Protestar y aprender.

De repente, se hace visible el malestar y el repudio ante la respuesta que da la autoridad. Llega tarde y llega mal esa respuesta: es veleidosa, o ...
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De repente, se hace visible el malestar y el repudio ante la respuesta que da la autoridad. Llega tarde y llega mal esa respuesta: es veleidosa, o desenfocada, o de plano omisa. Las manifestaciones en Chile y en Colombia, en Ecuador y en Bolivia, en Perú, en Brasil y en México son expresiones de problemas no resueltos, pospuestos, tapados. Y de actitudes de funcionarios que no están a la altura, comenzado por presidentes que fueron votados con enorme popularidad pero que están al borde –o al fondo, como Evo– del ciclo de la decepción.

En México el asunto se convierte en una discusión sobre el sentido y los límites de la protesta. Que no le suma muchísimo a la comprensión de la causa ni a la empatía para con los manifestantes que haya pintas sobre esculturas y edificios, es muy cierto. Pero es irrebatible la asimetría en los bienes de que se trata: “Quién fuera monumento, para que la policía me cuidara”. Durísimo. Certísimo. Es relativamente fácil cuidar, o en todo caso restaurar, mármoles y bronces, pero no las vidas perdidas y desgarradas por la violencia y el acoso a las mujeres.

Se reunió, como cada año desde hace ocho, la Asamblea de la Red Latinoamericana de Organizaciones de Sociedad Civil por la Educación, REDUCA, de la que Mexicanos Primero hace parte desde su origen. En el posicionamiento conclusivo, llamado “Declaración de Panamá” por la ciudad capital en la cual se encontraron, los 14 países retoman el diagnóstico: … reconocemos: Que los fenómenos de inestabilidad, polarización y desagrado en nuestra región, independientemente de su aspereza y explosividad, son expresiones de un grave disgusto ante las promesas incumplidas de justicia y equidad en la sociedad. Que hay un enorme riesgo de retroceso en la decepción e impaciencia que los jóvenes expresan por la limitación de los procesos democráticos, así como una apremiante necesidad de ser escuchados e incluidos en la implementación de resolución pacífica de conflictos. Que la región aún no se encamina a una franca y sólida mejora en la inclusión educativa y en garantizar el derecho a aprender de niñas, niños y jóvenes; hay pocos avances, y no estructurales o sostenibles.

La democracia en nuestras tierras no alcanza a cumplir sus promesas de bienestar. La tentación de los gobiernos es entonces procurar bienestar sin democracia: desde arriba y desde afuera, voluntarista, patriarcal. “Yo les doy, y ustedes se callan. No vamos a acordar ni a construir conjuntamente los programas; es más, ni los vamos discutir y menos a evaluar: su única evaluación es que les damos a los pobres, repartimos y están felices. Y si ustedes lo cuestionan, es porque son mis enemigos… peor, porque son enemigos de los pobres”.

Fue, y es innegable, un exceso la soberbia de los funcionarios “técnicos” de los sexenios anteriores, muchos de ellos caciques de cuatro suelas con posgrados en el extranjero, llenos de desplantes violentos aunque fueron al Patria, al Cumbres, al Inhumyc, al CUM, al Cedros, al Miraflores, al Americano, a la Prepa del TEC. Conste que escribo “aunque”, y no “debido a”. Y quienes ahora tienen sus puestos fueron a Prepa 4 o al CECYT Morelos, o también a los mismísimos colegios privados de los anteriores y también tienen posgrados, en FLACSO o en La Sorbona, y aunque se precien de “populares” son igual de depredadores y patriarcales. La democracia no cumple su promesa, porque la educación no cumple la suya. No nos está preparando, la institución escolar, para producir, inventar, buscar soluciones basadas en evidencia. Ni siquiera nos damos cuenta que -como algo anterior y superior a dichas habilidades- está la urgencia de formar el carácter para atenerse a la verdad, la honestidad para no despojar ni abusar, las capacidades de diálogo que comienzan con la escucha más que con la elocuencia; el despliegue del discernimiento ético, la capacidad de acordar sin dejar de disentir.

Con tanta turbulencia y tanta inconformidad que desborda a las calles, lo realista ya no es intentar lo que ya hicimos. No se trata, pues, de hacer algo ligeramente mejor, sino algo nuevo. Lo realista es inventar. Sigue la “Declaración de Panamá”: Junto a la agenda propia en cada nación, y en el máximo respeto y enriquecimiento que deriva del encuentro de nuestra diversidad, proponemos explorar lo que está fuera de los paradigmas. No es realista circunscribirse a tratar de mejorar marginalmente o de ajustar para corregir la organización escolar. Es imperativo abrir la conversación a las innovaciones en la comprensión misma de qué es aprender, cómo desarrollar la capacidades y potencialidades de cada persona y superar la inequidad y la falta de participación en el propio proceso educativo, tomando como punto de partida tres vías: la redefinición de las figuras educadoras y tutoras; la importancia de la integralidad desde primera infancia; la urgencia de potenciar la voz y abrir espacios al protagonismo de niñas, niños y jóvenes.

Protestamos, pero no hemos aprendido a protestar con fruto. Protestamos porque no aprendemos: no lo relevante, no lo suficiente, no lo que vale. Vamos a la escuela, pero no acabamos de aprender lo que queremos y necesitamos. Protestar es aprender, porque el problema no es en sí la marcha o el bloqueo, la pinta o la huelga, sino de dónde viene y qué produce. La titular de CNDH y el canciller se tropiezan en sus explicaciones cuando critican las pintas al Hemiciclo a Juárez, mientras que el subsecretario de Gobierno justifica el secuestro de camiones y choferes para dar plazas a normalistas. No hay congruencia.

Necesitamos hablar más, y corear consignas menos, aunque una buena demostración callejera es un despertador necesario. Hay que tirar el patriarcado: el del acoso, el del asistencialismo, el del privilegio y el del autoritarismo. Necesitamos cuidarnos, cuidarlas.

Un cambio de leyes o de plan de estudios no alcanza para cambiar la inconformidad. Los valores no se memorizan; se aprenden en la interacción con personas íntegras, congruentes, de palabra. Aprender, lo que se llama aprender, es protestar: es dar cabida y ponerle ingenio a la inconformidad con el mundo como está. Aprender es para hacer otro mundo, y ya empezarlo desde ahora.

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