La violencia cotidiana.

Salir de casa es un acto incierto, como una hoja arrastrada por el viento que no tiene un destino determinado. El país se violenta en palabras y ...
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Salir de casa es un acto incierto, como una hoja arrastrada por el viento que no tiene un destino determinado. El país se violenta en palabras y hechos; donde hablar, ver y oír de matanzas, levantones y desapariciones forzadas es muy cotidiano. Nuestro maravilloso país se tiñe de rojo al ver como la sangre inocente también se riega sin la más mínima provocación; tal como dijera metafóricamente Don José Alfredo Jiménez “la vida no vale nada”.

Pero vale más que mucho para quienes no participan de la política corrupta de nuestra patria, vale más que demasiado para quienes no deben nada a nadie y solo desean vivir honestamente. Tal pues como un ser humano digno.

Ver muertos, fosas clandestinas, y declaraciones estúpidas de funcionarios protegidos por un ofensivo fuero es cosa de todos los días, mayormente en voz de pseudo-conductores “mochos” portavoces de un grupo servil del gobierno de las eternas promesas. Y es ahí donde se pierde la esperanza de que todo cambie; porque el dicho pretende convencer de una ilusión que el hecho mata desde su nacimiento.

Lo más complicado es vivir en el escepticismo, intentando creer en quienes solo defienden intereses propios mientras pactan con asesinos, mientras venden la vida de la población que no es más que responsable de la tolerancia que brinda a un sistema de gobierno caduco y ofensivo.

Matar una persona con una bala perdida solo es considerado como “daño colateral” en un ambiente de zozobra e injusticia; un recuento de daños que cada día exige un número más alto en el conteo de cadáveres para fingir un proceso de investigación y aplicación de la ley. Somos parte así de una guerra en la que no pedimos participar por ser ajenos a las ganancias mal habidas y tan codiciadas por mentes perversas sobreprotegidas de un sistema judicial viciado y alcahuete de criminales aborrecibles.

No queda más que estar conscientes de que esta vida es efímera y que cada hora de nuestra existencia tiene un valor único que debemos apreciar sin recatos. La vida vale mucho más que siempre.

Somos el México valioso que se resiste a desaparecer…ese eres tú, ese soy yo.

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