Las tragedias de Ayotzinapa y Tlatelolco, vinculadas a la gestión social de la memoria.

La conmemoración de las tragedias de Ayotzinapa y de Tlatelolco, cuatro y 50 años después de ocurridas, tiene que ver con la “gestión social de la ...
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La conmemoración de las tragedias de Ayotzinapa y de Tlatelolco, cuatro y 50 años después de ocurridas, tiene que ver con la “gestión social de la memoria y con cómo nos relacionamos con hechos del pasado que no han recibido sanción y demandan solución”, afirmó el escritor Juan Villoro en la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

En la misma fecha, cuatro años después, de la desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero, el doctor Honoris Causa por la UAM confió, luego de guardar un minuto de silencio junto con la comunidad universitaria reunida en el Auditorio Sandoval Vallarta, en que la comisión de la verdad que el próximo gobierno de México designará para indagar este suceso logre mejores resultados que la similar dedicada al movimiento de 68, por tratarse de crímenes de genocidio que no prescriben.

Al impartir la conferencia magistral 1968: el pasado de una ilusión, luego de ser presentado por el doctor Luis Leñero Otero, del Departamento de Sociología de la Unidad Iztapalapa, consideró relevante relacionar las deudas pendientes del pasado con las más recientes, como la de Ayotzinapa, porque se trata “y hay que recordarlo siempre”, de casos emblemáticos.

Sin embargo, uno de los peligros es que se considere que sean los únicos que han ocurrido y, de alguna manera, monopolicen la indignación y el dolor, un riesgo en el que estaban los acontecimientos de 1968, que debieron ser puestos en un contexto de injusticias, junto con otros agravios semejantes.

En México “desgraciadamente aprendemos geografía por las tragedias y sabemos dónde está Aguas Blancas, Tetelcingo o Acteal a través de matanzas que han ocurrido en esos lugares, aunque todas merecen una respuesta que sólo se podrá dar cuando tengamos otro tipo de sociedad, si acaso logramos construirla entre todos”.

El pasado de una ilusión, de Francois Furet, refiere la historia del movimiento socialista tomando en cuenta que su desenlace fue crítico y anticlimático, en el sentido de que las ilusiones que despertó la búsqueda de la aurora desembocaron en el totalitarismo en países socialistas, refirió el Egresado Distinguido de la Casa abierta al tiempo.

El 68 no se trata de una ilusión vencida porque no podía tener acomodo en la realidad, sino de una ilusión pospuesta, que tiene vigencia en la medida en que sus principios e ideales no se cumplieron del todo.

Una de las grandes paradojas de los movimientos sociales es que mantendrán actualidad siempre que sus proclamas no acaben de ser satisfechas, como la Revolución Mexicana que, como señala el historiador Friedrich Katz, extrañamente es la única del Siglo XX que sigue teniendo consignas que se diputan como herencia distintos sectores sociales, debido a que sus propósitos no se cumplieron.

Los partidos Revolucionario Institucional y de la Revolución Democrática, e incluso el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, siguen reclamando esa herencia, en tanto que el Movimiento de Regeneración Nacional apela a la idea de regeneración, precisamente, señalada por el anarquismo, un elemento central de la Revolución Mexicana, de acuerdo con los hermanos Flores Magón.

Ese pasado se busca recuperar porque no se ha cumplido y “cuando decimos 2 de octubre no se olvida nos remitimos a una tragedia que no debemos soslayar, pero al mismo tiempo, a la asignatura pendiente que surgió entonces y que está relacionada con planteamientos que aún no logramos poner en práctica en una sociedad más digna y más justa”.

En perspectiva, el movimiento de 1968 parece realmente moderado, ya que sus lemas, consignas y propuestas esenciales tenían que ver con el respeto a la Constitución, la libertad de presos políticos, el diálogo público con el presidente, la destitución de ciertos mandos que reprimieron a los estudiantes y la desaparición del cuerpo de granaderos.

Aunque eran planteamientos democráticos y liberales, los protagonistas fueron estigmatizados como comunistas y conspiradores desde el exterior para impedir las Olimpiadas, “pero lo que buscaba esta lucha fue, sin duda, democratizar al país y establecer un estado de derecho que hasta la fecha no tenemos.

“El 68 fue algo que a distancia podemos ver como una proposición moderada, aunque radical, si se toma en cuenta que no se ha cumplido y es ahí donde la herencia de lo sucedido hace 50 años tiene una fuerza muy grande y donde su herida abierta reclama una solución”.

En una democracia incluyente que permitiera la participación de toda la gente, los planteamientos del 68 estarían en entredicho y, en esa medida, al decir “2 de octubre no se olvida”, no sólo “estamos recordando la Noche de Tlatelolco y la tragedia de entonces, sino que necesariamente esa ilusión del pasado aterriza en el presente y nos reclama una actitud de transformación”, porque aquello que se manifestó hace cinco décadas sigue siendo la gran asignatura pendiente de México.

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