Lo rescatable y lo problemático de la propuesta educativa de AMLO.

Por: Lucrecia Santibañez *. La plataforma educativa de Andrés Manuel López Obrador incluye de todo. Desde becas universales para educación media ...
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Por: Lucrecia Santibañez *.

La plataforma educativa de Andrés Manuel López Obrador incluye de todo. Desde becas universales para educación media superior y un aumento drástico en el acceso a la educación superior hasta la cancelación de la reforma educativa. Quiero dejar muy claro que la cancelación de la reforma educativa sería un gran retroceso para el país. Aunque no tenemos datos para evaluar su impacto, puedo apostar que los concursos de ingreso y promoción han sido muy positivos para el país. La evaluación de desempeño es otra cosa: sufre de debilidades importantes y necesita modificaciones a fondo. Para mejorarla no se necesita cancelar la reforma, se necesita —eso— mejorarla.

AMLO no es el primer candidato en emplear una estrategia de campaña populista y gritona que le rinda frutos en las urnas. Mientras estaba en campaña, Donald Trump no perdía la oportunidad para prometer que,de ganar la presidencia:1) cancelaría la reforma de salud conocida como «Obamacare»; 2) construiría un muro fronterizo que México pagaría, y 3) aprobaría una gran reforma fiscal. A más de año y medio de su elección, lo único que ha logrado es la reforma fiscal. Incluso con una mayoría en ambas cámaras del Congreso, Trump no ha logrado cancelar Obamacare y construir el muro.

Para cancelar la reforma educativa AMLO necesitaría una mayoría en el Congreso y que todos los estados lo apoyen (como bien lo ha explicado David Calderón de Mexicanos Primero, en diversos foros). Lo que sí podría hacer, como lo ha intentado hacer Trump con el Obamacare, es sabotear la reforma disminuyendo el presupuesto para la aplicación de la evaluación docente o mediante otras formas. También podría mejorarla.

La plataforma educativa de AMLO, la cual se describe con mayor detalle en las respuestas que hizo al evento “10 por la educación” arroja algunas pistas para entender cómo se podría pensar en una Reforma 2.0 bajo su presidencia. La plataforma de AMLO es sorprendentemente neoliberal (¡blasfemia!) en el sentido que promueve la rendición de cuentas a nivel escuela y sistema, una continuación de las evaluaciones de aprendizaje de los alumnos, y la necesidad de contar con evaluaciones de impacto de los programas y recursos invertidos en el sector. Nada de esto está peleado con la actual reforma.  Además, su propuesta es extraordinariamente descentralizadora: propone una federalización del sistema incluyendo dejar el control de las nóminas a los estados, y refuerza el papel de los padres de familia. Hace énfasis en reducir la carga burocrática y administrativa para maestros y directores. Todas estas acciones son especialmente importantes porque son viables. Salinas de Gortari estaría orgulloso.

El punto que concierne a la evaluación docente está más empantanado. La propuesta de AMLO es «evaluar a cada uno según su situación» y considerar la «formación de los alumnos» —que se podría interpretar como resultados de aprendizaje— (aunque esto no está muy claro) además de su «historial académico, desempeño en el aula, antigüedad y otros” […]. Propone también involucrar a directores y padres de familia en la evaluación del docente.

Con algunas ligeras diferencias esta propuesta ya la intentamos en México hace 20 años con el programa Carrera magisterial (CM). Yo dirigí al equipo de investigación que hizo una evaluación de impacto de CM y los resultados fueron prácticamente nulos. CM sirvió fundamentalmente para subir los salarios de los docentes —algo nada deleznable ya que venían de un periodo deprimido en los 80— y para que los maestros se llenaran de diplomas. La evaluación de los docentes por parte de los directores fue inútil (todos se daban la calificación más alta); la antigüedad mostró tener poca relación con el desempeño del maestro en el aula (después de los primeros años, ya no hace diferencia), y los títulos académicos tampoco mostraron tener mucha relación con lo que hace a un maestro «bueno.»

Lo rescatable de esta propuesta es que AMLO, con todo y su discurso anti-reforma, no deshecha el tema de la evaluación docente. Al no atar la evaluación a incentivos económicos o de otro tipo, el candidato parece adoptar la premisa de la reforma educativa de que la evaluación —por si sola— llevará a una mejora en la práctica docente y los resultados de aprendizaje. No comparto esta premisa, pero eso es tema para otro artículo.

