¿Qué sigue después de recuperar la quincena?

Más allá de los motivos inmediatos y las acciones mayormente visibles, la dirigencia sindical magisterial tiene que ser autocrítica: aceptar que ...
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Cayó la gota que derramó el vaso después de un rosario de afectaciones a lo largo de un sexenio: el gobernador de Colima, José Ignacio Peralta Sánchez, decidió cubrir créditos a corto plazo con el sueldo de los maestros y otros trabajadores del Estado. Ya no alcanzó para la quincena, pero, en una postura carente de la más mínima autocrítica, enfatizó que el hecho fue provocado exclusivamente por la pandemia y una legislación en materia financiera de la cual prácticamente se declaró víctima. Nada de negligencia ni malos manejos, advirtió en un comunicado a través de las redes sociales del gobierno estatal. Para coronar la irresponsabilidad dejó en claro la única alternativa: que el gobierno federal, ése al que tanto ha atacado, proporcione a Colima más dinero.   

La noticia de la falta de pago provocó una indignación inmediata en los trabajadores del Estado. Se aprestó una buena proporción de docentes a exigir, mediante acciones de protesta, el pago del trabajo realizado, respondiendo al llamado de su organización sindical. Nutridas movilizaciones vehiculares se suscitaron a menos de 48 horas del lamentable anuncio. La estrategia trazada por la organización sindical, de mantenerse con firmeza, podría alcanzar pronto los frutos esperados. Sin embargo, deberá dejarse en claro a quienes han participado en ella que no hay medias tintas: la justicia no termina con la recuperación de la quincena, pues hay múltiples agravios que aún están en la lista. Será decepcionante para los trabajadores escuchar resoluciones a medias, como ya ha sucedido en el pasado, y volver, por enésima vez, a las tradicionales mesas de negociación, como si los derechos laborales ya reconocidos estuvieran sujetos a voluntades personales. Aunque la causa es dolorosa, da gusto ver al gremio de docentes unidos en la defensa de sus derechos.

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Más allá de los motivos inmediatos y las acciones mayormente visibles, la dirigencia sindical magisterial tiene que ser autocrítica: aceptar que encumbró y solapó a quien hoy combate. Admitir que su actuar no era congruente con la representatividad de la base, a la que desoyó en múltiples ocasiones cuando exigía acciones contundentes ante la gravedad de unas afectaciones que crecieron, como bola de nieve, hasta convertirse en lo que son hoy. Quizá sea incómodo para el comité sindical, pero se tiene que admitir: si se atrevió a tocar el salario de los trabajadores de la educación es porque en infinidad de ocasiones se le dio a entender que no pasaba gran cosa si en la farmacia se entregaban más vales que medicamentos, si no hacía llegar las cuotas al Instituto de Pensiones, si decidía aplazar arbitrariamente las percepciones, si los descuentos vía nómina no llegaban a los servicios contratados por los trabajadores, etc. No le correspondía al sindicato darle clases de finanzas públicas, esas las recibió en una prestigiosa universidad extranjera, pero sí marcar un alto en tiempo y forma.

Para no caer en el mismo bache se debe tener memoria: no olvidar que apenas hace unos años los mismos que hoy encabezan las protestas vitorearon a Ignacio Peralta: “¡Nacho! ¡Nacho! ¡Nacho!” retumbaba el auditorio de la mismísima sede sindical. Y también a los que se enorgullecían de haber aportado los votos que marcaron la diferencia en la reñida elección en la que Peralta se hizo de la gubernatura. Y a quienes le levantaron la mano, el día del triunfo, gustosos ante el futuro feliz y seguro que, afirmaban, deparaba al magisterio colimense. Desde luego no olvidar el nulo respaldo del comité sindical cuando en enero de 2019 decenas de maestros, sobre todo de educación primaria, decidieron parar labores ante afectaciones de pagos y servicios médicos. Y a aquel comisionado sindical que hizo hasta lo imposible por evitar que en una escuela primaria los maestros exhibieran carteles de protesta durante la visita del mandatario estatal. Y tampoco olvidar que, a las afueras del IPECOL, ningún miembro del comité acompañó a los pocos agremiados que protestaban por la falta de medicamentos.

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“No hay que mirar al pasado, hay que voltear hacia el futuro”, seguramente dirán muchos que no reparan en la importancia de tener claro el camino que condujo al lugar en el que se está parado. “No es momento de dividir”, señalarán quienes acostumbran ver la crítica como amenaza y le intentan adjudicar fines perversos. Sin duda tienen razón los que demeritarán estas líneas por su nula contribución para la consecución de los propósitos inmediatos: ante urgencias mayúsculas como la que se enfrenta, es necesaria la acción, nadie recupera su salario sentándose a media noche frente a una pantalla a escribir un texto. Sin embargo, eso no debe ser motivo para descalificar la reflexión: deberá sentar las bases para evitar tragos amargos como los que hoy se están pasando. No puede volver a suceder lo que se está viviendo.

Este episodio no debe terminar cuando se reciba en el celular la notificación del depósito bancario. Ahí no está la victoria. El pago de la quincena sin duda es importante, pero no debe reducir el alcance de la mirada. Este capítulo debe terminar cuando se garantice que las movilizaciones promovidas por la organización sindical tenían como fin no sólo recuperar el dinero, sino buscar justicia ante un hecho tan irritante como el que le ha robado la tranquilidad a miles de familias colimenses. Finalizar también cuando en las próximas elecciones sindicales se exprese el repudio hacia quienes han justificado y defendido al patrón y no al trabajador, a quienes siempre trataron de dorar la píldora. Demostrar que no se tolerará más la hipocresía, como la de muchos que hoy se visten de combatientes pero en el pasado fueron fieles escuderos. Terminará este episodio además cuando la base magisterial se convenza de la importancia de su participación en la defensa de sus propios derechos laborales, cuando no espere el visto bueno de nadie mientras su conciencia crítica le exija reclamar lo que le pertenece, cuando haga de las asambleas sindicales verdaderos espacios de exigencia y planeación y no un mero desayuno por un festejo social, cuando deje de confundir la gratitud con la sumisión.

Es pues la recuperación de la quincena el propósito más evidente e inmediato. Ojalá, por el bien de tantos trabajadores colimenses y quienes dependen de ellos, el pago llegue pronto, sea a través de la participación del actor político que tenga que intervenir y gracias, desde luego, a quienes se han decidido a dar la batalla. Que no se entiendan estas líneas como un intento de demeritar la participación docente en la defensa de sus derechos, pero que se advierta el riesgo de caer en un ilusionismo de heroicidad sindical y de triunfo absoluto que haga olvidar los errores que se han cometido en el pasado.  La tarea no estará concluida y hay múltiples lecciones que se deberán aprender: ¿qué sigue después de recuperar la quincena? La base magisterial tiene la palabra.


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