservación o conservación de prácticas corruptas.

Un voto que, en estas intermedias de 2021, estará orientado contra la exclusión, la inequidad, el racismo, “las puertas cerradas” y la discriminación social. Por supuesto, a favor de la diversidad, la inclusión y para ampliar la participación social informada, discutida y deliberada. Por el ejercicio de la crítica y la autocrítica, y por la apertura del debate público respetuoso y argumentado.

Un voto por la profundización del cambio educativo progresista (no regresivo), en términos de descentralizar la toma de decisiones en los ámbitos de definición de los planes y programas de estudios de la escuela pública, así como en la dotación de recursos financieros y de infraestructura a esa escuela. Para pugnar, así mismo, por evaluaciones docentes y de directores de manera colectiva (o colegiada) y no individuales (o individualistas); un voto por una educación que recupere el diálogo, la concertación y el consenso como herramientas para lograr la sana convivencia y construir ambientes educativos democráticos (no autocráticos). Por el respeto y apoyo a las instituciones públicas formadoras de docentes y directivos escolares.

Un voto en contra de las políticas gubernamentales privatizadoras, debido a los efectos negativos que ello ha traído en todos los ámbitos de la vida pública y para el enriquecimiento de ciertos grupos (en Querétaro se ha reproducido la nefasta política pública de privatizar – tanto por gobiernos priistas como panistas- los servicios de agua potable, por ejemplo).

Un voto a favor de la escuela pública para resarcir sus carencias o abandonos materiales e intelectuales; a favor de la formación continua profesional de las maestras y los maestros; de la formación permanente y de largo plazo de las y los directivos escolares y demás figuras educativas. Y por abrir más espacios para la creación en los ámbitos de la divulgación de la cultura y de la investigación científica, con recursos financieros para desarrollar proyectos en esos campos de conocimientos.

Para llevar a cabo estas iniciativas se requiere, sin duda, de algo más que voluntad política.

Se necesita de una mayoría en el congreso que impulse una agenda y una corriente de transformaciones legislativas, pero también de orden social. En ese sentido, coincido con la apreciación publicada, recientemente, por académicos de la UAM Xochimilco, cuando afirman: “Lo anterior representa grandes retos que implican desmantelar prácticas políticas, económicas, culturales y ambientales que llevan una inercia de cuatro décadas. La misión es compleja, particularmente si reconocemos los poderes fácticos que operan en un sistema mundo capitalista.” (1)

Un voto, pues, a favor de la democratización del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), así como de las demás organizaciones gremiales o sindicatos que existen en México. También, por aumentos salariales graduales y generalizados para el magisterio, con la finalidad de romper con el nudo de la precariedad docente. Por prestaciones sociales y laborales que proporcionen, en el siguiente paquete de revisiones salariales, equipos de telecomunicación (lap tops), servicios de conexión e insumos para las profesoras y los profesores de todos los niveles educativos, con la finalidad de que hagan su trabajo de manera actualizada, profesional y creativa. Y por una jubilación digna para el magisterio y por pensiones adecuadas para las y los trabajadores en general.

Mi voto será por la consolidación y profundización del cambio social que se impulsó, desde abajo, con el triunfo del 1 de julio de 2018, del presidente López Obrador.

Pero ello significa también, la perspectiva de acotar los excesos presidencialistas, que son el resultado de un régimen político que permite concentrar los poderes políticos en una persona. Eso habrá de cambiar para lograr una distribución más horizontal y colectiva del poder público en el futuro cercano (¿o lejano?). ¿Estaremos lejos de alcanzar un diseño institucional, del Estado mexicano, que adopte un régimen político parlamentario, no presidencialista?

Ejerceré mi derecho político, también, por la defensa de los derechos humanos; por apoyar la lucha y reivindicación de los pueblos originarios, por la solución pacífica de las controversias y la preservación del medio ambiente.

Va mi voto, pues, por la transformación de la vida pública de la nación.

Fuente consultada:

(1) Mónica Inés Cejas, Liliana López Levi y Angélica Rosas Huerta, coordinadoras (2020). Logros, retos y contradicciones de la 4T. Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco.

jcmqro3@yahoo.com

@jcma23


Publicado en SDPnoticias

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