A lo que el candidato parece oponerse es a cómo se está realizando actualmente la evaluación docente. En esto no está solo. Aunque no distingue entre tipos de evaluaciones (ingreso, promoción o desempeño), el documento parece referirse a la evaluación de desempeño, a mi juicio la más problemática. Sobre este tema, AMLO propone una versión de la evaluación docente que tome en cuenta sus condiciones en términos del contexto escolar (pobreza, marginación, etc.), acceso a la tecnología y tiempos de respuesta: «no es pertinente calificar a todos los maestros por igual, dada la gran diversidad de condiciones donde se desarrolla el hecho educativo… también es complicado evaluar al docente cuando no es capaz el sistema educativo de dotarle en tiempo y forma suficiente de los materiales educativos de los que será evaluado”.

Este es un punto importante y entendible. El énfasis en las «condiciones para la enseñanza» no es único al candidato. Autoridades estatales, miembros de los institutos evaluadores del país y académicos han argumentado lo mismo. El punto surge de un reconocimiento de que los docentes trabajan en condiciones diversas y que el costo de educar a un alumno (en términos de esfuerzo pedagógico, recursos, etc.) varía dependiendo de la población estudiantil. Hay también un reclamo más específico a cómo se han desarrollado las aplicaciones de la evaluación docente plagadas —en sus inicios— de fallas técnicas y tiempos limitados.

Lo que no es entendible es pretender que un maestro de zona marginada no se le puede exigir lo mismo que a un maestro de zona clase media. En cualquier situación el docente tiene que poder lograr que el alumno desarrolle los conceptos y habilidades contenidos en nuestros planes de estudio. El problema de la desigualdad educativa no concierne propiamente a la evaluación docente. Es un tema de organización de los recursos escolares (financieros y de otro tipo) para lograr que los niños tengan acceso a las mismas oportunidades de aprendizaje, independientemente de donde residan o de cuál sea su origen familiar.

Sería importante entender, dentro del federalismo que propone Andrés Manuel, cuál será el papel de los estados para lograr un financiamiento educativo efectivo y suficiente. Hay estados que, comparativamente hablando, aportan muy pocos recursos estatales a la educación: Morelos, Chiapas y Oaxaca son ejemplos notables. En casi todos los estados la existencia de subsistemas estatales y federales introduce además fricciones que complican el quehacer educativo y uso eficiente de recursos. Y a pesar de que el gasto educativo en términos absolutos no es bajo,  alrededor de 6.2% del PIB, gastamos menos que otros países latinoamericanos como Chile (6.9%) y Argentina (7.2%). Mucho de este gasto no está dando los resultados esperados y el equipo de Morena parece reconocerlo en su esfuerzo por introducir en el sector educativo más rendición de cuentas.

Si asumimos que el llamado a cancelar la reforma educativa es populista y electorero y nos concentramos en las propuestas concretas, hay puntos rescatables de la plataforma de AMLO. Al menos en lo que concierne a la evaluación docente y el federalismo, su plataforma hace eco de las realidades del sistema educativo. Sin embargo, en su propósito por lograr un sistema con mayor justicia social y reconocimiento a la labor docente, el equipo de Andrés Manuel no debe olvidar que los resultados educativos de los alumnos  mexicanos son extremadamente bajos, especialmente entre los alumnos que a Morena más le preocupan.

El papel del maestro en la solución de este problema es fundamental. Hay que dotarlo de herramientas y recursos, pero también de mecanismos e incentivos que lo lleven a buscar una mejor forma de hacer las cosas. Muchos de nuestros maestros viven en una cultura laboral donde los bajos rendimientos son responsabilidad de todos menos de sus propias acciones. En dos décadas de investigación educativa he podido constatar que —desafortunadamente— tenemos muchos de este tipo de maestros. No sé cuántos son, ni si siquiera si son la mayoría,– pero sé que son suficientes para asegurar que muchos niños no aprendan. Una evaluación «a la medida» que ajuste los estándares dependiendo de las condiciones en las que labora el docente no logrará alterar esta cultura y puede incluso exacerbarla.

Artículo publicado en el Blog ‘Distancia por tiempos’ de Nexos.


*Lucrecia Santibañez es profesora asociada en Claremont Graduate University, en California, en Estados Unidos.

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